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La memoria incómoda. Badajoz, 14 de agosto 1936

La matanza de Badajoz en un periódico francés
8 de agosto de 2021 06:00 h

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Hasta noviembre de 2018 en la actual calle de Vistabella, Periodista Enrique Llanes, podía verse la placa con el apellido de uno de los más feroces militares fascistas sublevados contra la II República: el general Yagüe, conocido como el “carnicero de Badajoz”, personaje que para escarnio y vergüenza de cualquier demócrata, da nombre también a una de las fundaciones franquistas. En nuestra región son muchos los municipios entre los 1.400 que en todo el Estado aún tienen vías públicas dedicadas a Yagüe, Calvo Sotelo, Sanjurjo, Millán Astray, José Antonio, Onésimo Redondo, Francisco Franco, etc... calles y plazas que han de sustituir sus nombres al amparo de la nueva Ley de Memoria Democrática, cuyo principal objetivo es situar en primer plano a las víctimas de la dictadura franquista, habida cuenta de que la anterior ley de Memoria promovida por Zapatero en 2007 se quedó a medias  consiguió muy poco, ya que existe un vacío legal que no obliga a cumplirla. 

¿Para qué la Ley entonces? En este asunto todo depende de la voluntad de los gobiernos municipales; y su exigua aplicación no deja de ser un indicador de nuestra escasa calidad democrática, como demuestra la desidia (cuando no la connivencia) de los sucesivos gobiernos municipales que no se han molestado en algo tan “nimio” o han repuesto nombres franquistas retirados por el anterior concejo, como han hecho PP y Cs en Córdoba, por ejemplo.  

Es intolerable que todavía hoy en España se pretenda dar el nombre de un golpista como fue Juan de la Cierva al aeropuerto de Corvera y sean homenajeados asesinos fascistas como Queipo, Mola, el mismo Franco, o el general Yagüe. 

Este último (que aún tiene 32 calles en toda España) fue el responsable de lo que la prensa extranjera conoció como la “matanza de Badajoz” de la que este 14 de Agosto se cumplen 85 años y de la que afortunadamente tenemos noticias directas gracias al valioso testimonio de unos cuantos periodistas extranjeros; a saber,  Jay Allen, corresponsal del Chicago Tribune, Mario Neves del Diario de Lisboa, René Brut de la Pathé Journal, Marcel Dany, de la Agencia Havas, Jaques Berther corresponsal de Temps. Jean d’Esme de L'Intransigeant, y John T. Whitaker del New York Herald Tribune.

La aportación de estos reporteros es capital, ya que a la realidad histórica que fue la “matanza de Badajoz” en agosto de 1936, los historiadores franquistas opusieron ( y siguen oponiendo) la “leyenda de Badajoz”, en un exitoso y persistente empeño de ocultar la verdad negando los espeluznantes hechos o atribuyéndolos a las exageraciones de la “propaganda roja”; por ejemplo, la “fiesta” que se montó en la plaza de toros con un enfervorizado público de derechas ocupando los tendidos para aplaudir y jalear el fusilamiento de los republicanos que entraban al ruedo manos en alto o atados. Tal fiesta nunca existió, pero sí los ametrallamientos en masa en la arena de esa desaparecida plaza de toros, en cuyo solar se levantó por empeño personal de Rodríguez Ibarra (entonces presidente socialista de Extremadura) un Palacio de Congresos, en un alarde de desprecio por la memoria histórica propio del PSOE de Felipe González.  

Francisco Espinosa, escribe en La Columna de la Muerte (Crítica, Barcelona 2020): “La plaza de toros de Badajoz y la matanza que allí tuvo lugar forman parte de la memoria incómoda, y su final, su transformación en aséptico palacio de congresos, demuestra simplemente -al cuarto de siglo de la muerte del dictador- que no se sabía qué hacer con ella.”  

La plaza de toros ya no existe, pero queda el testimonio de los reporteros: 

Jay Allen se encontraba en Torremolinos el 18 de julio de 1936. Pocos días después (27 de julio), consiguió entrevistar a Franco en Tetuán. A raíz de la entrevista, Allen publicó un artículo con la siguiente conversación:

Allen: «¿Durante cuánto tiempo se prolongará la situación ahora que el golpe ha fracasado?»

Franco: «No puede haber ningún acuerdo, ninguna tregua. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio».

Allen: «¿Significa eso que tendrá que fusilar a media España?»

Franco: «He dicho a cualquier precio».

