El Mar Menor es el gran desastre ecológico de nuestra Región, perpetrado durante décadas por unas autoridades negligentes en materia de defensa ecológica en combinación, cuando no en connivencia, con un negocio turístico-inmobiliario sin freno y un agronegocio imparable, dos depredadores de territorio sin corrección natural ni institucional que permita que los ciclos se renueven. El Mar Menor es un callejón sin salida, una vía muerta, una anomalía dolorosa, una sangría de fauna y flora, una herida en el alma de la Naturaleza. El Mar Menor está cerca de ser un mar muerto. En el proceso de esa agonía surgió una iniciativa para intentar salvar la vida de un ecosistema único en el planeta. La Iniciativa Legislativa Popular (ILP) liderada por Teresa Vicente tuvo un éxito sin precedentes en el mundo; esta ILP consiguió más de seiscientas mil firmas y recibió en el Senado el voto favorable de todas las fuerzas políticas a excepción de Vox. Retengan el dato. Gracias a esta iniciativa, ahora tenemos un ecosistema con entidad jurídica que le proporciona protección legal. No solo eso: con su entrada en vigor, cualquier persona podrá presentar una acción judicial en nombre de la laguna.
Las imágenes en televisión de un suicidio masivo e involuntario de peces, que se lanzaban a tierra buscando el oxígeno que el agua les negaba, removió las conciencias de una sociedad anestesiada durante lustros. La gente se unió independientemente de su adscripción política, los colegios se llenaron de manualidades inspiradas en la defensa del mar, se organizaron mesas para la recogida de firmas, se hicieron canciones, se representaron obras de teatro, se abrazó mediante una cadena humana un Mar Menor doliente con un abrazo lleno de ternura, como se abraza al enfermo en su cama de convaleciente, para insuflarle la energía que le falta. Bellos gestos. Bellísimos gestos. Pero con los gestos no es suficiente. Ni siquiera las leyes son suficientes, porque esas leyes hay que aplicarlas para que se hagan efectivas y tiene que haber en la Asamblea Regional partidos políticos convencidos de la pertinencia de esas leyes haciéndolas valer para que éstas surtan algún efecto, de lo contrario son poco más que papel mojado. Sin embargo en las últimas elecciones, a la hora de votar, la ciudadanía ha tenido más presente a una banda terrorista que ya no existe, que el ecocidio que se está perpetrando ante sus ojos, en la puerta de sus casas.
Y tras la victoria de las fuerzas conservadoras, el Mar Menor está ahora en manos de Vox, los únicos que votaron contra la ILP, los que siempre han negado y que niegan el ecocidio, que es lo mismo que apagar un incendio con una manguera de gasolina. La laguna pedía oxígeno y se le ha dado voxígeno. En el cambalache post electoral la Comisión de Medio Ambiente de la Asamblea Regional se le ha concedido a la ultraderecha. El presidente de esta Comisión será Antonio Martínez Nieto, un diputado de Vox que acusa al ecologismo de catastrofista y que niega que se estén agotando las fuentes de energía, que reclama que no se ponga límite a la explotación de los recursos naturales, que afirma que el fanatismo climático es una agenda suicida y que advierte que dotar de derechos a los animales nos conduce a la debacle. Como si no la estuviéramos viviendo ya. Como si el estado del Mar Menor no fuera de facto una distopía presente.
El discurso no es nuevo porque para la ultraderecha tanto española como planetaria, una de las bestias negras a combatir es el ecologismo. El problema es que con el panorama existente en el Mar Menor esta designación es una vuelta de tuerca a un ecosistema que ya no resiste otra legislatura en su contra. Se cierra un círculo catastrófico.
El tiempo es un enemigo implacable, en esta carrera contrarreloj el ecosistema de la laguna está doblando las rodillas y ya no le queda aliento. Aún tenemos las próximas elecciones para acudir a él con un balón de oxígeno.
El Mar Menor es el gran desastre ecológico de nuestra Región, perpetrado durante décadas por unas autoridades negligentes en materia de defensa ecológica en combinación, cuando no en connivencia, con un negocio turístico-inmobiliario sin freno y un agronegocio imparable, dos depredadores de territorio sin corrección natural ni institucional que permita que los ciclos se renueven. El Mar Menor es un callejón sin salida, una vía muerta, una anomalía dolorosa, una sangría de fauna y flora, una herida en el alma de la Naturaleza. El Mar Menor está cerca de ser un mar muerto. En el proceso de esa agonía surgió una iniciativa para intentar salvar la vida de un ecosistema único en el planeta. La Iniciativa Legislativa Popular (ILP) liderada por Teresa Vicente tuvo un éxito sin precedentes en el mundo; esta ILP consiguió más de seiscientas mil firmas y recibió en el Senado el voto favorable de todas las fuerzas políticas a excepción de Vox. Retengan el dato. Gracias a esta iniciativa, ahora tenemos un ecosistema con entidad jurídica que le proporciona protección legal. No solo eso: con su entrada en vigor, cualquier persona podrá presentar una acción judicial en nombre de la laguna.
Las imágenes en televisión de un suicidio masivo e involuntario de peces, que se lanzaban a tierra buscando el oxígeno que el agua les negaba, removió las conciencias de una sociedad anestesiada durante lustros. La gente se unió independientemente de su adscripción política, los colegios se llenaron de manualidades inspiradas en la defensa del mar, se organizaron mesas para la recogida de firmas, se hicieron canciones, se representaron obras de teatro, se abrazó mediante una cadena humana un Mar Menor doliente con un abrazo lleno de ternura, como se abraza al enfermo en su cama de convaleciente, para insuflarle la energía que le falta. Bellos gestos. Bellísimos gestos. Pero con los gestos no es suficiente. Ni siquiera las leyes son suficientes, porque esas leyes hay que aplicarlas para que se hagan efectivas y tiene que haber en la Asamblea Regional partidos políticos convencidos de la pertinencia de esas leyes haciéndolas valer para que éstas surtan algún efecto, de lo contrario son poco más que papel mojado. Sin embargo en las últimas elecciones, a la hora de votar, la ciudadanía ha tenido más presente a una banda terrorista que ya no existe, que el ecocidio que se está perpetrando ante sus ojos, en la puerta de sus casas.