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Murcia, un barrio de Madrid

No sé si acabaran sumando, para algunos han empezado restando. La salida de Irene y alguno más ha supuesto una línea de tensión abierta. Solo Madrid es corte, pero para algunos es también España, de ahí el triunfo de Ayuso, la líder pop. Madrid es centro y región con partido, como Valencia, Barcelona, Aragón o Galicia. El regionalismo ha empeorado el reparto. No hay país para tanto paracaidista. No sé si crece el regionalismo o nace un nuevo tipo de federalismo. Veremos, me da que hay pulsiones que nunca se cierran, a la izquierda unitaria de tradición, tenemos el federalismo de solución tácita; es decir, asimétrico. En Murcia el único regionalismo es el del Partido Popular cuando no gobiernan ellos. Un problema. 

Si cada regionalismo tiene su espacio, a Podemos solo le quedan las periferias y allí la lucha ha sido encarnizada. Para quebrar la voluntad de poder solo hay dos pasos: jugar con la soberbia: ningún mando quiere ser despojado de su rango, figurado o real; y las expectativas: ningún general mantiene su gobierno sin premio a sus soldados. Belarra sabe que fuera de la política hace frío y ante el susto o muerte, sacrificio. Nadie sabe si en aras de un bien, que no tiene porque ser el común, puede ser el propio o el de la reina, por seguir con la metáfora del ajedrez. La emergencia se lleva a las primarias y consiente acuerdos. La pregunta es: ¿estamos ante un nuevo partido que configura un grupo parlamentario fuerte o uno que aspira a gobernar? 

En Murcia, Izquierda Unida imagino que se debe andar tirando de los pelos. Los votos los han puesto ellos, los concejales en la Región también, excepto uno; aunque los diputados los pone Podemos, tanto a la Asamblea, veremos si hay cambio, como al Congreso. Más Región no sabe a qué carta quedarse. Ni son miembros del Pacto del Turia, ni parece que vayan a dejarle algún hueco. El diputado de la lista plancha sigue.  La emergencia se ha comido la esperanza del cambio y veremos si no acaba por deglutir a los votantes. Yolanda entusiasma, el diputado no. A veces los partidos olvidan que, si bien los diputados tienen disciplina de voto, los electores poseen la libertad de votar o no hacerlo… cuidado con eso.

La que nos viene es gorda, no hay quien lo niegue, pero el juego no ha sido plato de gusto para todos y esto tiene sus problemas. En la derecha votan todos, en la izquierda no tanto, y entre los que no les gusta el acuerdo y no les place el diputado, un problema si no se movilizan, veremos si sucede. Desconozco el resultado que sobre el electorado tendrá los gobiernos firmados entre el PP y Vox. La desaparición de Ciudadanos, pactada antes de la convocatoria de elecciones por Sánchez, los deja con una economía saneada, aunque no se sabe para qué. ¿Qué es un partido que no se presenta a las elecciones?

Los éxitos del Gobierno, tan reconocidos en el exterior, están tapados en el interior. El PSOE solo es el PSOE para ciertos medios cuando está en la oposición, cuando gobierna es un ismo con nombre de persona: el felipismo, el zapaterismo, el sanchismo… curioso para la derecha como partido son necesarios, pero en la oposición. Hasta que llega Zapatero y les recuerda sus logros asertivamente.

La propensión de los ismos no es nueva, pero lo que antes fue propio del martilleo de un grupo mediático concreto y tirado al monte ahora lo son de las televisiones propiedad de los herederos de Berlusconi. El gobierno Meloni se mantiene gracias a aquellos. La alargada influencia italiana en España se nota en las empresas y sus empresarios. Entre ellas hemos de incluir al antiguo socio de Berlusconi, Urbano Cairo. Este tiene algunos problemas con Meloni, pero que en nada afectan a las editoriales de Unidad Editorial, la dueña de El Mundo. Entre tanto, al episcopado español no termina de gustarle el juego y la división de la herencia de Berlusconi sitúa a los franceses en la cancha. Cuidado con esas variables.

El electorado es rocoso, no sabe si alegrarse porque tiene un trabajo y le pagan mejor; enfadarse porque le han subido la hipoteca y los precios; cabrearse por la última guerra cultural diseñada por los medios; o tenerle miedo a quienes han olvidado que la última pandemia fue una zoonosis, que poco hablamos de las locuras de Vox. En todo caso ya saben, sin tele ni radios no hay partido y sin relato tampoco. Nos quedan seis semanas y tienen bola.

No sé si acabaran sumando, para algunos han empezado restando. La salida de Irene y alguno más ha supuesto una línea de tensión abierta. Solo Madrid es corte, pero para algunos es también España, de ahí el triunfo de Ayuso, la líder pop. Madrid es centro y región con partido, como Valencia, Barcelona, Aragón o Galicia. El regionalismo ha empeorado el reparto. No hay país para tanto paracaidista. No sé si crece el regionalismo o nace un nuevo tipo de federalismo. Veremos, me da que hay pulsiones que nunca se cierran, a la izquierda unitaria de tradición, tenemos el federalismo de solución tácita; es decir, asimétrico. En Murcia el único regionalismo es el del Partido Popular cuando no gobiernan ellos. Un problema. 

Si cada regionalismo tiene su espacio, a Podemos solo le quedan las periferias y allí la lucha ha sido encarnizada. Para quebrar la voluntad de poder solo hay dos pasos: jugar con la soberbia: ningún mando quiere ser despojado de su rango, figurado o real; y las expectativas: ningún general mantiene su gobierno sin premio a sus soldados. Belarra sabe que fuera de la política hace frío y ante el susto o muerte, sacrificio. Nadie sabe si en aras de un bien, que no tiene porque ser el común, puede ser el propio o el de la reina, por seguir con la metáfora del ajedrez. La emergencia se lleva a las primarias y consiente acuerdos. La pregunta es: ¿estamos ante un nuevo partido que configura un grupo parlamentario fuerte o uno que aspira a gobernar?