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Los terribles pasillos de color rosa

¿Qué haces cuando quieres ser una madre responsable y elegir juguetes que fomenten la igualdad entre los sexos, eduquen y además, gusten a tus hijos? ¿Qué puedes hacer cuando quieres todo eso y llegas a los grandes almacenes y te abruman los pasillos de color rosa?

Este año ha vuelto a pasarme, he vuelto a sumergirme en uno de esos terribles pasillos de color rosa de los centros comerciales. Desde el suelo hasta el techo lleno de bebés llorones (y meones), muñecas, cocinas, vestidos, cunas, libros, videojuegos, construcciones, puzzles, balones... todo de color de rosa. Y son rosas las páginas de los catálogos de juguetes dedicadas a las niñas, las cajas de cartón y el papel de regalo... todo lo que una niña puede soñar (o meter en sus pesadillas) todo es color rosa. Como si nada tuviera sentido en el mundo de una niña si no es de ese color.

Me pasa como a Riley, que no lo entiendo:

Me pasa como a la coreana Jeong Mee Yoon, que no se lo podía creer del todo hasta que fue casa por casa comprobando que todo lo de las niñas es rosa y lo de los niños, azul.

Pero mi problema no es solo con el rosa, es que hay muchos juguetes de niña que no comprendo. Sé que los niños adoran imitar a los padres. Por eso es natural que niños y niñas quieran barrer o planchar, por ejemplo, aunque los mayores lo hagamos renegando. Pero, ¿tienen que ser de color rosa las escobas y las planchas? ¿Es necesario decirle tan explícitamente a los niños varones que eso (de barrer o planchar) no es para ti?

Y ¿por qué los muñecos de los niños luchan, trabajan y rescatan y las muñecas de las niñas van de compras y se cambian de vestido como si en ello les fuera la vida? En eso estoy con Miranda, las princesas son unas boludas:

¿Por qué querría una niña jugar con un perro horroroso que tiene el horroroso nombre de “Chichi Love”? ¿Y a quién demonios se le puede haber ocurrido llamar así a un juguete?

Más preguntas trascendentales: ¿a qué se puede jugar con un hada que vuela sin que tú hagas nada para ayudarla?

Creo que lo único que se puede hacer es lo que hace la niña del anuncio: mirarla embelesada mientras vuela y guardarla después en un cajón.

Pasamos del absurdo de las Barbies de color rosa, cuerpos imposibles y novios también imposibles (para que nos vamos a engañar, querido Ken), al absurdo de intentar vendernos que las niñas quieren muñecas con granos y celulutis. No, hombre, tampoco hay que pasarse. Me parece que la muñeca Lammily, que es básicamente lo mismo que una Barbie pero capaz de respirar sin que se le rompan las costillas y con un estómago en el que cabe algo más que una hoja de lechuga, es una buena idea. Pero no entiendo para qué querría una niña añadirle celulitis y granos.

Muchos padres nos dejamos los sesos intentando guardar un equilibrio entre no ser sexista con los juguetes y no caer en el absurdo de regalar algo con lo que las niñas no quieran jugar. En realidad, no es tan difícil, pero se necesita un poco de ayuda de la industria.

Por eso me gusta la idea del catálogo de Toy Planet. Seguramente en sus tiendas habrá grandes pasillos de color rosa, pero por lo menos dejan claro que los niños de ambos sexos pueden jugar juntos a un montón de cosas y que a las niñas también pueden resultarle atractivos los juguetes que no son rosas.

De todas formas, por lo visto nos complicamos la vida innecesariamente porque resulta que los niños no quieren juguetes. Quieren otra cosa. O por lo menos eso nos vende IKEA.

¿Qué haces cuando quieres ser una madre responsable y elegir juguetes que fomenten la igualdad entre los sexos, eduquen y además, gusten a tus hijos? ¿Qué puedes hacer cuando quieres todo eso y llegas a los grandes almacenes y te abruman los pasillos de color rosa?

Este año ha vuelto a pasarme, he vuelto a sumergirme en uno de esos terribles pasillos de color rosa de los centros comerciales. Desde el suelo hasta el techo lleno de bebés llorones (y meones), muñecas, cocinas, vestidos, cunas, libros, videojuegos, construcciones, puzzles, balones... todo de color de rosa. Y son rosas las páginas de los catálogos de juguetes dedicadas a las niñas, las cajas de cartón y el papel de regalo... todo lo que una niña puede soñar (o meter en sus pesadillas) todo es color rosa. Como si nada tuviera sentido en el mundo de una niña si no es de ese color.