Una de las grandezas de este oficio ha sido poder conocer, incluso compartiendo mesa y mantel en ocasiones, a aquellos profesionales que uno admiró desde pequeño. Es el caso, por ejemplo, de Joaquín Soler Serrano, Emilio Romero, Juan Luis Cebrián, Juan Manuel Gozalo y, por supuesto, Santiago Peláez. A este último, le agradezco su generosidad pensando en mí para colaborar en la presentación el pasado viernes de su libro, Así, como suena. Memorias desvergonzadas de un periodista de RTVE.
Santiago Peláez es parte de la historia de “nuestra casa”, como él la define en la dedicatoria que de su puño y letra me ha brindado de forma entrañable. A ella llegó en 1973, procedente de la revista La Actualidad Española. Pronto saltó a la pequeña pantalla presentando la información deportiva en los Telediarios, como aquel de Lalo Azcona. Otro grande, José Antonio Plaza, le dio el testigo para dirigir y presentar 625 líneas, espacio emblemático de TVE. En RNE ostentó jefatura, con la inolvidable Pilar Miró, y presentó los legendarios Radiogaceta de los deportes y Tablero deportivo, así como también otros programas de información general. Ha estado presente en varios Juegos Olímpicos y Mundiales de fútbol o atletismo, con distintas responsabilidades.
Peláez conserva esa voz inconfundible de los buenos profesionales de la casa, como fueron Matías Prats, Juan Antonio Fernández Abajo, Joaquín Díaz Palacios o Joaquín Ramos, verdaderos maestros de la palabra. “Grave, bien timbrada, modulada y llena de matices”, como acertadamente la define el periodista Carlos Toro en el prólogo de estas memorias. Siempre ha sido Peláez un periodista riguroso, para el que la objetividad es fundamental en el oficio. Y un pozo sin fondo de anécdotas, a cuál más original y sorprendente.
Hay un recuerdo que tengo de él, y que le mencioné hace poco, independientemente de sus intervenciones en los programas deportivos de RNE, que yo solía seguir como fiel aficionado al fútbol y otras disciplinas. Fue una tarde de sábado, viajando con mi padre en nuestro coche; sería a finales de los 70 o principios de los 80, escuchando una entrevista telefónica de Santiago al gran Jesús Hermida, que entonces veraneaba en el Puerto de Mazarrón. Era un programa vespertino en el que ambos repasaron la trayectoria del periodista onubense. Al concluir la charla, Peláez lo despidió agradeciéndole que le hubiera atendido solícito, en medio de sus vacaciones, viejos amigos como eran de los tiempos como reporteros en La Actualidad Española. Nunca olvidaré la respuesta de Hermida, alguien que ya lo había sido casi todo en los diarios Pueblo e Informaciones o en RNE y TVE desde la corresponsalía de Nueva York: “Gracias a ti por la oportunidad”, contestó, en un gesto de modestia que a mí me impactó bastante.
Peláez es también un tipo modesto, a pesar de subtitular estas memorias de desvergonzadas, en algo que yo interpreto como un ejercicio de desinhibición tras su alejamiento forzoso de la empresa por el ERE de 2007. Coincido con él en que querer a alguien no significa ser incondicional y obviar sus defectos y en que por RTVE han desfilado, a lo largo de su historia, grandes profesionales, tan admirables como admirados, así como también mediocres zánganos oportunistas. Ello no implica que le agradezcamos, como empresa que un día nos acogió en su plantilla, ser lo que somos y cómo somos. Y que sigamos defendiendo una radiotelevisión pública libre, independiente y plural, sin ataduras al poder político de turno, algo que, en este país, siempre a algunos se les antojó acaso una quimera.
Una de las grandezas de este oficio ha sido poder conocer, incluso compartiendo mesa y mantel en ocasiones, a aquellos profesionales que uno admiró desde pequeño. Es el caso, por ejemplo, de Joaquín Soler Serrano, Emilio Romero, Juan Luis Cebrián, Juan Manuel Gozalo y, por supuesto, Santiago Peláez. A este último, le agradezco su generosidad pensando en mí para colaborar en la presentación el pasado viernes de su libro, Así, como suena. Memorias desvergonzadas de un periodista de RTVE.
Santiago Peláez es parte de la historia de “nuestra casa”, como él la define en la dedicatoria que de su puño y letra me ha brindado de forma entrañable. A ella llegó en 1973, procedente de la revista La Actualidad Española. Pronto saltó a la pequeña pantalla presentando la información deportiva en los Telediarios, como aquel de Lalo Azcona. Otro grande, José Antonio Plaza, le dio el testigo para dirigir y presentar 625 líneas, espacio emblemático de TVE. En RNE ostentó jefatura, con la inolvidable Pilar Miró, y presentó los legendarios Radiogaceta de los deportes y Tablero deportivo, así como también otros programas de información general. Ha estado presente en varios Juegos Olímpicos y Mundiales de fútbol o atletismo, con distintas responsabilidades.