Adentrarse en el campo del dibujo utilizando la técnica de la tinta china, además de constituir una tarea paciente, ardua y precisa, conlleva el riesgo de quedarse atrapado en plasmar solamente, sobre la tersa superficie del papel, siluetas y contornos que, aunque correctamente trazados, no son capaces de transmitir nada más que lo visualizado.
Los dibujos que Jaime Dengra nos presenta en esta exposición, derriban y sobrepasan con creces esta tópica barrera, logrando en cambio tintes poéticos, oníricos y sorprendentes en todos aquellos rincones de nuestra ciudad y su entorno, que selecciona y elije como un menú emblemático de realidades silenciosas, de las que consigue extraer su espíritu con la sutil y transparente musicalidad de quien conoce lo bello y magistralmente lo dibuja y lo interpreta.
No deja el artista parcela alguna, por pequeña que sea, en aras de la improvisación o de errores enmendados. Su impoluta y precisa ejecución nos transporta a los idílicos talleres de los maestros italianos del Renacimiento, en donde la perfección de líneas y trazos lograban configurar exactas e inequívocas perspectivas arquitectónicas, cumpliendo así con el objetivo visual de adentrarnos en la excelencia y grandiosidad de lo representado, invitando a detenerse ante ellos atraídos por la flama sugerente y evocadora que de los mismos emana.
En los dibujos de Dengra se da esta particularidad, si bien prescinde de plasmar elementos humanos que habiten sus parcelas urbanas o paisajísticas. No los necesita. Entiende el artista que su existencia podría perturbar la identidad del marco elegido, afirmándose así en la intención de que solo desde la forma y su intelecto, surge la esencia del espíritu ayudado por las diversas sintonías y vibraciones de claroscuros que median entre el blanco y el negro, interpretados con arabescos caracolillos, consiguiendo así volumen y tridimensionalidad en todo aquello que el artista contempla, elige y refleja.
En los dibujos de Dengra, la representación de la forma es solo el pretexto para captar su energía. Su decálogo como dibujante es firme e invariable, dispuesto siempre a extraer la más pura y genuina esencia de cada volumen arquitectónico, paisaje o rincón que nos presenta y regala para deleite de los sentidos.
Y hasta tal punto así lo cree y entiende, que confiere a plazas, avenidas o calles, el don de transformarlas en espejos y cristales de donde emana, y no se refleja, el halo misterioso que envuelve sus representaciones, hasta lograr construir una atmósfera sutil, embriagadora e irreal por hermosa, por tanta belleza contenida. Es entonces cuando la meditación acude y se apodera del espectador, porque al no desprenderse de la obra algarabía o bullicio que perturbe su contemplación, la serenidad y el sosiego que sugieren, se mutan en admiración y agradecimiento al artista.
Si otros pintores y dibujantes, a través de sus obras, nos muestran formas, Jaime Dengra nos desvela en sus dibujos el espíritu secular de lo representado como consecuencia de la gracia y el don de su infinita paciencia y afirmada sabiduría como pintor y dibujante.
Antonio Labaña Serrano es escultor
Adentrarse en el campo del dibujo utilizando la técnica de la tinta china, además de constituir una tarea paciente, ardua y precisa, conlleva el riesgo de quedarse atrapado en plasmar solamente, sobre la tersa superficie del papel, siluetas y contornos que, aunque correctamente trazados, no son capaces de transmitir nada más que lo visualizado.
Los dibujos que Jaime Dengra nos presenta en esta exposición, derriban y sobrepasan con creces esta tópica barrera, logrando en cambio tintes poéticos, oníricos y sorprendentes en todos aquellos rincones de nuestra ciudad y su entorno, que selecciona y elije como un menú emblemático de realidades silenciosas, de las que consigue extraer su espíritu con la sutil y transparente musicalidad de quien conoce lo bello y magistralmente lo dibuja y lo interpreta.