La verdad es que la palabra es tan fea como afortunada. Pormishuevismo. Un exitoso vocablo creado hace unos años por el experto en Estudios Urbanos Erik Harley, quien ha explicado ante las cámaras casos de arquitectura especulativa, corrupta y estéticamente fea a lo largo de toda la geografía española. La burbuja del ladrillo de la década de la década del 2000 dejó un reguero de ejemplos de burradas arquitectónicas que afeaban paisajes aquí y allá, todo ello a lomos de una ola de especulación que ensuciaba la política municipal y autonómica de prácticamente todas las regiones de España. Llegaba un alcalde con ínfulas, o un concejal de urbanismo corrompido antes, durante o después de su mandato, o una empresa constructora avariciosa que tenía la capacidad hasta de cambiar leyes y planes urbanísticos enteros untando voluntades, todo ello a veces adornado con la guinda del pastel de algún arquitecto estrella y entre todos levantaban delirantes proyectos en forma de despilfarro urbanístico con pelotazos inmobiliarios que o saqueaban las arcas públicas o se cargaban un espacio natural protegido o afeaban el paisaje o las tres cosas a la vez, ante el atónito estupor del ciudadano que veía cómo el horror iba escalando y se preguntaba cuándo iba a parar aquello. Aquel delirio, aquel espanto sólo acabó cuando llegó la crisis de 2008, y entonces todo se vino abajo como un castillo de arena. Desaparecieron las grúas del horizonte, se hundieron constructoras e inmobiliarias, y solo gracias a eso murieron proyectos y se pudieron salvar algunos lugares de las dentelladas de aquellas construcciones brutalistas y salvajes. Los casos de pormishuevismo se acabaron por unos años.
Uno creía que esto eran ya cosas del pasado, pero todo lo malo vuelve, y ahora que ha acabado la crisis regresan las monstruosidades urbanísticas, que en la costa se multiplican más, y en la costa de la Región de Murcia parece que un poco más todavía. Creíamos ingenuamente que todo eso había pasado a la historia, pero no. El pormishuevismo ha vuelto al litoral de nuestra región. El último caso lo tenemos en La Manga del Mar Menor. Este verano de 2024 hemos visto cómo se levantaba el esqueleto de una vivienda particular con piscina a pocos metros del faro del Estacio. Irónicamente hay allí un cartel que indica que es una “Zona de especial protección ecológica”, y una sonrisa cínica se nos pone a todos al leer eso. Además, dice el Ayuntamiento de San Javier, el término municipal en el que se ha concebido este espanto, que “todo se ha hecho conforme a normativa vigente, puesto que la construcción respeta los linderos y tiene los informes favorables tanto de Costas como de la administración autonómica”. Es decir: el concejal reconoce que el pormishuevismo patrio ha sido capaz de imponerse ante los respectivos departamentos de I+D (incompetencia + desidia) de las tres estructuras del estado español: la municipal, la autonómica y la estatal.
Ah, pero ahora ¡ahora! dice el Ayuntamiento que se encuentra trabajando en un nuevo Plan General de Ordenación Urbana sobre el que este tipo de proyectos no tendrían ninguna posibilidad de ver la luz. Y, claro, nos lo tenemos que creer. Pero para el entorno del faro del Estacio ya es tarde, y esta batalla la tiene ganada el pormishuevismo. Solo queda desearle a la familia que ha levantado este horror que disfruten ellos (ellos solos, claro) de las vistas que les han arrebatado a los demás.
La verdad es que la palabra es tan fea como afortunada. Pormishuevismo. Un exitoso vocablo creado hace unos años por el experto en Estudios Urbanos Erik Harley, quien ha explicado ante las cámaras casos de arquitectura especulativa, corrupta y estéticamente fea a lo largo de toda la geografía española. La burbuja del ladrillo de la década de la década del 2000 dejó un reguero de ejemplos de burradas arquitectónicas que afeaban paisajes aquí y allá, todo ello a lomos de una ola de especulación que ensuciaba la política municipal y autonómica de prácticamente todas las regiones de España. Llegaba un alcalde con ínfulas, o un concejal de urbanismo corrompido antes, durante o después de su mandato, o una empresa constructora avariciosa que tenía la capacidad hasta de cambiar leyes y planes urbanísticos enteros untando voluntades, todo ello a veces adornado con la guinda del pastel de algún arquitecto estrella y entre todos levantaban delirantes proyectos en forma de despilfarro urbanístico con pelotazos inmobiliarios que o saqueaban las arcas públicas o se cargaban un espacio natural protegido o afeaban el paisaje o las tres cosas a la vez, ante el atónito estupor del ciudadano que veía cómo el horror iba escalando y se preguntaba cuándo iba a parar aquello. Aquel delirio, aquel espanto sólo acabó cuando llegó la crisis de 2008, y entonces todo se vino abajo como un castillo de arena. Desaparecieron las grúas del horizonte, se hundieron constructoras e inmobiliarias, y solo gracias a eso murieron proyectos y se pudieron salvar algunos lugares de las dentelladas de aquellas construcciones brutalistas y salvajes. Los casos de pormishuevismo se acabaron por unos años.
Uno creía que esto eran ya cosas del pasado, pero todo lo malo vuelve, y ahora que ha acabado la crisis regresan las monstruosidades urbanísticas, que en la costa se multiplican más, y en la costa de la Región de Murcia parece que un poco más todavía. Creíamos ingenuamente que todo eso había pasado a la historia, pero no. El pormishuevismo ha vuelto al litoral de nuestra región. El último caso lo tenemos en La Manga del Mar Menor. Este verano de 2024 hemos visto cómo se levantaba el esqueleto de una vivienda particular con piscina a pocos metros del faro del Estacio. Irónicamente hay allí un cartel que indica que es una “Zona de especial protección ecológica”, y una sonrisa cínica se nos pone a todos al leer eso. Además, dice el Ayuntamiento de San Javier, el término municipal en el que se ha concebido este espanto, que “todo se ha hecho conforme a normativa vigente, puesto que la construcción respeta los linderos y tiene los informes favorables tanto de Costas como de la administración autonómica”. Es decir: el concejal reconoce que el pormishuevismo patrio ha sido capaz de imponerse ante los respectivos departamentos de I+D (incompetencia + desidia) de las tres estructuras del estado español: la municipal, la autonómica y la estatal.