Resultan cansinos los argumentos de aquellos que pretenden que el AVE llegue cuanto antes y como sea a Murcia, como si su llegada supusiera un beneficio instantáneo y su ausencia nos estuviera perjudicando. Esa “obsesión” por el AVE, tan electoral y partidista –porque esos mismos callaban cuando hace cinco años llegaba a Valencia mientras aquí las veíamos venir- parece que no les deja ver lo que realmente subyace en este debate: el secular abandono al que Fomento ha sometido y somete al ferrocarril en la Región de Murcia.
Que en el 2015 toda la red ferroviaria de la séptima provincia por población de España (que cuenta con el séptimo municipio por población del país) sea de vía única sin electrificar; que todas sus estaciones e infraestructuras sean de poco menos que de 1865; que no se haya soterrado ningún tramo urbano; que sus servicios sean tercermundistas; que el Corredor Mediterráneo suponga una quimera por estos lares; que la red de cercanías que utilizan 2 millones de personas al año –ya que también afecta a la vecina provincia de Alicante, quinta del país en población- parezcan salidos de Marruecos (con mis respetos a los ferrocarriles marroquíes), es una vergüenza sin paliativos. Una vergüenza que ni veinte 'AVES' van a solucionar.
No se trata de la típica queja de campanario en donde todo municipio y provincia española quiere los servicios del vecino y que en gran parte ha motivado tantas absurdidades. Aquí las quejas –escasas por otra parte- están más que motivadas. Pero precisamente, ante la ausencia de las mismas durante años, por el servilismo institucional y la indolencia social (hasta hace poco), el Ministerio de Fomento lleva décadas haciéndose el longuis con los murcianos.
Una vez que el nefasto Pacto de San Esteban –ese en el que encima hicimos de anfitriones- no se ha cumplido, siendo una bajada de pantalones en toda regla que supuso renunciar a la conexión directa por Albacete en nombre de una simultaneidad de llegada que quedó en papel mojado, ¿qué más da que seamos la capital 30 o la 35 en que llegue el “pajarraco”?
Detrás de la protesta ciudadana está lo intolerable de la marginación de Fomento, y el soterramiento es el símbolo de esa necesaria modernización que el Estado tiene la obligación de darnos (porque nos lo debe), en donde no caben componendas ni electoralismos para que la modernización quede supeditada a un AVE electoral con prisas repentinas.
Por primera vez los murcianos han dado un golpe en la mesa, y los grupos de la oposición, que son mayoría y representan la voluntad popular, han sido expresión de dicho sentir. Bravo.
Resultan cansinos los argumentos de aquellos que pretenden que el AVE llegue cuanto antes y como sea a Murcia, como si su llegada supusiera un beneficio instantáneo y su ausencia nos estuviera perjudicando. Esa “obsesión” por el AVE, tan electoral y partidista –porque esos mismos callaban cuando hace cinco años llegaba a Valencia mientras aquí las veíamos venir- parece que no les deja ver lo que realmente subyace en este debate: el secular abandono al que Fomento ha sometido y somete al ferrocarril en la Región de Murcia.
Que en el 2015 toda la red ferroviaria de la séptima provincia por población de España (que cuenta con el séptimo municipio por población del país) sea de vía única sin electrificar; que todas sus estaciones e infraestructuras sean de poco menos que de 1865; que no se haya soterrado ningún tramo urbano; que sus servicios sean tercermundistas; que el Corredor Mediterráneo suponga una quimera por estos lares; que la red de cercanías que utilizan 2 millones de personas al año –ya que también afecta a la vecina provincia de Alicante, quinta del país en población- parezcan salidos de Marruecos (con mis respetos a los ferrocarriles marroquíes), es una vergüenza sin paliativos. Una vergüenza que ni veinte 'AVES' van a solucionar.