El año 2018 es un año de oposiciones. Miles de personas que llevan años estudiando, memorizando, aprobando másteres, haciendo prácticas, conquistando el inglés y el obligatorio B1 por fin tienen la oportunidad de ser partícipes de ese gran sistema llamado “Oposiciones” para intentar obtener una plaza fija en alguna institución pública. En las oposiciones no siempre es la vocación y la pasión las que dictan las normas, sino el sentido común, la comodidad, la seguridad y el miedo al futuro incierto.
Algunas de las oposiciones llevan casi una década sin convocarse. No es un año ni dos, ni siquiera cinco, sino ¡Diez años! En este periodo da tiempo a muchas cosas, entre ellas a la modernización del sistema y su digitalización. Esto es lo que pasó con la polémica inscripción a los exámenes de la oposición de educación mediante la firma electrónica de los y las aspirantes, pues el sistema no dio la talla, dejando a unos cuantos opositores, esas personas de carne y hueso, con sus vidas, sus estudios, sus ilusiones y miedos, esas que llevaban años esperando la convocatoria y una posibilidad de plaza fija, convertidas en tan solo un número digital y a veces ni eso, por un error del sistema al parecer insubsanable.
Los que sí lograron superar la primera prueba de la yincana “Oposición” fueron citados para un examen teórico, quizás el más “llano” de los tramos en el ascenso a la cima de una plaza fija. El examen teórico, tipo test o de desarrollo, gran aliado de la enseñanza española y occidental, el memorizar y escupir, el tiempo invertido en aprender cada uno de los temas y vomitarlo en el examen para inmediatamente después olvidar. Pasa en los colegios, en los institutos, en el bachillerato y después en la universidad y en los másteres. Y después llega la graduación y el sentimiento de la propia inutilidad y del síndrome del impostor, de no estar nunca preparado/a para ejercer, para poner en práctica esos conocimientos, para conquistar el mundo laboral, porque en los casi veinte años de estudios que cursamos todos y todas desde que ingresamos en un centro de estudios a los seis añitos, nadie jamás nos dice que en el mundo laboral hay que arriesgarse, que los fracasos no son fracasos, sino una nueva página en blanco para volver a empezar y que un jefe no es dios, sino otra persona de carne y hueso, con sus ilusiones y sus miedos, que arriesgó o heredó el riesgo asumido por alguien anterior a él y supo aprovechar la situación y el momento.
No todos los exámenes en las oposiciones son iguales, tampoco son iguales los criterios de informar a los alumnos sobre las fechas ni condiciones de las pruebas prácticas, ni tan siquiera es la misma la igualdad de acceso a esas pruebas ni la disposición de los materiales ni su calidad.
La semana pasada se publicaron con retraso y a menos de una semana del examen práctico los criterios de valoración de las pruebas prácticas de Acceso a la Función Pública Docente en la Región de Murcia para la especialidad de Peluquería y Estética, que claramente violaban el principio de igualdad de las y los aspirantes. Todas las personas que fueran a presentarse a la prueba práctica no solo debían aportar al menos tres modelos vivientes (dos femeninos y uno masculino) en caso de peluquería y uno para la estética, sino también TODOS los materiales, aparatología, útiles, herramientas, accesorios, cosméticos, etc. que se les ocurriese traer y a la Consejería emplear.
La polémica en torno a este requisito surgió por la dudosa igualdad que tenían unas personas y otras en relación con sus recursos económicos para adquirir todos esos materiales o de encontrar personas dispuestas de hacer de modelos con características limitantes no siempre sencillas de cumplir (los hombres con cabello de una longitud mínima de 8 cm y sin alopecia, y además dispuestos a cortárselo, y las mujeres, tres cuartos de lo mismo).
En su comunicado del pasado 20 de junio, STERM Intersindical ya sospechaba el problema que supondría esta prueba práctica para las y los aspirantes, en cuanto a la desigualdad de acceso a los materiales y también en cuanto al transporte de todos esos materiales, además de los modelos. Sin embargo, todo fue mucho peor de lo que se esperaba.
El lugar de la prueba se estableció en el CIFP Hespérides de Cartagena a las ocho de la mañana. Cuarenta y seis aspirantes a la prueba de Peluquería con sus tres modelos y algún acompañante, más otros veintiséis para la de Estética, en un centro minúsculo y anticuado, sin aire acondicionado en los pasillos, sin un solo banco para sentarse, un número de enchufes limitado, sin señal WiFi para los más de 150 modelos y acompañantes (las y los aspirantes tuvieron el móvil requisado desde las 9 de la mañana cuando comenzaron las pruebas hasta poco antes de las 9 de la noche cuando acabaron) y una de las aspirantes en silla de ruedas, con una fractura reciente y sin posibilidad de aplazar el examen porque la legislación no lo contempla.
