No sé si Francisco Morales González, el que fuera vicealcalde de Lorca hasta el viernes en que fue cesado, habrá visto Tarde de perros, la magnífica película de Sidney Lumet. Confieso que cada vez que leo u oigo que alguien se ha atrincherado en algún lugar, recuerdo a Sonny y Salvatore, aquellos pobres diablos interpretados por los geniales Al Pacino y John Cazale, dentro del banco que pretendían robar, rodeados de rehenes y con la policía a las puertas dispuesta a echarles el guante.
Morales dio una tarde de perros a más de uno cuando, el otro día, decidió permanecer en su despacho por espacio de unas 7 horas, destruyendo el contenido del disco duro de cinco ordenadores. Lo cierto es que, a su salida, y preguntado por los periodistas, no lo negó, alegando que se trataba de “información personal”. Mucha debía ser esta, teniendo en cuenta el tiempo que empleó en su labor.
Paco Morales es un personaje singular, como muchos con los que Ciudadanos ha tenido a bien obsequiar a la vida política de esta Región a lo largo de su historia reciente. Llegó a encabezar la lista de su partido, sin pasar por primarias, porque a su antecesor, Antonio Meca, le dijeron en la dirección que no daba el perfil “ni físico ni político” para repetir. Su primer zigzagueo lo protagonizó en 2019 cuando, por sorpresa y una hora antes de la votación, decidió apoyar al candidato socialista Diego José Mateos para la alcaldía en detrimento del popular Fulgencio Gil, con el que había negociado. Su voto resultaba decisivo para desequilibrar el empate a diez concejales entre PP y PSOE. Por su parte, Vox e IU-Verdes obtuvieron dos ediles para cada formación, lo que hacía suponer que sus votos irían para la derecha, en el primer caso, o la izquierda, en el segundo.
Una de las primeras polémicas de Morales, gerente de un centro de ocio en Murcia, llegó a la hora de poner precio a su apoyo a los socialistas: un sueldo de más de 50.000 euros anuales, a pesar de no tener dedicación plena, y las responsabilidades en Economía, Turismo, Industria, Comercio, Artesanía y Empresas Municipales. Ahí es nada. Y el PSOE, lógicamente, tragó, tras 12 años de sucesivas mayorías absolutas del PP. A continuación, contrató a su propia hermana como asesora, con una salario de más de 30.000 euros al año, circunstancia que denunció un medio informativo y que le obligó a dar marcha atrás en sus pretensiones de tenerla cerca de su despacho.
Durante la DANA de septiembre de 2019, inundaciones que afectaron gravemente a zonas del término municipal de Lorca como Campillo o Torrecilla, Morales se encontraba disfrutando de la Feria de Albacete, circunstancia que fue muy criticada por el resto de partidos en la corporación, ratificando esa presencia la aparición de una factura del Gran Hotel de la ciudad manchega, de fecha 15 de ese mismo mes, en concepto de una noche, en habitación doble de uso individual, por importe de 250 euros.
Abogado y economista- según su perfil de Linkedin-, administrador de empresas, guitarrista y árbitro de fútbol en Tercera División, del polifacético Paco Morales, nacido en 1992, se dice que tiene un afán de protagonismo desmedido, el mismo que le llevó a vestirse de Julio César, subido en una cuadriga, en las procesiones del Paso Azul; de Alfonso X el Sabio, el día del patrón de la ciudad, o de sultán durante un mercadillo intercultural. Nada nuevo en un partido donde el travestismo ha estado a la orden del día, en esta comunidad autónoma, a lo largo de la legislatura que ahora, por suerte, finaliza.
La gota que ha colmado el vaso ha sido un acto de promoción de la Semana Santa de Lorca, que iba a celebrarse el pasado 28 de febrero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y que finalmente se suspendió. Poco ha trascendido de lo que realmente ocurrió, pero lo que sí se sabe es que el montante del evento oscilaba entre los 80.000 y los 100.000 euros. El alcalde alegó “errores administrativos” al anunciar en rueda de prensa el cese de su número dos. Todo apunta a que los servicios jurídicos municipales detectaron, un día antes de la fecha en que estaba convocada la presentación, un posible fraccionamiento de contratos, una circunstancia similar que obligaba a suspender un congreso que posteriormente se iba a celebrar en Lorca sobre la figura del compositor y director de orquesta, el también lorquino Bartolomé Pérez Casas.
La ley es taxativa y prohíbe trocear contratos en la Administración pública y pasarlos por menores; esto es, firmar más de un contrato con una misma empresa si, sumados, superan los límites de estos últimos. Una vez que se llega al umbral, que se sitúa en 15.000 euros para suministros y 40.000 para obras -ambos sin incluir el IVA-, no se puede volver a contratar con la misma firma. Este sistema, que ha sido utilizado en muchos organismos desde tiempo atrás, no deja de ser una práctica para disimular este tipo de irregularidades que desembocan en consiguientes corruptelas.
Después del chusco episodio del viernes, Morales aún albergaba esperanzas de ser el candidato de Ciudadanos en las municipales del 28 de mayo, alegando que el alcalde Mateos, uno de los socialistas que mejor cartel tiene en la Región, lo había cesado por intereses electoralistas. Así se lo reconoció a sus más directos colaboradores y a los periodistas que lo esperaron con paciencia benedictina en la plaza de España. Mucho me temo que su carrera política puede estar finiquitada. Acaso, por si aún tiene dudas, cabría recomendarle, como hizo aquel ciego con su admirado Julio César, que se cuide de los idus de marzo.
No sé si Francisco Morales González, el que fuera vicealcalde de Lorca hasta el viernes en que fue cesado, habrá visto Tarde de perros, la magnífica película de Sidney Lumet. Confieso que cada vez que leo u oigo que alguien se ha atrincherado en algún lugar, recuerdo a Sonny y Salvatore, aquellos pobres diablos interpretados por los geniales Al Pacino y John Cazale, dentro del banco que pretendían robar, rodeados de rehenes y con la policía a las puertas dispuesta a echarles el guante.
Morales dio una tarde de perros a más de uno cuando, el otro día, decidió permanecer en su despacho por espacio de unas 7 horas, destruyendo el contenido del disco duro de cinco ordenadores. Lo cierto es que, a su salida, y preguntado por los periodistas, no lo negó, alegando que se trataba de “información personal”. Mucha debía ser esta, teniendo en cuenta el tiempo que empleó en su labor.