Se da una falta de integridad enorme que provoca tanto incredulidad como desasosiego cuando alguien afirma una cosa y actúa mostrando lo contrario.
Estos días atrás nos quedamos perplejos ante la decisión de la Consejería de Educación, con Esperanza Moreno al frente, quien envió a los centros educativos unas nuevas instrucciones para el inicio del curso. En ellas obliga a solicitar el permiso de las familias para cualquier charla o taller que forme parte de las actividades complementarias.
Al margen de que por ley estas actividades son obligatorias, estamos seguras de que todas las iniciativas que parten de los profesionales de la educación para formar a su alumnado nacen del deseo de ofrecer un refuerzo en la construcción de sus haberes en conocimiento y desarrollo personal. Porque las charlas sobre igualdad de género, educación vial, alimentación saludable, convivencia, diversidad sexual, de género y familiar, medioambiente, entre otros, fortalecen lo mejor de nuestras personalidades y nuestra manera de estar en el mundo.
Quizá si nos sobrara conocimiento en todos estos asuntos, el esfuerzo por organizar estas actividades sería innecesario, pero se da la circunstancia de que seguimos siendo una sociedad carente de ciertos saberes y conciencias. Tal y como demuestran las estadísticas, siguen existiendo las violencias machistas; tal y como vemos cotidianamente no hay conciencia en el cuidado hacia el medio ambiente, mostrándonos muchas veces como depredadores del entorno; tal y como recogen los estudios sobre violencia por LGTBIfobia siguen dándose demasiados casos de bullying por orientación sexual o de género que llegan incluso al suicidio de las víctimas, y aún hay demasiados casos de rechazo familiar hacia los hijos e hijas que no son heterosexuales; tal y como sabemos, el racismo y la xenofobia es un mal que no hemos conseguido erradicar.
Y no son los menores quienes perpetúan toda esta falta de conciencia y educación en valores de respeto e igualdad; son sus adultos, los que disponen de sus vidas libremente y en el uso legítimo de esa libertad atentan contra éstos. Y son esos adultos los que desean que no se cambie esa manera de vivir en sociedad, que daña la convivencia, que daña nuestros ecosistemas y que pretenden reproducir en su descendencia .
Tras el envío de las desafortunadas instrucciones, que deja en manos de las familias la formación y educación en valores de convivencia y otros asuntos de vital importancia, los colectivos LGTBI hemos ejercido nuestro deber de defensa del respeto debido hacia los menores que son parte de la población LGTBI, y que permanecen indefensos frente a la pasividad de las administraciones, sobre todo en nuestra Región de Murcia, que ha abandonado la no-acción para entrar directamente en el rechazo a mejorar el estado de las cosas.
La educación es un derecho, no es una opción en manos de subjetividades, eso nos engrandece como sociedad. Lo contrario nos empequeñece.
Lo más grave de todo ello no es esa minoría social que continúa estigmatizando a las personas gays, lesbianas, bisexuales o trans, el estigma que ha motivado todo este revuelo y por el que han conseguido que cualquier formación complementaria venga censurada o no por las familias, pretendiendo imponerse a lo que todo sentido común exige y nuestras leyes defienden. No. Lo más grave es que esta demanda tan irracional ha sido secundada por los dos partidos que nos gobiernan: PP y Ciudadanos. Del primero ya conocemos su nulo interés con la igualdad. Del segundo, lo que estamos viendo es una descarada y dolorosa falta de compromiso, que choca de frente con sus palabras y sus promesas.
Desconozco las bondades del partido (Cs) que hoy ocupa la Vicepresidencia y la Consejería de Igualdad, Mujer, LGTBI, Familia y Política Social de nuestro gobierno regional y su consejera, Isabel Franco. La desconozco porque hasta ahora no ha demostrado nada digno de llamarse “bueno”. Las palabras se las lleva el viento, a una manifestación puede ir cualquiera para figurar, hacerse con una bandera arcoiris no representa al colectivo, una reunión bien fotografiada no es un acto que provoque un cambio.
Sin embargo, dar cobertura y apoyo a un acto político de gran calado como es frenar el desarrollo educativo de esta región sí es significativo y provoca un impacto. Provoca la desconfianza, provoca que aquellos que perpetúan las más burdas irracionalidades del sistema, triunfen.
El maquillaje no disimula la fealdad. Me temo que el título “Mujer, Igualdad, LGTBI, Familia y Política Social” le viene enorme.