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Una idea sobre el Mundial 2030

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Resulta evidente que cuando los políticos de esta Región se ponen a proyectar y presupuestar infraestructuras, hay que echarse a temblar. Baste como ejemplo el aeropuerto de Corvera o la desaladora de Escombreras. Ahora andan enfrascados en pelear por que el estadio Enrique Roca -antes Nueva Condomina- pueda albergar partidos del Mundial de fútbol que se disputará en 2030 en España, Portugal, Marruecos, Argentina, Uruguay y Paraguay. 

Echando cálculos, la inversión en la capital murciana rondaría, como poco, los 70 millones de euros para, entre otras cosas, ampliar la capacidad del graderío en más de 10.000 asientos, colocar un videomarcador de 360º, construir un anexo de tres plantas en unos 15.000 metros cuadrados o acondicionar el aparcamiento, entre otras muchas mejoras necesarias. El Ayuntamiento quiere una implicación efectiva de la Comunidad Autónoma y del Estado para firmar el denominado Contrato FIFA. Pero unos y otros no terminan de ponerse de acuerdo, en especial los moradores de la Glorieta y San Esteban, aun siendo de la misma cuerda. Y ya no digamos los de La Moncloa.

Inaugurado en 2006, el estadio murciano tiene una capacidad que ronda las casi 32.000 localidades, asientos que prácticamente nunca se han cubierto en su totalidad. Para colmo, el equipo titular del mismo, el Real Murcia, ha vivido a lo largo de estos años sumido en una travesía del desierto, de la que aún no se ha recuperado, instalado en la Primera RFEF pero jugando en un campo que ya quisieran muchos equipos de la Liga. Y luego está el componente de atracción futbolística para los que argumentan los pingües ingresos que uno o dos partidos del Mundial 2030 pudieran reportar a Murcia a través de la llegada de aficionados y turistas. Porque, ¿se imaginan ustedes un encuentro entre una selección africana y otra asiática en el Enrique Roca? Por ejemplo, un Senegal-Irán. O un Túnez-Corea del Sur. Ya no es solo el atractivo en lo meramente deportivo, es que me cuesta imaginar una riada de personas que llegaran procedentes de esos países y la de euros que dejarían en las arcas de los hoteles y restaurantes de la ciudad y alrededores.

Sinceramente, emprender una inversión de esa envergadura en un proyecto que no deja de ser aventurado me parece arriesgado, si no quimérico. A ello hay que añadir que estas infraestructuras no se llegarán a amortizar en un futuro más o menos inmediato, si tenemos en cuenta que no hay visos de que el Real Murcia consiga salir, digamos a medio plazo, del pozo en el que se encuentra: la tercera división del fútbol español. Ahí quedaría, de nuevo, un magnífico estadio para la posteridad y admiración de todos. Pero poco más. Lo cierto es que suenan con insistencia los cantos de sirena cual vendedores de mantas al estilo Ramonet. Pero no veo a Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Brasil o Argentina pisando el césped de la Nueva Condomina. Igual esos más de 70 millones se podrían invertir en mejorar los colegios o el transporte público. Es solo una idea. Aunque pueda resultar antimurciano para algunos.

Resulta evidente que cuando los políticos de esta Región se ponen a proyectar y presupuestar infraestructuras, hay que echarse a temblar. Baste como ejemplo el aeropuerto de Corvera o la desaladora de Escombreras. Ahora andan enfrascados en pelear por que el estadio Enrique Roca -antes Nueva Condomina- pueda albergar partidos del Mundial de fútbol que se disputará en 2030 en España, Portugal, Marruecos, Argentina, Uruguay y Paraguay. 

Echando cálculos, la inversión en la capital murciana rondaría, como poco, los 70 millones de euros para, entre otras cosas, ampliar la capacidad del graderío en más de 10.000 asientos, colocar un videomarcador de 360º, construir un anexo de tres plantas en unos 15.000 metros cuadrados o acondicionar el aparcamiento, entre otras muchas mejoras necesarias. El Ayuntamiento quiere una implicación efectiva de la Comunidad Autónoma y del Estado para firmar el denominado Contrato FIFA. Pero unos y otros no terminan de ponerse de acuerdo, en especial los moradores de la Glorieta y San Esteban, aun siendo de la misma cuerda. Y ya no digamos los de La Moncloa.