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Negacionistas climáticos

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A la hora de escribir este texto, estamos inmersos en la primera gran ola de calor del año, en fechas más tempranas que nunca. Si hace unos pocos años sufríamos estas altas temperaturas a partir del mes de junio, a las puertas del verano, en esta ocasión es en pleno mes de mayo, en primavera, cuando se están alcanzando cotas impensables en esta época del año, superando los 40ºC en muchas regiones de España, 15ºC por encima de lo que es habitual, acompañadas por la calima que viene del Sáhara. En los medios de comunicación se habla de este fenómeno, pero casi ninguno lo relaciona con ese enemigo invisible que nos acecha, el cambio climático. Seguimos refiriéndonos a este hecho como algo puntual, anormal para esta época del año, pero sin relacionarlo con su origen.

El planeta nos está dando señales inequívocas del calentamiento que sufre. Ya en junio de 2020 se alcanzaron los 38ºC en el Círculo Polar Artico, siendo hasta la fecha el valor de temperatura más alto registrado en la región ártica, seguida por los 49,6ºC de junio de 2021 en la Columbia Británica (Canadá), arrasada por los incendios y, en la actualidad, los 50ºC de ciertas regiones de India y Pakistán. En nuestro país se ha constatado que más de la mitad de los glaciares de los Pirineos han desaparecido y solo quedan 20 en “delicado estado de equilibrio”, según el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC). Los datos nos indican que la temperatura media anual durante el período 1959-2020 en los Pirineos ha aumentado 1,6ºC, siendo el año 2020 el más cálido de los últimos 62 años.

Esta semana se ha publicado el Informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), según el cual cuatro indicadores clave del cambio climático (concentraciones de gases de efecto invernadero, subida del nivel del mar, contenido calorífico de los océanos y acidificación de los océanos) registraron valores sin precedentes en 2021, y en el que se confirma que los últimos siete años han sido los más cálidos de los que se tiene constancia, acercándonos peligrosamente al límite del exceso en 1,5ºC sobre los niveles pre-industriales fijados por el Acuerdo de París de 2015, a partir de los cuales las consecuencias sobre el clima son impredecibles.

A pesar de estos datos demoledores, aún hay sectores, los más ultraconservadores de la sociedad que, desgraciadamente, van teniendo más presencia en las instituciones, que se declaran negacionistas del cambio climático, llegando a afirmar “que se caliente un poquito más el planeta, evitará muertes por frío”, en un ejercicio de ignorancia sin complejos que dan vergüenza ajena. Un informe reciente de la Fundación Conama (Comisión Nacional del Medio Ambiente), titulado El camino hacia una nueva cultura de la gobernanza del agua, ante el hecho comprobado de que este año es el segundo invierno más seco de toda la serie histórica, reclama una gobernanza que fomente la gestión sostenible de este recurso vital y escaso para el ser humano, sobre todo a través de la reducción de la demanda.

Sin embargo, en la Región de Murcia, así como en el Oriente andaluz y el Levante alicantino seguimos anclados en el siglo XX, obviando el fenómeno del cambio climático y exigiendo agua de donde sea y como sea para mantener una agricultura intensiva y contaminante, a pesar de las advertencias de la comunidad científica. La reciente manifestación en Alicante de agricultores, políticos y empresarios de la derecha contra la decisión de aumentar el caudal ecológico del Tajo no es sino la demostración de que hay sectores que le dan la espalda a una evidencia, la necesidad de variar el modelo agrícola, por la simple supervivencia de este sector primario. Lejos de ello, continúan con su huida hacia adelante, sin calibrar las consecuencias de sus demandas, empezando por la destrucción del Mar Menor, víctima propiciatoria de la codicia de unos pocos, situación que ha empujado a otros sectores económicos que viven de la laguna, la pesca y el turismo, a rebelarse ante la inacción de la Comunidad Autónoma, a raíz de la aparición de miles de peces muertos, que presagian una muerte masiva como en 2021.

El negacionismo climático sólo puede agravar la situación, sobre todo si, como prevén las encuestas, los negacionistas aumentan sus cotas de poder. Aún estamos a tiempo de evitarlo.

A la hora de escribir este texto, estamos inmersos en la primera gran ola de calor del año, en fechas más tempranas que nunca. Si hace unos pocos años sufríamos estas altas temperaturas a partir del mes de junio, a las puertas del verano, en esta ocasión es en pleno mes de mayo, en primavera, cuando se están alcanzando cotas impensables en esta época del año, superando los 40ºC en muchas regiones de España, 15ºC por encima de lo que es habitual, acompañadas por la calima que viene del Sáhara. En los medios de comunicación se habla de este fenómeno, pero casi ninguno lo relaciona con ese enemigo invisible que nos acecha, el cambio climático. Seguimos refiriéndonos a este hecho como algo puntual, anormal para esta época del año, pero sin relacionarlo con su origen.

El planeta nos está dando señales inequívocas del calentamiento que sufre. Ya en junio de 2020 se alcanzaron los 38ºC en el Círculo Polar Artico, siendo hasta la fecha el valor de temperatura más alto registrado en la región ártica, seguida por los 49,6ºC de junio de 2021 en la Columbia Británica (Canadá), arrasada por los incendios y, en la actualidad, los 50ºC de ciertas regiones de India y Pakistán. En nuestro país se ha constatado que más de la mitad de los glaciares de los Pirineos han desaparecido y solo quedan 20 en “delicado estado de equilibrio”, según el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC). Los datos nos indican que la temperatura media anual durante el período 1959-2020 en los Pirineos ha aumentado 1,6ºC, siendo el año 2020 el más cálido de los últimos 62 años.