Los mejores años de mi vida los pasé en Urgencias. Fueron buenos los años de la residencia y también los otros, los cinco años que estuve en la Arrixaca como coordinador de Urgencias.
En Urgencias se atiende con frecuencia a los pacientes en horas decisivas para ellos; “…Estaba bien, doctor, pero de repente cayó al suelo, perdió el conocimiento y comenzó a sacudir los brazos y las piernas...”. “… Me duele mucho el pecho, es como una losa…”. “… Es diabética doctor, la encontramos inconsciente esta mañana…”. Es necesaria una preparación intensa, científica y humana, para escuchar, para entender, para comprender de veras lo que está viviendo el otro. Existe un respeto ancestral y profundo por aquellos que nos preceden y nos guiaron, los que nos enseñaron, en nuestro caso a preguntar, a explorar. Un gran respeto también por los compañeros que decidieron seguir en Urgencias, trabajar en Urgencias, por los que se quedaron en Urgencias.
Mucho de lo importante que nos pasa en nuestra vida, de lo decisivamente importante, termina por ocurrir en Urgencias. No quiero sino recordar, aunque sea levemente, que la mayoría de nosotros vamos, si las tendencias no cambian drásticamente, a morir en un hospital tras pasar la última vez por Urgencias.
Las Urgencias son una válvula, una inmensa válvula que regula en gran medida el sistema. Si existen demoras insufribles en Primaria los pacientes van a Urgencias; si no se consigue acceder con prontitud al especialista, allí está Urgencias; y si los pacientes no caben en el hospital se quedan en Urgencias. Algunos pudieran pensar que éstos de Urgencias aguantarán todo sin molestar porque no es para tanto, y lo piensan porque no conocen las Urgencias, no pisan las Urgencias.
He sostenido y sostengo que los médicos, el personal de enfermería, los celadores y los administrativos de Urgencias necesitan todo nuestro respeto, pero de verdad, y deben ser cuidados. Entre otras consideraciones debiera ser uno de los últimos sitios donde recortar personal y salarios. El horario y la organización del trabajo debiera ser flexible, se debería facilitar el trabajo.
Las Urgencias están masificadas y a veces más, ni la población general ni el resto del personal sanitario ni por supuesto las direcciones de los centros son plenamente conscientes de lo que significa la masificación y a veces el hacinamiento. Con frecuencia se idean esclusas en las áreas de Urgencias para escalonar el acceso a hospitalización. Muchos ya saben lo que es quedarse a dormir en un “box” de Urgencias hasta que vayan quedando libres habitaciones. Otras veces lo que se idea es montar como una especie de campamento de los pendientes de ingreso en algún rincón de Urgencias.
¿Y qué pasa, cuando se añade además un problema social serio como es el manejo de un paciente en situación de exclusión severa, lo que no es excepcional? Pues que los trabajadores sociales se enfrentan entonces a todas las debilidades del sistema. Pero lo peor es saber, a ciencia cierta, que con frecuencia mientras todo esto ocurre hay plantas cerradas, plantas que presuntamente no se abren para incrementar la presión sobre los que trabajan en Urgencias y para ahorrar en personal y gasto hospitalario en general. ¿Hasta cuándo, Catilina…?
Condiciones similares a éstas las viví yo en la Arrixaca a final de los 80 con las camas en los pasillos, y recuerdo cómo junto al cura Juan, recogíamos firmas contra esa situación bochornosa. Claro que ahora todo es más fino, más educado, menos visible.
Hay que respetar a las Urgencias, a los ciudadanos enfermos y a los ciudadanos que los cuidan porque prestan un servicio cívico de primer orden. Porque todo esto sucede porque no hay conciencia suficiente del trabajo que se hace en Urgencias y la repercusión que tiene en la salud de todos. Algunos de los mejores de mis compañeros se quedaron en Urgencias, en uno u otro hospital y podría, si no fuera por pudor, dar aquí sus nombres y hablar del respeto que les tienen sus compañeros de otras especialidades.
Urgencias parece que se sitúe en otro planeta, que no se quiera ver el problema. ¿Son plenamente conscientes las direcciones del malestar del personal de Urgencias y de sus inadecuadas condiciones de trabajo? ¿Son conscientes de los problemas que generan estas condiciones para una formación rigurosa de estudiantes y residentes? ¿Son conscientes de las penurias a las que se somete a la población que tiene la desgracia de caer en interminables horas de espera para ser atendidos e ingresados si es el caso?
Pero, ¿es que no hay soluciones? Por supuesto que sí, pero es sobre todo cuestión de prioridades y de capacidad de ideación. De entrada, si no fueran los ciudadanos de a pie, los trabajadores, los que sufren esta situación, se podrían vislumbrar otras soluciones. Si se dedicaran más recursos y más eficientes a gastos en Salud o se dispusieran de las camas hospitalarias suficientes probablemente todo mejoraría. Si se reformaran las Urgencias, entre otras cosas implantando Unidades extrahospitalarias más resolutivas, probablemente también.
Con lo que no va mejorar es con la política de prioridades equivocadas y de austeridad del Gobierno, de recorte en lo sociosanitario y de sometimiento a las políticas neoliberales que nos quieren imponer. Lo primero es la gente y los gobiernos que van saliendo de las urnas deberían ir marcando nuevas rutas. La salud como bien esencial y los servicios sociosanitarios públicos como eje central en su consecución.
Ah, se me olvidaba la aportación de una compañera, me decía: Pepe, que la puerta de entrada, para las direcciones de los hospitales, no sea otra que la Puerta de Urgencias, y que vean allí a los que salen de guardia con pocas horas o ninguna de sueño y a los enfermeros cansados y a los celadores y a los pacientes que no encuentran sitio, deslocalizados, y que los miren a los ojos.
Por ti Inma, porque nos mantuviste unidos
Los mejores años de mi vida los pasé en Urgencias. Fueron buenos los años de la residencia y también los otros, los cinco años que estuve en la Arrixaca como coordinador de Urgencias.
En Urgencias se atiende con frecuencia a los pacientes en horas decisivas para ellos; “…Estaba bien, doctor, pero de repente cayó al suelo, perdió el conocimiento y comenzó a sacudir los brazos y las piernas...”. “… Me duele mucho el pecho, es como una losa…”. “… Es diabética doctor, la encontramos inconsciente esta mañana…”. Es necesaria una preparación intensa, científica y humana, para escuchar, para entender, para comprender de veras lo que está viviendo el otro. Existe un respeto ancestral y profundo por aquellos que nos preceden y nos guiaron, los que nos enseñaron, en nuestro caso a preguntar, a explorar. Un gran respeto también por los compañeros que decidieron seguir en Urgencias, trabajar en Urgencias, por los que se quedaron en Urgencias.