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¿Es tan mala la situación del campo en la Región de Murcia? La paradoja de los fondos de inversión

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Las últimas protestas de muchos agricultores y ganaderos en distintos países, continuación de muchas otras, nos trasmiten a la ciudadanía una situación del gran malestar que hay en los sectores más desfavorecidos de la agricultura y la ganadería. Las noticias se suceden desde hace tiempo: precios muy bajos para los agricultores, pero precios demasiado altos para los consumidores, elevados costes para la producción que no pueden repercutir en los precios, limones por los suelos (como tantas veces), acusaciones a intermediarios y a la gran distribución por incrementar los precios desmesuradamente, falta de agua, quejas por las exigencias medioambientales, por la excesiva burocracia, por las importaciones de países que compiten con las producciones de aquí, por los acuerdos de libre comercio,… Una serie de reivindicaciones a los que se añaden, a río revuelto, las que tienen en la agenda diversos grupos que se activan en circunstancias especiales, como la cercana convocatoria de las elecciones europeas.

Ahora, cientos de tractores en las carreteras, bloqueos de vías de comunicación o de instalaciones, agitación en los medios y en las redes sociales; y en nuestra región a la cabeza un estrambótico dirigente de un colectivo desconocido hasta ahora pero que tiene claras influencias de la extrema derecha. También el cabreo sincero de quienes están demasiado tiempo con la soga al cuello y no ven salida y, sorprendentemente, el de quienes no quieren ningún límite a sus ganancias. Sí, la realidad del “campo” es variada y compleja: ¿es una campesina con problemas económicos Natalia Corbalán CEO de la Fundación Ingenio y portavoz de la plataforma SOS Rural que agrupa a una amalgama de grupos ultraconservadores que dicen defender el campo? ¿son agricultores con intereses comunes José Francisco Velasco García, dueño del grupo El Ciruelo con 3.000 ha cultivadas en nuestra región, en la provincia de Almería y en Brasil y los miles de personas que se dedican a la agricultura o a la ganadería a tiempo parcial porque no podrían vivir solo de su trabajo o quienes tienen en propiedad o arriendan una superficie con la que sus padres podían vivir pero ellos por más que trabajen se ven obligados a dejar de producir?

¿Es tan mala la situación del campo en la región de Murcia?: para el gobierno de la Comunidad y para la agroindustria el sector agrario de la región es un modelo para todo el mundo: “La región de Murcia es la huerta de Europa”, dicen una y otra vez. “El sector representa la tercera parte de la industria regional y aporta el 30% de las exportaciones de la Región y cerca del 10% de las ventas al exterior de toda España”, “La industria alimentaria representa un 20% del PIB de la Región de Murcia”.

Y no es una situación exclusiva de nuestra región: “La renta agraria crece un 11’1 % en España y supera en 2023 los 31.900 millones de euros”. “España se posiciona como cuarta potencia agroalimentaria a nivel europeo y décima a nivel mundial”. “España dobla en diez años el valor de sus exportaciones agroalimentarias”.

El sector agroalimentario está sometido a normativas comunes para los estados de la UE con la particularidad de que la UE lo considera esencial, por lo que es el principal sector en cuanto a ayudas económicas. Sin embargo, esas ayudas se disponen de forma que se crea un mercado agroalimentario que además de ser autosuficiente para la UE pueda competir con las mayores corporaciones a nivel mundial: así las ayudas van preferentemente a las empresas más grandes y más competitivas que dejan en el camino a las más pequeñas. Para ello se hace necesario aumentar la superficie agrícola, las dimensiones de las granjas, la inversión en maquinaria y en tecnologías avanzadas, contratar a personal técnico y de gestión que les ayudarán a conseguir más subvenciones, a poder realizar los exhaustivos trámites y requisitos empresariales, a dedicar esfuerzos y dinero en un buen marketing, a hacer lobby ante administraciones y políticos. Aumentar la producción, vender cada año más, exportar más; y para ello se necesita financiación, unirse a otras empresas para tener más cuota de mercado, comprar empresas, vender parte de la empresa para conseguir financiación. Siempre más y más. Y si no se tiene capital propio se consigue en el mercado de capitales: ahí están los fondos de inversión, ávidos de entrar en empresas que huelen a buen negocio en poco tiempo, que los inversores quieren dividendos pronto. Y en el camino los daños colaterales se manifiestan en la muerte de quienes no pueden competir con esas condiciones. Ese es el proyecto que la UE como buen gestor de los intereses del capital alienta y desarrolla.

