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Hiroshima y Nagasaki

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En este mes de agosto se cumplen los 75 años de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, en un mundo que sigue manteniendo las bombas nucleares como elemento armado disuasivo y en una época de descredito y cuestionamiento de la energía nuclear con la memoria del desastre de Chernóbil. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, totalizando unas 246.000 muertes, el número de muertos aumentaría a medida que los sobrevivientes sucumbieran a las lesiones o enfermedades relacionadas con la exposición a la radiactividad. El armamento nuclear persiste como elemento central de la geopolítica y los avances hacia una desnuclearización mundial son tímidos o inexistentes.

Varias organizaciones se han sumado suma a las iniciativas que, en este 75º aniversario de Hiroshima y Nagasaki, promueven la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). Ecologistas en Acción reclama al Gobierno español implementar la adhesión y ratificación del Tratado Internacional de Prohibición de Armas Nucleares auspiciado por Naciones Unidas y aprobado en Nueva York el 7 de julio de 2017, de una manera más decidida. Es preocupante el hecho de que nuestro Gobierno no se haya adherido a la iniciativa mundial de supresión definitiva de estas armas de destrucción masiva o por qué no se ha hecho, al menos, una declaración pública favorable a dicha adhesión.

La conmemoración de Hiroshima y Nagasaki se realiza en un contexto internacional cada vez más polarizado cono los arsenales nucleares intactos o en crecimiento en algunos países. El peligro latente del armamento nuclear sigue ahí como un gran Armagedón. Se estima que existen casi 14.000 ojivas nucleares en EE.UU., China, Rusia, Reino Unido o Francia, que poseen una capacidad destructiva para asolar varias veces este planeta. Estos países y algunos más, como Pakistán, la India y Corea del Norte, mantienen desplegadas en bases terrestres o en submarinos armas nucleares listas para destruir objetivos múltiples, además de desarrollar una política de intercambio de declaraciones agresivas, amenazas y advertencias entre ellos y hacia los demás.

Hay, mientras tanto, un proceso de cuestionamiento y una relajación de los acuerdos sobre armas nucleares, como el Nuevo Start (2010-2021) que operaba como una suerte de disuasión y control formal. Las medidas de control sobre el armamento nuclear son frágiles, insuficientes y justificadoras de esas estrategias de mutua destrucción. Muchos países hablan de romper esos frágiles acuerdos y además anuncian que van a activar nuevos ensayos de armas atómicas, nuevas inversiones en estas armas y programas multimillonarios de actualización de las mismas, volviendo a un periodo que nos recuerda el principio de una nueva guerra fría.

Hay que recordar un efecto colateral del armamento nuclear en nuestra tierra. El 17 de enero de 1966 se producía la colisión de dos aviones militares de EE UU, que provocó la caída de cuatro bombas atómicas sobre Palomares (Almería) y que afortunadamente no estallaron, causando la muerte a siete personas que tripulaban esos aviones. Se corrió el riesgo de generar una explosión de casi seis megatones, muy superior a las de 1945. Las consecuencias en la zona hubieran sido altamente negativas en muchos kilómetros del entorno. Pero todavía nuestro Gobierno tiene una tarea pendiente: la gestión de la limpieza de las hectáreas de suelo que todavía siguen contaminadas por plutonio en el término municipal de Cuevas de Almanzora. La cobertura nuclear de EE UU al estado español y la tolerancia de nuestros gobiernos a la visita de buques con armamento nuclear no es un acuerdo que haya sido aprobado por el parlamento ni por la ciudadanía española.

Por otro lado, vivimos en un mundo en el que gobierna un matón en la Casa Blanca. Nuestro país debería enfrentarse a las actitudes chantajistas de Trump del aumento del gasto militar o del silencio y la sumisión respecto a las bases. La política exterior española no tendría que ser la dictada por el Pentágono, tan estrechamente relacionada con las armas nucleares, como el tránsito de submarinos nucleares norteamericanos por Rota y Gibraltar. Al producirse la revisión del tratado entre España y EE UU, en mayo de 2021, sería una buena coyuntura para distanciarse definitivamente de la estrategia nuclear de Trump y sus acólitos.

En este mes de agosto se cumplen los 75 años de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, en un mundo que sigue manteniendo las bombas nucleares como elemento armado disuasivo y en una época de descredito y cuestionamiento de la energía nuclear con la memoria del desastre de Chernóbil. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, totalizando unas 246.000 muertes, el número de muertos aumentaría a medida que los sobrevivientes sucumbieran a las lesiones o enfermedades relacionadas con la exposición a la radiactividad. El armamento nuclear persiste como elemento central de la geopolítica y los avances hacia una desnuclearización mundial son tímidos o inexistentes.

Varias organizaciones se han sumado suma a las iniciativas que, en este 75º aniversario de Hiroshima y Nagasaki, promueven la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). Ecologistas en Acción reclama al Gobierno español implementar la adhesión y ratificación del Tratado Internacional de Prohibición de Armas Nucleares auspiciado por Naciones Unidas y aprobado en Nueva York el 7 de julio de 2017, de una manera más decidida. Es preocupante el hecho de que nuestro Gobierno no se haya adherido a la iniciativa mundial de supresión definitiva de estas armas de destrucción masiva o por qué no se ha hecho, al menos, una declaración pública favorable a dicha adhesión.