Al alcalde José Ballesta (Murcia, 1958), quien revalidó el sábado por la mañana in extremis el bastón de mando de la alcaldía de Murcia, se le ve a menudo pasear su figura esbelta por los alrededores de la Glorieta, la sede del consistorio municipal, elegantemente vestido con sus trajes oscuros.
El centro de la ciudad también ha sido sometido a un profundo lavado de cara desde que el exrector de la Universidad de Murcia se convirtiera en alcalde en 2015. Cada pocas semanas nuevas flores recubren los parques y las calles de la capital, luces de colores iluminan por la noche el río Segura, y los fines de semana es difícil atravesar una plaza del corazón de la urbe sin que se celebre algún evento relacionado con la música, la moda o algún mercadillo, siempre bien acompañado de `foodtrucks´.
Uno de los proyectos estrella del alcalde durante la pasada legislatura ha sido el ADN Urbano que empezó en el barrio de Santa Eulalia y continuó en El Carmen y La Paz. Son barrios éstos que se encuentran o circundan el centro, pero que están bastante más deprimidos económicamente.
Con el ADN se han pintado aceras y edificios, entre otras “iniciativas artísticas”, se han adecentado jardines o se ha destinado más esfuerzo a la limpieza de las calles con la intención de revitalizarlos. En La Paz, por ejemplo, una zona marginal donde en muchas ocasiones los taxistas no están dispuestos a entrar, el colectivo de fama internacional Boa Mistura está pintando un gran mural sobre varios edificios en el que se podrá leer la palabra `Alma´ junto a la frase `Juntos somos barrios´.
Han sido fundamentalmente cambios estéticos que sí han supuesto una cierta mejora de la geografía urbana de estas zonas, pero que tampoco han incidido a un nivel socioeconómico, que es como en realidad cambian las vidas de los vecinos. La oposición ha acusado a Ballesta, no sin razón, de gobernar para el centro -o las ampliaciones del centro que se han propuesto desde la alcaldía- y, en cambio, olvidar las pedanías, donde vive el 60% de la población del municipio.
Ni el transporte público, ni la estética, ni las infraestructuras construidas en esas zonas han sido abordadas por el consistorio, ahondando aún más las diferencias naturales entre el centro y la periferia. De hecho, el PP se ha mantenido como el partido favorito de los habitantes del centro de Murcia, donde residen los ciudadanos con las rentas más altas de la ciudad (desde 30.000 a 100.000 euros cuando la media nacional es de 24.250 euros), aunque esa hegemonía se corta abruptamente al cruzar las vías del tren, cuando el mapa se tiñe de rojo.
El hecho de no haber apoyado el soterramiento, una reivindicación en pie en la ciudad desde hace casi 30 años y, muy especialmente durante los dos últimos años, llegando a reunir en septiembre de 2017 a 50.000 murcianos en una manifestación en contra de la llegada del tren en superficie, le ha pasado factura electoral a Ballesta en esa área. Parece ser que también personal, con escraches sufrido por él y su familia.
Estrella de las redes sociales
La estética y el cuidado de las formas también han sido exquisitamente estudiadas en la política de comunicación y el manejo de las redes sociales del alcalde, a un nivel al que no se aproxima ninguna otra figura de la política murciana.
Ballesta, licenciado en Medicina y consejero de Obras Públicas entre 2011 y 2014, ha conseguido proyectar una imagen de honorabilidad y mesura alejada de otros compañeros de partido -de hecho, consiguió 7.000 votos más que López Miras en el municipio- y en claro contraste con el anterior alcalde popular del municipio durante 20 años, Miguel Ángel Cámara, imputado en el `caso Umbra´ y quien estuvo dos años sin sacar dinero del banco.
En sus intervenciones públicas su principal mantra a lo largo de los años ha sido “soñar por su ciudad”, lo cual significa todo y nada a la vez, pero que le da margen para seguir proyectando la impresión de un señor serio y comprometido, aunque soñador.
Esa imagen se vio relativamente puesta contra las cuerdas en enero de 2018, cuando tuvo que dimitir su mano derecha y concejal de Fomento, Roque Ortiz, por el audio filtrado al diario La Opinión en las que reconocía prácticas de clientelismo para obtener votos a costa de concursos públicos.
Y, de nuevo, recientemente durante las negociaciones con el líder de Cs en el municipio, Mario Gómez, para formar gobierno. El líder naranja, que no destaca por su buena relación con sus compañeros del PP, apuró hasta última hora para conseguir el máximo número de sillones posible, a diferencia de la anterior legislatura cuando prestaron el apoyo al PP para obtener la mayoría de 15 ediles a cambio de nada.
Jugando a dos bandas con el PSOE hasta el mismo sábado pasado por la mañana, Gómez le puso sobre la mesa a Ballesta el hecho de que su hermano hubiera sido trasladado en su trabajo desde la sede de Alicante a Murcia de CESPA, principal adjudicataria del Ayuntamiento, cuando él llegó a la alcaldía en 2015. Ese fue uno de los momentos en los que Ballesta se levantó de la mesa. El líder de Cs, además de ser el nuevo teniente alcalde y concejal de Fomento, también ha conseguido para sus tres compañeros las concejalías de Política Social, Promoción Económica y Empleo y Comercio y Mercados. Lo que no ha quedado tan claro es que vaya a poder controlar las principales empresas concesionarias del Ayuntamiento, tal y como también propuso durante las negociaciones con la creación de una comisión de investigación para ello. Dios aprieta, pero no ahoga.
Además del ADN, Ballesta ha arrancado durante la pasada legislaturas otros proyectos con los que seguirá adelante, según lo pactado con Cs: `Murcia Río´, con el que pretende mejorar los márgenes del Segura; `Las fortalezas del Rey Lobo´, el primer parque arqueológico medieval en torno al castillo de Monteagudo; los carriles bici, que hasta el momento no han tenido el mejor diseño de trayectorias; o la recuperación de San Esteban o la Cárcel Vieja, donde en lugar de honrar la memoria de los represaliados por el franquismo, se erigirá un espacio polivalente.
El lavado de cara del centro y, por ejemplo, la peatonalización de Alfonso X, embellecen la ciudad, pero Murcia necesita muchas más políticas que transformen el municipio para corregir desigualdades, frenar la contaminación o mejorar la movilidad del transporte público. Además de ver a Ballesta pasear por la Glorieta, estaría bien verlo subido a un tranvía dirección El Palmar, sin ir más lejos.