Un brote entre trabajadores del campo: cómo se rastrea a cinco jornaleros y un chófer positivos por coronavirus en el municipio murciano de Totana
Hasta el próximo domingo 7 de junio no se dará por controlado el brote del municipio murciano de Totana en el que cinco jornaleros y un chófer de autobús dieron positivo por coronavirus durante la primera semana de mayo, ahora todos ellos negativizados aunque continúen en confinamiento preventivo en casa. Los protocolos dan por cerrado un brote “cuando ha pasado dos veces el período de incubación, que es de 14 días”, señala María Dolores Chirlaque, jefa de servicio de Epidemiología de la Región de Murcia.
Totana es un municipio con 35.000 habitantes, de los cuales 10.000 son inmigrantes procedentes de 168 países. La mayor parte de los trabajadores de la localidad son del sector primario: tanto jornaleros en el campo como trabajadores en almacenes de manipulado de frutas y hortalizas, muchos de ellos migrantes.
“Tuvimos claro desde el principio que los inmigrantes eran un colectivo muy vulnerable por varias cuestiones: tenían que salir todos los días a trabajar, por el transporte y también las propias condiciones de vivienda”, apunta Juan José Cánovas (IU), alcalde del municipio, el único en la Región que no pasó a la fase 2 el pasado lunes, aunque sí lo hará a partir del 1 de junio.
El Servicio de Epidemiología recibe cada cuatro horas ficheros de las pruebas que se han realizado en la Región: tanto de hospitales como de centros de salud y laboratorios públicos y privados. El pasado 2 de mayo recibió la información de un caso positivo por coronavirus de un jornalero de Totana a través de un médico de familia.
La labor de la atención primaria es una herramienta fundamental en el rastreo y estudio de contactos de pacientes con coronavirus, ya que son quienes detectan los síntomas y obtienen los resultados de las pruebas. “Luego cuando tienen un positivo hacen un rastreo de los convivientes y los que tienen en su cupo”, indica Chirlaque. “Pero nosotros estudiamos muchas condiciones sociales como el trabajo, los medios de transporte, los centros de inmigrantes, la cárcel. Toda la gente que se sale del circuito de atención de primaria”, añade la jefa de Epidemiología. Para ello cuentan con la colaboración de organismos como los ayuntamientos, la Policía Local, la Guardia Civil, médicos de empresa y organizaciones de ayuda como Cruz Roja.
Tras ese primer caso positivo en Totana, Epidemiología encontró al día siguiente que un familiar con el que convivía, también jornalero, aunque trabajara para otra ETT, se había infectado de coronavirus.
La búsqueda de 'contactos estrechos'
Después empezaron a rastrear lo que se conoce como los 'contactos estrechos' de ambos: las personas con las que hubieran pasado más de quince minutos a menos de dos metros sin protección 24 horas antes de empezar con los síntomas. Buscaron los nombres, apellidos y teléfonos de esas personas. Contactaron con las empresas para las que trabajaban y cómo habían ido hasta allí. Averiguaron si habían ido a comer a algún sitio, a casa de sus padres o amigos o a alguna pequeña fiesta. “Es un trabajo de investigación, de intentar establecer la cadena de transmisión del virus”, apunta Chirlaque.
Mientras realizaban esas labores hubo un tercer caso en la localidad que aparentemente no tenía relación con los previos. “No había un vínculo entre ellos y pensamos que se habían contagiado en un supermercado, una farmacia o un locutorio telefónico”, dice la jefa del servicio de salud pública de una de las comunidades con menor incidencia de coronavirus y en la que hasta el momento han fallecido 149 personas con la enfermedad.
“A los dos días surgió el cuarto caso, que convivía con el tercero y lo había contagiado. Con el rastreo pudimos establecer un nexo de unión y vimos que el primer caso había contagiado al cuarto porque estuvieron trabajando unos días en la misma empresa y habían compartido el autobús”. Al estudiar los contactos estrechos de los cuatro pacientes, encontraron a un quinto jornalero y al conductor del autobús también infectados por la COVID-19. En total, 58 personas fueron “cuarentenadas” –tanto trabajadores del campo como sus familiares– y once de ellas estuvieron confinadas en un centro de alto rendimiento deportivo de la localidad vecina de Lorca.
Un autobús con 45 jornaleros
Los jornaleros contagiados trabajaban para tres empresas agrícolas diferentes y viajaron en una furgoneta con cinco personas y en un autobús “con 45”, lo cual era ilegal. Estos vehículos cuentan con 55 ó 60 plazas de modo estándar y durante la primera semana de mayo solo se podía ocupar un tercio de la capacidad, es decir, 18 ó 20 de ellas.
“Se sale a las 6.00 de la mañana de la estación de autobuses de Totana y se vuelve a las 18.00 o incluso a las 20.00 de la tarde”, dice un conductor de autobús que trabaja llevando a jornaleros de la localidad murciana “de sol a sol”. La mayor parte de las veces el trabajo es a destajo, es decir, se paga por el número de piezas recogidas y no por horas.
“Las salidas y las entradas al municipio han estado muy controladas. Las fuerzas de seguridad han hecho un gran trabajo de visita y asesoramiento en los almacenes de transformación y manipulación de las hortalizas, pero el hecho de trabajar en el campo hace la situación más compleja”, apunta el alcalde, quien añade que Totana es en gran parte una ciudad dormitorio desde donde los jornaleros se desplazan a otras comarcas o provincias, “hasta incluso Málaga”, a trabajar la tierra contratados mayoritariamente por ETT.
“Enfermos invisibles para el sistema”
“Los rastreadores hacen falta porque con los pasos que se dan desde la atención primaria solo se detectan los contactos cercanos. Pero la idea es llegar a todos, hacer labor de detective”, apuntan fuentes médicas. “Las personas con menos posibilidades y con miedo a las consecuencias de estar enfermos son los más invisibles para el sistema y hay que plantear un rastreo muy pormenorizado. En Totana era difícil, alguno no tenía papeles, por ejemplo”, añaden.
Estas fuentes médicas apuntan a que la epidemia no afecta a todas las capas sociales por igual. “Las personas que viven en condiciones más precarias, en algunos casos con varias familias que conviven en el mismo sitio con mucha gente entrando y saliendo, son espacios donde si alguien se pone malo hay más posibilidades de que corra el virus. Y viven tan al día que, aunque se pongan malos, no quieren decir nada porque, si no, los aíslan a todos y no se lo pueden permitir”, apuntan.
Otro trabajador agrícola dio positivo el pasado viernes en la localidad murciana de Lorca. Los rastreadores del Servicio de Epidemiología de la Región se pusieron inmediatamente en marcha con nuevas investigaciones.
1