“Una libertad que quita la vida no es libertad. Una vida que quita la libertad no es vida”
A quien le guste el cine español tal vez conozca esa frase.
Sí, es cierto, estoy barriendo para casa: soy español y actor así que siempre que puedo lo hago. En contra de lo que mucha gente repite, no creo que el cine español sea peor que el de otros países. Simplemente, está muy arraigado en nuestro costumbrismo nacional y el peso del realismo cinematográfico de la dictadura.
Algo parecido pasa con la literatura.
Pero ya entraré en esos lodos más adelante (no todo en esta vida es Franco).
A lo que iba: a los que os guste disfrutar de una buena película es probable que os suene la frase que encabeza estas parrafadas.
Pertenece al poeta español Ramón Sampedro. Y no, Ramón Sampedro no ha protagonizado ninguna película. Lamentablemente, nunca tuvo la oportunidad. Pero si existe un clásico contemporáneo sobre su vida: Mar Adentro.
Mar Adentro fue una película dirigida por Alejandro Amenábar y protagonizada por Javier Bardem y Belén Rueda (entre otros) que ganó el Goya a la Mejor Película y el Óscar a la Mejor Película Extranjera en 2004. ¿Veis? No todo nuestro cine es un refrito de casposidad, erotismo baratero, chistes desfasados y suecas esculturales enamoradas de castizos hombres topo. También existen estas maravillas. Muchas maravillas.
Y Mar Adentro es una de ellas por dos razones:
La primera: porque es de Amenábar. Y bien puede Amenábar excretar y estampar sus heces en una pantalla de cine que seguirá siendo mejor película que mucha mierda que nos tragamos a diario (sí, te estoy mirando a ti, Michael Bay).
La segunda: porque presentó sin tapujos (aunque con algo de artificio melodramático) la realidad de la desesperanza.
La película recorría los últimos años de vida del poeta Ramón Sampedro, postrado más de 30 años en su cama tras un accidente en su juventud que lo dejó tetrapléjico de cuello para abajo. A lo largo de esos años, Sampedro escribiría dos libros que recogerían sus poemas y reflexiones. ¿Sus títulos? Cartas desde el infierno y Cuando yo caiga.
Si no entendéis la metáfora o el símil, será mejor que paréis aquí y os pongáis a leer algo de literatura clásica (nunca es tarde para reivindicar a gente como Joseph Conrad). Después, volved si queréis. Prometo no moverme.
Sampedro, como muchos otros antes y después que él, lucho por el suicidio asistido. Luchó por tener la oportunidad de morir como y cuando él quisiese. Sampedro vivió soñando con la muerte. Y ni eso podía tener. Gracias a Amenábar y su equipo, la historia de Sampedro no caería en el olvido mediático y la sociedad empezó a comprender la realidad de una problemática silenciada.
Pero igual que le pasaba a la 'María' de Ricky Martín, dimos un pasito pa’lante y ahora se empeñan en que demos un pasito pa’atrás.
Hace unas semanas, el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, no dudó en decir sobre la eutanasia que “es un problema que no existe”.
En el año 2015, España registró más de 250.000 enfermos terminales sin una ley estatal que les reconociese a todos. En el año 2017, la Asociación Helping Cáncer denunció que en España existen menos de 300 recursos asistenciales para evitar que dichas personas mueran sin dolor. En otras palabras, el acceso a los cuidados paliativos (última respuesta sanitaria cuando todo está perdido) es absurdamente limitado. A eso hay que sumar una trágica realidad: si el enfermo decidiese (o pudiese) poner fin a su vida de forma propia, lo tiene que hacer completamente solo. En la ley vigente, ayudar en un suicidio asistido es un delito. El mismo año que la Asociación Helping Cáncer hacía público su informe, José Antonio Arrabal grababa su suicidio.
José Antonio, enfermo de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), denunciaba en la grabación como, para proteger a sus seres queridos, había tenido que echarles de casa para evitar cualquier repercusión legal. José Antonio afrontaba así la muerte completamente solo a sabiendas de que aquel era el precio que tenía que pagar por la libertad de su familia y la suya propia.
La gente dice que el suicidio es un acto de cobardía. Pero José Antonio me parece uno de los hombres más valientes que, lamentablemente, nunca podré conocer.
¿Sabe que es cobarde, señor Casado?
Cobarde es recortar en Sanidad frenando el acceso de medicamentos para el ELA a los enfermos mientras descubrimos que aquellos que tanto recortaban jugaban con nuestro dinero en paralelo (sentencia judicial mediante).
Cobarde es no poder siquiera cubrir con paliativos a todos aquellos enfermos que lo necesitan para poder “vivir” sin dolor el tiempo que les queda.
Cobarde es argumentar que la eutanasia “es un problema que no existe”.
¿Y sabe qué es lo más cobarde? Ser capaz de decir todo esto con una sonrisa sin atreverse a mirar a los ojos a ninguno de los 250.000 enfermos que esperan su hora en un hospital. Eso es de cobardes.
Para usted, tan español y muy español, 250.000 personas terminales no son nada. Supongo que, como se van a morir, no pueden votar.
Un consejo, señor Casado, vea más cine español. Y si no puede hacerlo por usted, hágalo por Ramón, por José Antonio y por todas las películas que ellos quisieron ver y ya no podrán. Tal vez tengamos suerte y aprenda un poco de esos problemas que “no existen”.