Vivimos en momentos en los que la globalización llega a todos los rincones del planeta y aumenta el poder de las grandes corporaciones que controlan, además, los poderes de los estados y de los medios de comunicación. Ellas marcan el camino de la economía mundial en función de sus intereses. La competencia es extrema pero tienen medios económicos para eliminar la de quienes están en desventaja; y si no pueden con la competencia se alían con parte de ella para forma grupos cada vez más potentes. Les va muy bien. Y quieren que les vaya mejor. La UE les facilita el camino.

Y para que no les falte de nada, el capital privado acude para participar en el negocio. En nuestra región, el aterrizaje a mayor escala de los fondos especulativos ha recalado en empresas con expectativas de negocio a corto y medio plazo con sede social en distintos municipios. Fondos como Black Pearl, Nexxus Iberia, Magnum, Solum Partners, MCH y otros han invertido cientos de millones de euros en empresa del sector, como Mensajero Alimentación, Marnys, Prosur, Frutas Esther, Probelte, Amaco, Frutas Naturales, Grupo El Ciruelo, Mundeco, Moyca, Frutas Esther. En otros casos ha sido la fusión de varias empresas lo que ha dado lugar a una corporación con mayor capacidad empresarial. No solo la inversión ha ido a empresas de la agroindustria, también en la logística y transporte tan necesario en la exportación, como Primafrío o El Mosca.

“Hay un creciente número de inversores que se está lanzando a comprar empresas del sector primario y terrenos agrícolas simplemente porque son rentables y se han convertido en un producto de inversión” se decía en un artículo de este diario en el 2022. No son solo grandes inversores, también actúan otros del mismo sector agrario o fuera de él que esperan encontrar la rentabilidad que les prometen. El agronegocio, el agrobusiness, se impone.

Otros, con empresas más pequeñas o autónomos agrarios en dificultades, difícilmente encuentran la inversión necesaria para sobrevivir y deben cerrar el negocio, vender o alquilar sus tierras. Los más excluidos, los trabajadores y trabajadoras del campo y de los almacenes ni siquiera pueden intentar salvarse ¿alguien de los que se le llena la boca con la defensa del campo se acuerda de ellos? ¿qué repercusión tienen en los medios las luchas de jornaleros inmigrantes por su regularización?, ¿quién se acuerda de los cientos de trabajadores despedidos por el cierre de tantas empresas que no han podido competir en estos últimos años?: Agroherni en Fuente Álamo, Pigainsa, Natural Salade, Niño del Campo y La Hermita en Lorca, Charentais y Cano Nature en Torre Pacheco, Agrasa en Águilas, Halcon Foods en Mula, Conservas Fernández-La Diosa en Calasparra, Frutas Armero en Lorquí y otras—. ¿Estas personas no son el campo? Entonces, “Somos la mejor tierra del mundo para vivir y también para invertir”, que decía Lopez Miras, ¿no es una paradoja porque estas inversiones extraen capital y recursos de la región para hacer una tierra peor para vivir?

Lo que sucede estos días no es nada nuevo. Refleja que en toda Europa la seguridad alimentaria que se persigue ha venido a ser inseguridad para la mayor parte de los agricultores y ganaderos, alimentos más caros, medio ambiente más castigado, suelos más empobrecidos, trabajadores en condiciones precarias, dominio del sector por unas pocas corporaciones a costa de las empresas más modestas y entrada del sector especulativo. Y no es nada nuevo; desde la primera “Guerra de los tractores” del 18 de febrero de 1977 exigiendo, también, precios justos, se han sucedido muchas formas de protesta del mundo rural. Y es que como consecuencia del sistema económico imperante el número de personas con dedicación a la agroganadería disminuye: “En España desaparecen cada diez años un 10% de las explotaciones (las más pequeñas), ”Cada año en España unos 2.600 agricultores autónomos cierran sus explotaciones por la pérdida de rentabilidad“. ”España camina hacia una agricultura sin agricultores. “Cultivos cada vez más grandes y en menos mano”.

