Lo peor que tiene el caso Villegas es, por un lado, que deslegitima la acción no solo de él y de su equipo sino la de todo el Gobierno regional; por otro, que la única manera de salvar la situación es no solo mediante la dimisión de toda la dirigencia del SMS sino también con la publicación inmediata y pormenorizada del programa de vacunación en la Comunidad.
Sobre la deslegitimación del propio consejero no hace falta insistir mucho. Basta con ver que hizo trampas manifiestas en su público acto de contrición justificándose como sanitario, cuando actualmente no ejerce ni está en primera línea al igual que todo su equipo y los cientos de funcionarios de la Consejería que se pincharon antes de tiempo. Un dato: hay cinco consejeros autonómicos de Sanidad que son médicos; ninguno se ha vacunado hasta el momento, excepto quien ya todos sabemos. Cosa que subraya el agandallamiento de Villegas y su equipo. No han sido los únicos: el caso de la alcaldesa socialista de Molina, Esther Clavero, también está en el alero.
En cuanto al Gobierno, convirtiendo todo el asunto en un circo ––espectáculo de payasos tristes tal como está la cosa–– queda deslegitimado a varios niveles, Primero, el del presidente López Miras que no tenía que haber dado lugar a que se montara el escándalo que se ha montado cesando el mismo martes por la tarde inmediata y fulminantemente al consejero Villegas por su metedura de pata. Cabe pensar que fue una torpeza y no algo premeditado ni producto de la autosuficiencia de toda clase dirigente, habida cuenta de la elogiada profesionalidad de ya exconsejero. Pero es ese el tipo de tropezón que debe tener consecuencias, aunque solo sea para tranquilizar a los ciudadanos con que se va a procurar que no se repita.
La otra interpretación es la que han hecho los partidos políticos opositores hablando de “mafia” (PSOE) y “absoluta indecencia” (Podemos). Y no es de extrañar que, con la que está cayendo y la tradición soberbia que arrastra el PP murciano, muchos ciudadanos sean más proclives a pensar que cualquiera de estas dos versiones está más cerca de la realidad que la de la simple equivocación, que parece demasiado flagrante y numerosa para ser admitida como tal.
El “secreto” con que se realizó la Operación Pinchazo la semana pasada no hace sino añadir argumentos a quienes creen que fue un acto propio de gobernantes prepotentes que se creen impunes y sin ninguna obligación de dar explicaciones a nadie. Es decir, estaba planificada: premeditación y alevosía. Puro PP murciano, ya digo, aunque Villegas no sea afiliado y su supuesta buena gestión lo avale. Por eso era el propio López Miras quien debería haber salido el martes por la tarde, no el miércoles, a dar explicaciones e informar, entre otras cosas, del cese del consejero.
¿O es que el presidente no estaba al tanto de lo que se coció en el edificio Habitamia la pasada semana? Después de la exculpación también ayer de Valcárcel en el Caso Desaladora, cualquiera diría que los presidentes en Murcia no se enteran de nada. En cualquier caso, ¿Se ha vacunado también el propio López Miras? ¿Y qué otros altos y bajos cargos lo han hecho? No son preguntas infundadas: se las hacían ayer muchos ciudadanos. Con todo esto, queda como anécdota el que hasta la mujer del consejero se vacunara también, puesto que se desempeña como directora general de Planificación, Investigación, Farmacia y Atención al Ciudadano en el departamento que dirige su marido. Nada que ver con Nepote.
Si hubiera comparecido antes para intentar recobrar credibilidad, el presidente podría haber hecho saber documentalmente ––como ha sugerido un experimentado funcionario en sus RRSS–– cuáles son los protocolos de vacunación reales en la Región de Murcia; cuántas vacunas se han recibido ya, de qué tipo y en qué fecha; cuál ha sido y será la distribución de las mismas por áreas de Salud y por centros sanitarios; y cuál es el calendario de vacunaciones por áreas y centros de salud.
Obviamente, debería añadir cómo se va a controlar el cumplimiento de todo lo anterior y cómo se va a ir informando al ciudadano de su realización. Alardear de objetivos cumplidos, como hizo en su comparecencia sin preguntas del miércoles, no vale sin conocer las respuestas a todo lo anterior, por muchas lagrimitas que se derramen sobre los atriles de San Esteban.
Penúltima cuestión y penúltimo columpie: el Ministerio de Sanidad negó ayer que fuera consultado previamente sobre la vacunación de Villegas y sus cuatrocientos adláteres, desmintiendo la primera versión de Villegas el miércoles por la mañana.
Último asunto. Queda claro que Miras se ha plegado a la exigencia estentórea de la portavoz de su Gobierno y lideresa de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal, que exigió públicamente el cese de Villegas. Ahora bien, la publicidad que la excelsa ciudadana dio a su petición, ¿indica que el presidente se lo había negado previamente o es simplemente otro número del circo y no tendrá consecuencias para el futuro de la coalición de gobierno regional? O sea, que Diego Conesa puede seguir clamando que ganó las elecciones y asistiendo a actos religiosos a ver si revierte la tendencia en las encuestas. Lo lleva claro: hay coalición y habrá ley del Presidente lorquino. Vale.
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Lo peor que tiene el caso Villegas es, por un lado, que deslegitima la acción no solo de él y de su equipo sino la de todo el Gobierno regional; por otro, que la única manera de salvar la situación es no solo mediante la dimisión de toda la dirigencia del SMS sino también con la publicación inmediata y pormenorizada del programa de vacunación en la Comunidad.
Sobre la deslegitimación del propio consejero no hace falta insistir mucho. Basta con ver que hizo trampas manifiestas en su público acto de contrición justificándose como sanitario, cuando actualmente no ejerce ni está en primera línea al igual que todo su equipo y los cientos de funcionarios de la Consejería que se pincharon antes de tiempo. Un dato: hay cinco consejeros autonómicos de Sanidad que son médicos; ninguno se ha vacunado hasta el momento, excepto quien ya todos sabemos. Cosa que subraya el agandallamiento de Villegas y su equipo. No han sido los únicos: el caso de la alcaldesa socialista de Molina, Esther Clavero, también está en el alero.