Después del llamamiento de las y los aspirantes a las respectivas pruebas, en Peluquería a las nueve se citaron también las primeras modelos femeninas con cabello de un 25 cm mínimo. El lugar de la prueba se desarrolló en un aula que no cumplía las dimensiones, ni de cerca, para albergar el futuro de las 46 opositoras y opositores, unos 25 m x 10 m para un total de 46 aspirantes, 46 modelos y cinco miembros del tribunal, en total casi 100 personas. El espacio entre los tocadores era de unos 20 cm, el aire acondicionado solo existía en un lado del aula, haciendo que unas se helasen con las cabezas mojadas y las otras, del otro extremo, se asfixiasen del calor. La primera prueba duró 20 minutos, la revisión… casi dos horas. Muchas de las modelos se tenían que salir del aula porque temían acabar con la meningitis, aunque protocolariamente no se permitiese y los jueces se opusieran al principio. Mientras tanto los demás modelos y las y los aspirantes esperaban tirados en los pasillos y en el caluroso patio del centro, sin ventilación, sin aire acondicionado, a finales de junio en la Región de Murcia, como si se tratase de una terminal de aeropuerto después de anular un vuelo a última hora. Sobre casi la 1 de la tarde comenzó la segunda prueba: un corte de pelo muy brusco. Algunas de las modelos llevaban la melena de 45 cm o más porque las aspirantes pensaban aprovechar su pelo para ambas pruebas: la de la mañana y el recogido de la tarde. ¡Sorpresa! No pudo ser así. Melenas al suelo por decisión de la Consejería.
La revisión duró otra hora y media. La gente sin comer o comiendo la limitada oferta de la cantina del centro, basada principalmente en productos de trigo y a 40 grados de temperatura, con ventiladores del siglo pasado. Al acabar esa prueba, las y los aspirantes fueron citados de nuevo, porque tocaba la prueba de los modelos masculinos, pero siendo casi las 3 de la tarde, el tribunal decidió hacer una pausa no prevista de 40 minutos para comer, y se fue felizmente a algún restaurante cercano donde seguramente tenía una reserva. Mientras tanto el resto se quedó en el centro, comiendo bocadillos y empanadas de la cantina, que afortunadamente amplió su horario habitual, abriendo todo el día.
Los caballeros entraron casi a las 16 horas y salieron cerca de las 19. La última prueba de las modelos de 45 cm había sido fijada para las 17:30. Pero no empezaría hasta las 19. Las pruebas prácticas para las y los aspirantes de Peluquería acabaron sobre las 21 horas.
Antes. A las nueve de la mañana los jueces ya avisaron que llevaban retraso. Sí, un retraso de una hora que se convirtió en un día entero. Tiempo perdido no solo por las y los opositores, sino también por las y los modelos. Pasillos del centro llenos de maletas, cajas, bolsos, maletines, secadores, plumas, herramientas y personas desesperadas que habían sacrificado su tiempo por una oportunidad. ¿Cuánto vale nuestro tiempo? Está claro que para la Consejería no vale nada.
Yo siempre había creído que las colas de la Extranjería es la peor experiencia burocrática en el Occidente. Pero comprobé que no es así. Independientemente de que seas extranjero o nacional, no te escaparás de la terrible burocracia voluntaria que existe en este país, donde lo que más se desprecia es el tiempo de las personas. Es INHUMANO que después de años de estudio, de sacrificio y de ilusiones, se les pague con un día de incertidumbre tirados en los pasillos de un centro inadaptado, sin aire acondicionado, en el Sur de España y en verano. Es VERGONZOSO que en esos diez años sin convocatorias no hayan tenido tiempo para adecuar el horario al tiempo necesario para cada prueba. Pero es aún más INDIGNANTE que ahora que la prueba ya se ha realizado, el tribunal solo tenga la obligación de publicar las notas de las y los opositores en el centro donde se realizó la prueba y no en formato digital. Y lo peor de todo es que a pesar de lo injusto e indignante de la prueba, absolutamente nadie lo denunciará ante la Consejería por temor a las represalias y venganzas.
Seguiremos tragando, aguantando y sometiéndonos por un futuro cierto, por una plaza fija, por una vida segura y ellos lo saben.