Dotar de herramientas a la ciudadanía para partipar en la gobernanza hacia una transición ecológica “justa”. Es el objetivo del curso 'Herramientas de participación ciudadana en procesos de transición ecosocial' organizado por la Universidad de Murcia (UMU) y que se centra en el caso del Mar Menor. “Está claro que este tipo de conflictos cada vez serán más numerosos, y que la participación ciudadana será clave”. Habla Juan Manuel Zaragoza, director del curso e investigador postdoctoral del Departamento de Filosofía de la UMU. La formación se desarrollará durante siete sábados, del 11 de febrero al 25 de marzo, y las jornadas se celebrarán en diferentes emplazamientos relacionados con la laguna marina. Es una iniciativa conjunta de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, la revista 'Pensamiento al Margen' y ehCOLAB (Environmental Humanities Colaboratory) para unir a académicos, artistas y científicos de diversas disciplinas alrededor de temáticas vinculadas a las humanidades ambientales.
¿Qué implican los conflictos ecosociales?
Estamos ante conflictos en los que entran en juego dos partes. Una es la sociedad como modelo de producción, nuestra manera de relacionarnos con el medio, y la otra parte interesada es la naturaleza. Hay conflicto cuando para producir bienes, por ejemplo, contaminamos un río y alguien de repente dice: “Señores, esto no puede seguir así”. No se trata solo del punto de vista de la ecología, porque en el equilibrio ecológico no pasaba nada hasta que el ser humano interveniese en ese espacio. Se trata de ver cómo resolver el conflicto, cómo podemos ser justos con ambas partes
¿Cómo surge la idea de organizar un curso de estas características?
Surge durante la pandemia. Formo parte del consejo de dirección de la revista 'Pensamiento al Margen'. Durante el confinamiento empezamos a juntarnos para seguir con las actividades por YouTube y cuando terminó la crisis quisimos darle continuidad. Planteamos un curso centrado en el 'Antropoceno' –en concreto, en el caso del Mar Menor– y conseguimos financiación de la European Climate Foundation (ECF), gracias a la que podemos ofertar el curso de forma gratuita. Coincidió que en aquellos momentos también empezamos a tener en la UMU este tipo de preocupaciones, por los conflictos ecosociales y su resolución y el departamento lo apoyó.
¿Cómo se va a desarrollar el curso?
Se centra en las herramientas, los saberes necesarios para resolver esos conflictos. La propuesta principal, que es innovadora, se centra en que para resolver un conflicto complejo hace falta tener una descripción del mismo lo más detallada posible. Hay que convocar muchos saberes, no se puede abordar solo desde la economía o la ciencia biológica, porque hay muchos ángulos. Tenemos un primer bloque dedicado al ecosistema, en el que se explicará por qué el Mar Menor es un ecosistema único o por qué es importante que mantenga un nivel determinado de salinidad pero hay que ver más allá, y analizar la cuenca que está a su alrededor, con su propia biodiversidad y las razones por las que entra en crisis. Ese día por la tarde estaremos en San Pedro del Pinatar para conocer el punto de vista de los pescadores.
Dice que van a abordar el caso del Mar Menor desde distintos puntos de vista: biológico, jurídico, económico y van a hacerlo en distintos escenarios.
Sí, se hablará de la agricultura, qué implica el trasvase para el Mar Menor, la influencia de la Sierra Minera y las ramblas que parten de allí y van a parar a la laguna, se abordará el tema de las leyes, la personalidad jurídica recién adquirida, qué son las leyes del agua, qué legislación está implicada en el conflicto, de quién son las competencias... Pero también los vínculos entre agricultura y política regional. Y en un segundo bloque se hablará de la representación del Mar Menor, de forma que nos permita hacernos cargo de todo lo que estamos hablando como si fuera un mapa, para poder orientarnos. Ahí entran en juego factores relacionados con los sentimientos, las emociones, las experiencias personales o compartidas. Tiene que ver con nuestra relación con la naturaleza, cómo representar el Antropoceno. En cuanto a los escenarios, estaremos en distintos puntos del Mar Menor e iremos al Llano del Beal, en la Sierra Minera, a la Mina de las Matildes, donde están haciendo un proyecto de recuperación del paisaje muy interesante. Hablaremos de una arquitectura para la reparación.
¿Cómo se va a encarar la participación ciudadana?
Habrá una primera sesión teórica en la que se va a hablar de la asamblea ciudadana, un modelo que se ha ensayado en España y Francia a escala nacional con distintos resultados. Y habrá un taller en el que se hablarán cuestiones más prácticas. Nos van a enseñar cómo organizar este tipo de acciones. Por ejemplo, en el caso del Mar Menor, tras aprobarse la ILP, se concretaría en los Guardianes de la Laguna. La idea es que si quieres ser un guardián de la laguna y asistes al curso, llegues con unas pautas. En la séptima y última sesión vamos a representar una asamblea ciudadana del Mar Menor, pero desde el punto de vista no solo de las personas sino también de la naturaleza, con la participación de todos los agentes humanos y no humanos.
¿Cuál es la finalidad?
Pues no es otra que aquellas personas que están interesadas en que el futuro del Mar Menor sea más halagüeño del que se nos proyecta, tengan los conocimientos, los saberes necesarios para contribuir en la resolución del conflicto. Estamos seguros de que cada vez habrá más conflictos ecosociales. La participación ciudadana es clave porque aunque no sea quizás la panacea, sí que hace que la sociedad se comprometa e implique más. También ayuda a entender mejor el papel de las instituciones, y la cohesión social genera espacios de diálogo donde todos los puntos de vista están representados, también aumenta la confianza de las instituciones.
Claro, si hay compromiso por parte de las administraciones.
Sí, las administraciones tienen que ver que la participación ciudadana no es limitante. A veces se piensa que al introducir al ciudadano se abre una ventana a cierta indeterminación, no se sabe a dónde te va a conducir y es arriesgado. Te arriesgas a que algo se descuadre pero es muy interesante. Hay que cambiar la sensación de que ese riesgo te sitúa en una mala posición. Lo que pasa es que una vez introducida la participación ciudadana, si la administración luego no cumple, la imagen que proyecta es la contraria de la deseada y genera desconfianza. La gente quiere participar y entender lo que van a hacer en su entorno.
¿A qué público va dirigido?
Como decía antes, a todos los que están interesados en mejorar el estado de la laguna salada. Tenemos muchos perfiles inscritos, desde técnicos agrícolas, a trabajadores del Ministerio de Medio Ambiente, de la Oficina Técnica del Mar Menor...