Y en esta situación vemos como se extienden las protestas con reivindicaciones diversas pero que se centran en la situación desesperada de muchos y con lemas a veces desenfocados: “Nuestro final será vuestra hambre” dicen en una pancarta sobre un tractor en estos días. ¿Se refieren a quienes abusan desde posiciones privilegiadas en la cadena de alimentación para que se les pague el menor dinero posible? ¿Quizás a los responsables directos del aumento de precios de maquinaria, fertilizantes, fitosanitarios, gasóleo, electricidad…? ¿Será a la banca y fondos de inversión que hacen imposible la competencia con quienes sí pueden recibir financiación? ¿O es contra la población que no les secunda en la medida que quieren? También la llamada Agenda 2030 que promueve algunas medidas ambientales está en la diana de los sectores más conservadores, entones ¿Usar más fitosanitarios para igualarse con países de fuera de la UE es positivo? ¿Negar los problemas que se causa al Mar Menor es un objetivo? ¿Dejarse llevar por una plataforma que dice representar a todos pero cuya portavoz ha sido dirigente de Vox y acordar con transportistas cuyo líder sigue la agenda política de aquél partido es lo que pedís que apoyemos?

Estoy seguro que una mayoría de personas valoramos a quienes nos proporcionan los alimentos diarios, porque conservan el territorio que les hace posible seguir produciendo, porque son depositarios de un inmenso bagaje cultural y patrimonial ligado al territorio, porque, a pesar de todo, preservan la biodiversidad, porque no queremos una agricultura sin agricultores ni agricultoras y llena de especuladores. Estoy seguro que las reivindicaciones básicas que proponen: precios justos, simplificación de la burocracia, control de la cadena alimentaria, oposición a los tratados de libre comercio o la prohibición de utilizar suelos cultivables para fines no agrícolas, son apoyadas por la mayoría de la sociedad. 

Por eso hoy y siempre quienes queremos un sistema agroalimentario desde las personas y para todas, que respete la naturaleza y los recursos naturales, que proporcione un trabajo digno a quienes trabajen en él, que se base más en la cooperación y menos en la competencia, que permita la planificación en función de las necesidades de todos los sectores de la sociedad y no exclusivamente de quienes solo ven oportunidades de negocio y que participe en la necesaria lucha ante la emergencia climática, tenemos que apoyar un nuevo modelo agroalimentario que lo haga posible. Con tractores, o mejor sin ellos. Desde dentro y desde fuera.

Las últimas protestas de muchos agricultores y ganaderos en distintos países, continuación de muchas otras, nos trasmiten a la ciudadanía una situación del gran malestar que hay en los sectores más desfavorecidos de la agricultura y la ganadería. Las noticias se suceden desde hace tiempo: precios muy bajos para los agricultores, pero precios demasiado altos para los consumidores, elevados costes para la producción que no pueden repercutir en los precios, limones por los suelos (como tantas veces), acusaciones a intermediarios y a la gran distribución por incrementar los precios desmesuradamente, falta de agua, quejas por las exigencias medioambientales, por la excesiva burocracia, por las importaciones de países que compiten con las producciones de aquí, por los acuerdos de libre comercio,… Una serie de reivindicaciones a los que se añaden, a río revuelto, las que tienen en la agenda diversos grupos que se activan en circunstancias especiales, como la cercana convocatoria de las elecciones europeas.

Ahora, cientos de tractores en las carreteras, bloqueos de vías de comunicación o de instalaciones, agitación en los medios y en las redes sociales; y en nuestra región a la cabeza un estrambótico dirigente de un colectivo desconocido hasta ahora pero que tiene claras influencias de la extrema derecha. También el cabreo sincero de quienes están demasiado tiempo con la soga al cuello y no ven salida y, sorprendentemente, el de quienes no quieren ningún límite a sus ganancias. Sí, la realidad del “campo” es variada y compleja: ¿es una campesina con problemas económicos Natalia Corbalán CEO de la Fundación Ingenio y portavoz de la plataforma SOS Rural que agrupa a una amalgama de grupos ultraconservadores que dicen defender el campo? ¿son agricultores con intereses comunes José Francisco Velasco García, dueño del grupo El Ciruelo con 3.000 ha cultivadas en nuestra región, en la provincia de Almería y en Brasil y los miles de personas que se dedican a la agricultura o a la ganadería a tiempo parcial porque no podrían vivir solo de su trabajo o quienes tienen en propiedad o arriendan una superficie con la que sus padres podían vivir pero ellos por más que trabajen se ven obligados a dejar de producir?