Arzúa 17 de junio. Día 5

Arzúa —

¿Adivinan a qué hora nos hemos levantado esta mañana? Efectivamente: a las seis.

Hoy ha sido un día diferente. Después de la rutina habitual de levantarse, equipaje, desayuno, reparto de almuerzos, autobús hasta el punto de inicio de la etapa, etc, hemos comenzado las actividades del día por una visita en lugar de empezar a caminar. Un señor mayor muy amable llamado Jesús nos ha enseñado la iglesia de Vilar de Donas, un edificio románico construido por monjes irlandeses en el siglo VIII, por lo que tiene muchos símbolos celtas.

Después hemos empezado la etapa: unos 22 kilómetros. Hemos atravesado diferentes pueblos, muchos de ellos pequeños pero otros más grandes como Palas de Rei. Aquí nos hemos encontrado con un grupo de señores y señoras de la tercera edad con los que hemos andado hemos pegado la hebra durante varios kilómetros. Terminamos en Melide, donde atacamos unos platos de empanada y pulpo (ambos a la gallega) que tenían una pinta deliciosa. Y sabían aún mejor.

Después de comer nos dividimos en dos grupos. El más numeroso fue a la playa fluvial de Furelos donde pudimos meter los pies en el agua y disfrutar de un merecido tiempo libre: algún helado, siesta sobre el césped, etc… El segundo grupo, de tan sólo cuatro alumnos, acompañados de dos profesores hicieron una segunda etapa de 14 kilómetros hasta Arzúa, con lo que completaron un total de ¡36 kilómetros en un solo día!

Cenamos una sopa color subrayador amarillo fosforito (que a algunos les recordaba la de su abuela) de la que todos nos zampamos un plato que parecía una piscina. Del segundo plato, mejor no hablar. Unos calamares a la romana con patatas fritas a los que exterminamos sin piedad: cuando se acababa una fuente, Diego (el dueño del bar) nos sacaba otra. Fue una lucha sin cuartel.

Y luego a dormir.

Ha sido un día cansado, pero lleno de experiencias. Buenas noches.