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¡Váyase, señor González! Iglesias, cierra al salir

3 de mayo de 2021 08:34 h

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“Iglesias, cierra al salir. 4 de mayo”. Toda la escalofriante ambigüedad del Partido Popular ante la escalada de la violencia política de la ultraderecha se condensa en ese tuit borrado del PP en la Comunidad de Madrid después de que el candidato de Unidas Podemos abandonara el debate de la Cadena Ser tras negarse a a condenar la líder de Vox en esa región, Rocío Monasterio, las graves amenazas que había recibido Iglesias.

Esa misma ambigüedad salió a flote cuando la candidata del PP a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ironizó sobre las cartas con balas también recibidas por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, y haciendo gala de su desparpajo chulesco -que no sé si ella identificará como madrileño- declaró que si le mandaran “un abrelatas de una lata de mejillones el responsable de seguridad no vuelve a trabajar”. No parece ese el tono más apropiado para tratar un episodio de violencia política, más aún todo lo contrario, tiende a minimizarlo y banalizarlo. Días después se harían envíos similiares a la propia Díaz Ayuso y el expresidente Rodríguez Zapatero.

Pero el 'quid' de la cuestión está en cómo va a ser contundente Díaz Ayuso tanto con la violencia política que están sufriendo, sobre todo, representantes políticos de la izquierda y, muy especialmente, Pablo Iglesias, como con la xenofobia y el desprecio por el oponente mostrado por Vox en la campaña del 4M si posiblemente necesite al partido de ultraderecha para formar gobierno. No se ha planteado el PP en ningún momento un cordón sanitario como ha pasado en otros países europeos, meramente por cuestiones ideológicas, amén ya de los niveles de violencia explícita.

No existe equidistancia posible ante la violencia contra representantes políticos. Por más que la formación de Iglesias defendiera en su día los escraches, no se pueden equiparar éstos con el acoso permanente -o bullying- que el representante de Unidas Podemos experimenta día tras día en su vivienda en Galapagar -gritos, cánticos-, ni se puede decir por ello que “la violencia parte de Pablo Iglesias”. La ultraderecha está cada vez más dispuesta a tensar la convivencia social en un momento, además, en el que no hemos terminado de salir de una pandemia que ha convulsionado al planeta, en una Europa que recibió la gira del ultraderechista Steve Bannon y en una España que está digiriendo la resaca del 'procés'.

En 1994 se produjo un punto de inflexión en el endurecimiento del debate político, que alcanzó extremos desconocidos aquellos años, durante el debate del estado de la nación cuando Aznar le espetó al entonces presidente del Gobierno: “¡Váyase, señor González!, no le queda ninguna otra salida honorable”. Ese enfrentamiento político ha alcanzado nuevas cotas en la campaña del 4M y en el acoso diario que sufre en su vivienda Pablo Iglesias. El PP no ha terminado de reconocer la gravedad de la violencia política que se está viviendo. Las consecuencias están aún por ver.

“Iglesias, cierra al salir. 4 de mayo”. Toda la escalofriante ambigüedad del Partido Popular ante la escalada de la violencia política de la ultraderecha se condensa en ese tuit borrado del PP en la Comunidad de Madrid después de que el candidato de Unidas Podemos abandonara el debate de la Cadena Ser tras negarse a a condenar la líder de Vox en esa región, Rocío Monasterio, las graves amenazas que había recibido Iglesias.

Esa misma ambigüedad salió a flote cuando la candidata del PP a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ironizó sobre las cartas con balas también recibidas por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, y haciendo gala de su desparpajo chulesco -que no sé si ella identificará como madrileño- declaró que si le mandaran “un abrelatas de una lata de mejillones el responsable de seguridad no vuelve a trabajar”. No parece ese el tono más apropiado para tratar un episodio de violencia política, más aún todo lo contrario, tiende a minimizarlo y banalizarlo. Días después se harían envíos similiares a la propia Díaz Ayuso y el expresidente Rodríguez Zapatero.