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De lo que pudo haber sido y no fue

14 de septiembre de 2021 10:47 h

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Era el gran Antonio Machín quien interpretaba como pocos aquel bolero compuesto por la mexicana Consuelo Velázquez, del que extraigo el encabezamiento de este artículo, y que llevaba por título Amar y vivir. A Diego Conesa Alcaraz (Fuente Álamo, Murcia, 1973) nadie le podrá quitar que fue el primer socialista que tumbó al PP de la Región de Murcia en 24 años. Con aquel triunfo de mayo de 2019 era aritméticamente posible alcanzar el Palacio de San Esteban. Sus 17 diputados, sumados a los 6 de Ciudadanos, le otorgaban la exacta mayoría necesaria. Sin embargo, la dirección nacional de la formación naranja echó por tierra aquella posibilidad eligiendo a los populares como socio preferente.

Tuvieron que pasar casi dos años para que los nuevos dirigentes de Cs, ya sin Albert Rivera al timón, se plantearan reconsiderar esta decisión que les había conducido a gobernar en coalición con el PP en la comunidad murciana. A las pocas horas de que estos presentaran con el PSOE una moción de censura en la Asamblea Regional, un fino analista -que sabía tanto por viejo como por sabio- predijo en una tertulia radiofónica que aquello no prosperaría porque el PP no iba a consentir dejar el poder así como así tras cinco legislaturas instalado en él, con las prebendas que esto comporta. Ya estarán sonando los teléfonos y comprando voluntades, vino a añadir.

Pasados casi seis meses desde entonces, los dos principales actores de aquella tragicomedia están desactivados. La candidata a la presidencia, Ana Martínez Vidal, abandonó su cargo de coordinadora autonómica de Cs, quedando relegada a diputada rasa en el grupo mixto, mientras Diego Conesa, virtual vicepresidente, anunciaba en la tarde de este lunes por sorpresa que no optará a la reelección en diciembre como líder del PSRM-PSOE. Por contraste, el censurado Fernando López Miras afianza su liderazgo en el PP, cuyo engranaje vuelve a funcionar casi como un reloj suizo y con el aire de las encuestas soplando a su favor.

Todo apunta a que la decisión de Diego Conesa, anunciada por él a través de una carta a la militancia, puede ser consecuencia directa de lo acaecido en aquellos días de los idus de marzo. Por cierto, que el norteamericano Thornton Wilder publicó en 1948 una muy recomendable novela con ese título sobre el asesinato de Julio César. Independientemente de las razones que argumenta, tanto políticas como personales. El delegado del Gobierno, José Vélez, queda como hombre fuerte de Ferraz en la Región, si es que alguna vez dejó de serlo, y mucho tendrá que decir sobre el sustituto o sustituta de Conesa si no es él el que da un paso al frente. Habrá que pasar antes por el examen de unas primarias, siempre y cuando haya más de un candidato. 

El vicesecretario general del PSRM, Francisco Lucas, el hombre que posibilitó el triunfo de Conesa en el proceso que lo eligió secretario general en septiembre de 2017, siempre ha estado ahí. Y mujeres, como la alcaldesa de Águilas, Mari Carmen Moreno, aunque ella manifieste que quiere que ese cáliz pase de ella, o la exdiputada María González Veracruz, resucitada tras la última remodelación del Ejecutivo central y hacia la que desde este lunes se dirigirán muchas miradas. Ella se lo va a pensar. Lo de su vuelta a la primera línea, me refiero. Hace cuatro años perdió las primarias frente a Conesa por apenas una docena de votos. Porque hay trenes que pasan solo una vez en la vida. O incluso dos, en ocasiones excepcionales. Pero ocurre que por razones profesionales podría no estar disponible hasta mediados de 2022. En ese caso, habría que plantearse que, con otro nombre en el liderazgo regional, igual su puesto puede estar encabezando el ticket electoral autonómico en 2023. Algo que no resulta nada descartable.

Era el gran Antonio Machín quien interpretaba como pocos aquel bolero compuesto por la mexicana Consuelo Velázquez, del que extraigo el encabezamiento de este artículo, y que llevaba por título Amar y vivir. A Diego Conesa Alcaraz (Fuente Álamo, Murcia, 1973) nadie le podrá quitar que fue el primer socialista que tumbó al PP de la Región de Murcia en 24 años. Con aquel triunfo de mayo de 2019 era aritméticamente posible alcanzar el Palacio de San Esteban. Sus 17 diputados, sumados a los 6 de Ciudadanos, le otorgaban la exacta mayoría necesaria. Sin embargo, la dirección nacional de la formación naranja echó por tierra aquella posibilidad eligiendo a los populares como socio preferente.

Tuvieron que pasar casi dos años para que los nuevos dirigentes de Cs, ya sin Albert Rivera al timón, se plantearan reconsiderar esta decisión que les había conducido a gobernar en coalición con el PP en la comunidad murciana. A las pocas horas de que estos presentaran con el PSOE una moción de censura en la Asamblea Regional, un fino analista -que sabía tanto por viejo como por sabio- predijo en una tertulia radiofónica que aquello no prosperaría porque el PP no iba a consentir dejar el poder así como así tras cinco legislaturas instalado en él, con las prebendas que esto comporta. Ya estarán sonando los teléfonos y comprando voluntades, vino a añadir.