El 11 de febrero de 2023 mi compañera, la doctora Amparo Nicolás García, publicó en el diario La Opinión el artículo titulado “El Paciente Como Epicentro del Sistema Público de Salud”.
En ese artículo recuerda que “el eje fundamental del sistema sanitario, es el paciente; y todos los esfuerzos normativos van dirigidos a dar a éste la mejor asistencia posible”. Por ello aboga por la tramitación de las bajas laborales allí donde el paciente sea atendido, incluidos los servicios de urgencias, en vez de hacer que el usuario tenga que acudir a Atención Primaria para realizar el trámite. Además, fundamenta su posición citando las leyes que se refieren a dicha cuestión.
Este posicionamiento de mi compañera se sitúa en el contexto del rechazo de los médicos de urgencias a la propuesta de la Consejería de Salud de que sean dichos médicos los que tramiten las bajas laborales de los pacientes que atiendan, tarea que hasta ahora se trasladaba a Atención Primaria.
Coincido con la Dra. Nicolás en la necesidad de respetar el marco legal y en que el sistema de salud debe cuidar no perder su foco: atender al paciente. Sin embargo, creo que hay que tener en cuenta cómo funciona un sistema. En un sistema cada uno de sus elementos depende de todos los demás, no puede ser entendido o abordado de forma aislada. En el caso que nos ocupa, cualquier intento de atender médicamente al paciente mediante procedimientos que imposibiliten la actuación de los médicos está condenado al fracaso.
Los médicos, no sólo en urgencias pero especialmente en ese entorno, trabajan en condiciones muy complicadas. Algunas de éstas son inherentes a la profesión, como el estrés que conllevan la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, o la incertidumbre que acompaña a la toma de cualquier decisión. Otras se deben al sistema sanitario, y pueden ser cambiadas, como la sobrecarga provocada por la presión asistencial excesiva, el exceso de trabajo burocrático, etc.
La situación es grave. Muchos médicos (algunas estimaciones los sitúan en el 20% de los nuevos profesionales) optan por abandonar España ante las dificultades que les plantea el sistema. El resultado es que nos estamos quedando sin médicos y que existe un riesgo importante de que el sistema público de salud se desmorone. Eso no sería bueno para los pacientes.
Más allá de la fuga de médicos al extranjero, el “burn out”, o síndrome del quemado, ha sido un problema de la profesión desde hace tiempo, pero no se le ha puesto solución. No se trata sólo de que los médicos tengan unas tasas anormalmente altas de divorcios, adicciones y suicidios, sino de que los médicos quemados tienden a no tratar a los pacientes como éstos necesitan. Tampoco esto es bueno para los pacientes.
El bajo sueldo de los médicos españoles (en comparación con otros países europeos) ha hecho que parezca eficiente asignar a los médicos asistenciales tareas burocráticas que en tiempos pasados, y actualmente en otros lugares, corresponden a otros profesionales. Entre estas tareas destaca la gestión los trámites relativos a las bajas laborales, con toda la conflictividad y el consumo de tiempo y esfuerzo que entrañan.
Los profesionales de Atención Primaria llevan mucho tiempo protestando esta situación, que les resulta especialmente gravosa, sin encontrar respuesta. La idea de extender el problema a médicos de otras especialidades no supone una mejoría, sino un empeoramiento importante. Temo que lo suficientemente importante como para conducir a huelgas y a más emigraciones de profesionales.
Por el bien de los pacientes, necesitamos reorganizar el sistema asistencial de forma que los médicos puedan continuar trabajando. La cuestión de las bajas laborales no es la única que necesita ser revisada, ni mucho menos, pero sí es uno de los frentes que mayor malestar produce entre los profesionales de Atención Primaria (y con el cambio procedimental propuesto por la Consejería, también entre el resto de médicos).
Hay distintas formas de manejar el problema de las bajas laborales, de modo que los médicos asistenciales se puedan centrar en atender las funciones asistenciales que requieren sus pacientes. Hemos esperado demasiado tiempo para afrontar esta cuestión, pero ahora que se ha abierto el melón puede ser un buen momento para hacerlo.