Vox volvió a ser el gran vencedor de la manifestación de este domingo en la madrileña plaza de Colón. Sin entrar en la guerra de cifras, como en aquellas convocatorias de Fuerza Nueva, en la plaza de Oriente, durante la Transición -en las que, por cierto, lograba llevar mucha más gente de la que ahora acudió-, el partido de Santiago Abascal consiguió colarse en la foto `de familia´ junto al PP y Ciudadanos, algo bastante impensable en países como Francia, Alemania o el Reino Unido. Lo del pretendido cordón sanitario, ya es historia.
Resulta evidente que a Vox le están haciendo la campaña los demás, incluida la izquierda, por lo que sus dirigentes podrían acostarse desde ya en una tumbona y levantarse el día después de las elecciones para recolectar el rédito en forma de cientos de miles de votos. Es posible que la convocatoria del domingo no tuviera el éxito esperado, es evidente, a pesar del denodado esfuerzo por trasladar en autobuses a los manifestantes “desde provincias” con cargo a las arcas de los convocantes. Era esa España militante la del otro día, que contrastaba con la que a esa misma hora disfrutaba en las terrazas de una primavera adelantada, degustando cervezas, martinis y demás aperitivos, como recordaba en su imprescindible columna semanal el escritor castellonense Manuel Vicent.
Es cada día más palmario que la nación que nos acoge se halla partida en dos: entre los que enarbolan banderas ‘rojigualdas’ exigiendo elecciones inmediatas al ‘okupa’ Pedro Sánchez y los que creen atisbar el renacimiento de la CEDA en pleno siglo XXI, con todo lo que ello conllevaría. Y en medio de la refriega, los independentistas catalanes, buscando sacar partido del botín y poniendo contra las cuerdas al Gobierno que ellos mismos auparon tras la moción de censura a Rajoy. A todo esto, no queriendo ser conscientes de que la alternativa a Pedro Sánchez es esa derecha, quizá con una fórmula “a la andaluza”, que no es solo como se rebozan los calamares en el sur. Y que sería mucho más que dudoso que, con ella en el poder, a los ‘indepes’ les fuese mejor a la hora de poner sobre el tablero sus cuestionadas y rebatibles aspiraciones soberanistas.
Mientras tanto, Vox seguirá a lo suyo. Recabando votos, día tras día, para hacerse imprescindible y decisivo en los gobiernos autonómicos y ayuntamientos después del 26 de mayo.
Una de las tácticas para que triunfe la derecha radical no será tanto que haya gente de izquierdas que la vote, algo bastante improbable, se diga lo que se diga. Más bien se trataría de desmotivar a esos electores para que, simplemente, se queden en sus casas ese día, presos del desencanto, al que asisten atónitos ante el desmembramiento de sus partidos, y no ejerzan su derecho en las urnas. No es descubrir nada nuevo bajo el sol, pues se trata de técnicas importadas de la denominada ‘alt-right’ estadounidense, esa corriente que tanto ha ayudado, por ejemplo, para colocar a un tal Donald Trump en el despacho oval de la Casa Blanca.
Vox volvió a ser el gran vencedor de la manifestación de este domingo en la madrileña plaza de Colón. Sin entrar en la guerra de cifras, como en aquellas convocatorias de Fuerza Nueva, en la plaza de Oriente, durante la Transición -en las que, por cierto, lograba llevar mucha más gente de la que ahora acudió-, el partido de Santiago Abascal consiguió colarse en la foto `de familia´ junto al PP y Ciudadanos, algo bastante impensable en países como Francia, Alemania o el Reino Unido. Lo del pretendido cordón sanitario, ya es historia.
Resulta evidente que a Vox le están haciendo la campaña los demás, incluida la izquierda, por lo que sus dirigentes podrían acostarse desde ya en una tumbona y levantarse el día después de las elecciones para recolectar el rédito en forma de cientos de miles de votos. Es posible que la convocatoria del domingo no tuviera el éxito esperado, es evidente, a pesar del denodado esfuerzo por trasladar en autobuses a los manifestantes “desde provincias” con cargo a las arcas de los convocantes. Era esa España militante la del otro día, que contrastaba con la que a esa misma hora disfrutaba en las terrazas de una primavera adelantada, degustando cervezas, martinis y demás aperitivos, como recordaba en su imprescindible columna semanal el escritor castellonense Manuel Vicent.