Las segundas elecciones supusieron la tumba política de un Albert Rivera, que se obcecó y obsesionó mirándose al espejo del egocentrismo, demostrando una talla política mucho más baja de la que algunos le presumieron.
Hoy, si hubiera sido mínimamente inteligente y listo, sería vicepresidente y parte de su equipo económico, Garicano y Roldán, estarían al frente de Economía y Hacienda. Sin duda, se hubiese convertido en firme candidato a presidir España a pesar de su juventud.
Pero esa obsesión por querer llegar a la cúspide política antes de los cuarenta le mató. Igual que puede ocurrir con Pablo Casado que vuelve a demostrar, junto a Teodoro García, una ambición sin límites más propia de políticos inmaduros, y que no han hecho otra cosa que vivir de la política, que de estadistas de Estado.
Si su llegada a la presidencia del PP estuvo salpicada de sombras pactando con María Dolores de Cospedal, en aquel pacto de perdedores, ahora se ha empeñado en tomar el mismo camino que Rivera, anteponiendo sus intereses personales y de partido al interés general.
Si Pablo Casado quiere demostrar, por una vez, que es un político maduro y de Estado, debería liderar la posibilidad de que Pedro Sánchez, ganador de las elecciones, formara gobierno sin depender de los independentistas catalanes. De esta forma, estaría enviando al conjunto de la sociedad española, un mensaje de unidad y de altura de miras. Pero me temo que mientras su asesor sea el murciano Teodoro García, cualquier atisbo de sentido común y de estado, queda descartado.
Por cierto, sería un detalle que José Luis Mendoza, en vez de amenazar con llevarse las sedes sociales y fiscales de su UCAM a Madrid, mientras sigue su cruzada contra un puñado de funcionarios y funcionarias de la Dirección General de Bienes Culturales y pide a los católicos rezar para que no haya pacto entre Unidas Podemos y el PSOE, llamara a su hombre en Génova y le pidiera que se abstuvieran. De este modo, los católicos podrían dedicar sus rezos a cosas mucho más importantes que una coalición. Por ejemplo, a pedir por la gente que muere en el mediterráneo, o cosas más cercanas a nosotros, como la precariedad laboral o los trabajadores y trabajadoras de la empresa agrícola de Águilas que acaba de anunciar que echa a la calle a 400 personas.
Y mientras Casado sigue el camino de Rivera y echando salvavidas a Santiago Abascal, el cual también nos toma a los murcianos y murcianas por provincianos en el sentido peyorativo de la palabra, haciéndonos creer que su crisis es fruto del crecimiento, la moción de censura en Murcia empieza a asustar en San Esteban. Una parte importante de Ciudadanos, la que puede tomar de nuevo las riendas en la ruina que algunos y algunas han convertido Centrofama, son conscientes de que seguir manteniendo una coalición de Gobierno bajo el yugo de Vox, les llevará inexorablemente a su desaparición. Y es que el crédito del grupo naranja sigue marchándose a raudales por la 'Alcantarilla'.