Acomete Podemos un momento determinante; de ahí el calor de los debates, que se centran con más intensidad en el rumbo político y lógicamente en la estructura orgánica adecuada a ese rumbo.
Es deseable que Podemos se construya en lo interno de manera similar a aquello que reclamamos hacia fuera. Separación de poderes, transparencia, proporcionalidad, límite de mandatos y descentralización son cuestiones irrenunciables. Ahora bien la parte fundamental de esta coherencia entre lo que queremos para el país y lo que queremos para nuestra organización, pasa inexorablemente por la transición de la democracia representativa en que se sustentan las instituciones y partidos políticos hacia una democracia más participativa, y, por la otra, pasaría también por definir exactamente qué quiere decir eso de convertirse en un movimiento popular; ya que hay quien ve la construcción del sujeto pueblo en un sentido y quien cree que es más fácil y útil luchar y crear poder popular. Atención, que aunque parecido, no es lo mismo, y en esa diferencia de concepto se apoya en este momento gran parte de la controversia entre corrientes.
Es ya conocido, que el primer Vistalegre dio lugar a la máquina de guerra electoral y que evitó desarrollar buena parte de la intencionalidad y los objetivos que la organización se había marcado para construir una herramienta al servicio de la ciudadanía como palanca de cambio social y plataforma de transformación de las instituciones. En todo caso, para conseguir conectar con la sociedad civil y enraizarnos en los territorios, se pensó en que los círculos abordaran esa faena, dejando la dirección política a los Consejos ciudadanos y la iniciativa institucional a los grupos parlamentarios.
Como cofundador del Círculo de Podemos Cartagena e impulsor de algunos otros círculos, he creído y sostenido siempre que los círculos son imprescindibles en nuestro proyecto, pero tenemos que ser capaces entre todos y todas de definir con claridad sus objetivos. La autonomía y la independencia deben ser algunos de esos objetivos, así como que de ellos mane un afluente de actividad social. Considero que ninguno de estos objetivos ha sido alcanzado ni desarrollado durante esta primera etapa, en la que el diseño de Vistalegre I no les otorgó mucho encaje.
Hoy, es un clamor que los círculos reclaman estar representados en los órganos ejecutivos. Y parece que nadie duda que así debe ser, constituyendo como constituyen una parte esencial en nuestra estructura, y siendo como son los mejores espacios para el empoderamiento de la gente y para socializar el debate político. De modo que esta demanda debería ser asumida en todos los niveles orgánicos del partido. Sin embargo, se están haciendo propuestas en este sentido que son preocupantes, como por ejemplo cuando se parte de la idea de que los círculos acumulan todo el capital político de Podemos y que por tanto tienen que ser la pieza fundamental que marque toda la iniciativa política en los territorios. Esto tiene cierto riesgo, porque si circulamos Podemos, poniendo a los círculos en el centro de nuestra actividad política y por tanto como principales generadores de la iniciativa institucional, habremos convertido las asambleas de éstos en verdaderos campos de batalla entre las distintas sensibilidades de Podemos. En definitiva, es evidente para cualquiera que haya pertenecido a un círculo que la excesiva politización de los mismos les haría perder toda utilidad de transformación social en su ámbito de actuación, y pasarían a ser el depósito de gasolina del vehículo en lugar de la correa de transmisión que pone en movimiento la ilusión de Podemos con las necesidades de la sociedad civil.
Quienes sostenemos la idea de convertir Podemos en un gran movimiento popular, socializando la política para construir una identidad como pueblo contra las élites financieras, económicas y políticas, deberíamos pensar en los círculos como los espacios donde juntarnos a debatir y pensar en cómo generar dinámicas en nuestro ámbito más cercano, nuestros barrios y nuestros centros de estudio y trabajo. Espacios que vayan tejiendo una red de solidaridad entre las clases populares a la par que pongan en marcha iniciativas para levantar sólidos muros contra la resignación con la que a menudo se pretende paralizar a la población.
Para eso no hay más remedio que ser dinamizadores de una nueva cultura política y social en nuestros barrios; escuchar con atención a la ciudadanía, que es la que tiene que tomar la iniciativa y alentar a nuestros vecindarios a organizarse en espacios solidarios. Si los círculos consiguen poner en marcha todo ese tejido social habremos construido una gran masa crítica que forzará a la clase política a atender sus demandas; generaremos economía alternativa entorno al bien común, equilibrando el poder de la banca convencional con el de la banca ética, el poder de las eléctricas con el de las cooperativas de energías alternativas, el de la especulación urbanística madre de la corrupción política con el de las ciudades sostenibles pensadas para su gente; el de los medios de comunicación tradicionales, con el boca a boca y los medios alternativos…
Por tanto, ¡Qué rulen los círculos!, que envuelvan en su rodamiento todo el talento de nuestra sociedad civil y que atrapen en su recorrido a más y más gente allá por donde pasen. ¿Significa esto abandonar el protagonismo de éstos en Podemos? Todo lo contrario; significa que podrán convertirse en un espacio ilusionante donde trabajar; desde la fraternidad, sin enfrentamiento ni conflicto, con una clara faena entre manos: la nada desdeñable labor de construir y unir a nuestro pueblo entorno a sus intereses comunes. ¿Significa esto que renunciamos a la movilización social? En absoluto. Siempre será más fácil movilizar a una ciudadanía organizada y crítica que a la mayoría silenciosa que tanto le gusta a Rajoy. ¿Significa esto apartar a los círculos de las decisiones políticas del partido? Menos aún; porque se convertirán en la mejor reserva de ideas para convertir en iniciativas políticas.
Contra la propuesta de politizar en exceso los círculos y para evitar su secuestro por los activistas más “puros”, o por los intereses de tal o cual corriente, apostaría por unos círculos más autónomos, más pegados al territorio que a la institución y más libres para tomar decisiones y llevar la iniciativa. Necesitamos más círculos (muchos más), más espacios para la reflexión colectiva, más protagonismo para las asambleas de inscritos y más coordinación con los órganos de gestión y dirección. Más círculos en los que se pueda incorporar todo el talento que acumulan las gentes de Podemos; convirtiendo la participación ciudadana en inteligencia colectiva.
Esta es, a mi entender, la manera de ir conformando una organización política plenamente democrática, que tienda cada vez más hacia la horizontalidad y se aleje de las formas y los vicios de los partidos tradicionales, sin perder eficacia en las instituciones ni en lo social y que legitime totalmente a los cargos dirigentes, porque estarán cumpliendo con la máxima de mandar obedeciendo, que tanto nos gusta reseñar.
Acomete Podemos un momento determinante; de ahí el calor de los debates, que se centran con más intensidad en el rumbo político y lógicamente en la estructura orgánica adecuada a ese rumbo.
Es deseable que Podemos se construya en lo interno de manera similar a aquello que reclamamos hacia fuera. Separación de poderes, transparencia, proporcionalidad, límite de mandatos y descentralización son cuestiones irrenunciables. Ahora bien la parte fundamental de esta coherencia entre lo que queremos para el país y lo que queremos para nuestra organización, pasa inexorablemente por la transición de la democracia representativa en que se sustentan las instituciones y partidos políticos hacia una democracia más participativa, y, por la otra, pasaría también por definir exactamente qué quiere decir eso de convertirse en un movimiento popular; ya que hay quien ve la construcción del sujeto pueblo en un sentido y quien cree que es más fácil y útil luchar y crear poder popular. Atención, que aunque parecido, no es lo mismo, y en esa diferencia de concepto se apoya en este momento gran parte de la controversia entre corrientes.