El periodista no tardaría en constatar que el general  hablaba en serio. El plan B de los golpistas era una guerra de exterminio, como explicaba Mola el 31 de julio de 1936 en Radio Castilla de Burgos: “Yo podría aprovechar nuestras circunstancias favorables para ofrecer una transacción a los enemigos; pero no quiero. Quiero derrotarlos para imponerles mi voluntad, y para aniquilarlos.”  

El terrible debut tuvo lugar en Badajoz en agosto de 1936. Falangistas, voluntarios derechistas, guardias civiles que cambiaron de bando, 2.250 legionarios y 750 regulares marroquíes cometieron todo tipo de salvajadas. Desde Elvas (Portugal), donde se alojó tras ser testigo de la masacre de Badajoz, Allen relató la brutal represión contra la población tras la ocupación de la ciudad por los sublevados. El 30 de agosto de 1936 El Chicago Tribune publicó este artículo, titulado «Slaughter of 4,000 at Badajoz, City of Horrors» (Matanza de 4.000 en Badajoz, ciudad de los horrores), crónica considerada una de las más importantes de la historia del periodismo de guerra:

“Esta es la historia más dolorosa que me ha tocado escribir. La escribo a las cuatro de la madrugada, enfermo de cuerpo y alma… Miles fueron asesinados sanguinariamente después de la caída de la ciudad. Desde entonces de 50 a 100 personas eran ejecutadas cada día. Los moros y legionarios están saqueando. Pero lo más negro de todo: la policía internacional portuguesa está devolviendo gran número de gente y cientos de refugiados republicanos hacia una muerte certera por las descargas de las cuadrillas rebeldes...”

El joven periodista portugués Mario Neves describe (Diário de Lisboa, 15 de agosto) la presencia en Badajoz de una columna de humo en constante combustión. Era el modo en que los golpistas pretendían deshacerse de los cuerpos de las personas que estaban siendo asesinadas:

“Acabo de presenciar tal espectáculo de desolación y de pavor que tardará en borrarse de mis ojos...Hace diez horas que la hoguera arde. Un olor horrible nos penetra en la nariz a tal punto que casi nos revuelve el estómago. Se oye de vez en cuando una especie de crepitar siniestro de la madera. Ningún artista, por genial que fuera, sería capaz de reproducir esta impresionante visión dantesca (…). En el fondo, en un agujero cavado en la tierra se encuentran, sobre travesaños de madera, semejantes a las que se usan en las líneas férreas, en una extensión tal vez de cuarenta metros, más de 300 cadáveres, en su mayoría carbonizados.”

El cronista pudo preguntar a Yagüe sobre la matanza y la existencia de al menos 2.000 muertos, ante lo que este le espetó: «No deben ser tantos...», sin negar la masacre en ningún momento, según cuenta.

René Brut, de la Pathé Journal, pudo burlar la censura franquista para sacar fuera de España las famosas imágenes grabadas en Badajoz, entre ellas, las escenas de numerosos cuerpos ya sin vida en el cementerio de San Juan o el cementerio viejo. 

Los golpistas se alarmaron y reforzaron la censura. Se preguntaban ¿qué pensarían en París cuando vieron la película enviada por Brut con los muertos en los paredones y las hileras de cadáveres calcinados o esperando serlo en el cementerio de Badajoz? Esas imágenes , escribió tiempo después otro periodista (Peter Wyden), eran una premonición de Auschwitz. 

Posiblemente Badajoz sea la ciudad española que, en relación con su población, sumó un mayor número de personas asesinadas a consecuencia del golpe militar. Francisco Espinosa (op.cit.) documenta hasta 1.500 personas víctimas de la represión en el mes de agosto de 1936, con nombres y apellidos. Los historiadores piensan que la cifra se duplicó, pues muchos nunca fueron registrados. 

La matanza de Badajoz en agosto de 1936 fue, además de un ensayo general para la guerra de exterminio, un escarmiento a petición de los terratenientes y una señal de lo que debía esperar el resto de las zonas republicanas. En efecto, en Extremadura parecía que la reforma agraria iba a prosperar; y algo más que la ideología hizo reaccionar a los grandes propietarios.

 Todavía hay quien se pregunta para qué sirve esto de la Memoria. Cuando se habla de “superar las heridas de la guerra por el olvido” se está cometiendo un gran error y sobre todo una tremenda injusticia con los que dieron su vida y fueron perseguidos por defender la República y una sociedad más justa que superara las atroces condiciones de los trabajadores y las clases más desfavorecidas. 

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