“Cada vez soy más consciente de lo que tengo, de lo que he hecho, de lo que soy”

Luchador y vital a sus 69 años, Víctor Ullate, acompañado de su perra Alhambra, habla con eldiario.es Región de Murcia sobre el devenir de la danza en España y sobre su espectáculo 'El amor brujo', que podrá verse el sábado en el auditorio Víctor Villegas de Murcia.

Sus reflexiones públicas parece que echan la mirada atrás, al legado que dejará tras su muerte.

Voy a cumplir 69 y ves a gente como David Bowie y otros de mi edad que se van. Soy consciente de que te puede venir un cáncer o cualquier cosa y sí me preocupa el recuerdo que puedan tener de mí. Para mí es muy importante haber hecho feliz al público y que muchos bailarines que han pasado por mi compañía hayan podido realizar su sueño, como Joaquín de Luz, estrella del New York City Ballet; Lucía Lacarra; Tamara Rojo y tantos otros que, por desgracia, han tenido que irse fuera. En este país el arte no está presente.

¿Por qué cree que en España no se valora el arte lo suficiente?

Es una cuestión de educación. En otros países desde muy pequeñito te llevan con regularidad al teatro, te enseñan la historia del arte, la música, la danza, literatura, etc… Eso es el futuro de un país.

Me preocupa mucho el hecho de que las nuevas generaciones tengan una formación muy deficiente en cuanto a arte se refiere. A ver qué chico sabe hoy quién es Mozart o Diaghilev. Con Internet parece que todo está resuelto, hay mucha información, pero falta sensibilidad y pararse a pensar y crear. Me da la sensación de que hay menos creatividad.

¿Qué ha buscado expresar en la coreografía de 'El amor brujo'?

A mí gusta crear sensaciones fuertes. Hace tres años me encontraron una mancha en el pulmón y me hicieron muchas pruebas, como una resonancia con contraste, y entonces fue precisamente cuando estaba montando la parte del más allá del montaje de 'El amor brujo'. Tuve sensaciones que he querido plasmar ahí como el miedo a lo desconocido. Fue un tumor benigno, pero me tuvieron que abrir y en mi subconsciente tenía la sensación de que me iba a ir.

Volví con conceptos muy diferentes, en el sentido de que nada vale la pena si no disfrutas de lo que haces. Lo que hago, lo hago con placer. Siempre tiendes a quejarte de las cosas, pero qué felicidad afrontar una compañía de estas características y después de 28 años estar en el candelero y ser considerado uno de los mejores ballets del mundo.

¿Cómo ha sido capaz de montar la única compañía privada de danza en España durante tanto tiempo?

Mi secreto es que soy aragonés y cabezón -soy tauro- y encima he tenido un padre que ha sido trabajador, entusiasta del arte y le encantaba el guitarra, el baile y la música. De chiquitico siempre me llevaba a todas las funciones y por eso he salido tan farandulero. Me acuerdo que de pequeño tenía a mis hermanas de público cuando me ponía a hacer teatro.

La crítica de Roger Salas en El País considera que lo añadido en esta nueva versión de 'El amor brujo' frente a la del 1994 es muy oscuro y no casa bien.

No leo las críticas porque depende del día en que se levante un señor. Además, los críticos suelen ser gente que querría haber bailado y no ha podido. A mí me parece interesante la crítica del público, que con esta versión se ha quedado impactado. Este espectáculo se desarrolla en la noche. Está dentro de ese mundo de apariciones y del más allá, por eso no me casaba tanto color en la versión anterior. Pienso que un crítico para darse a conocer no puede ser 'light', tiene que llamar la atención. No me dejo llevar por la crítica. Lo importante es si estoy satisfecho y hay un público que viene al espectáculo y se muestra fascinado. Lo que no me gusta es cuando me comparan con otras compañías.

¿Ha pensado en instalarse fuera de España?

A mí me han dicho de irme a Francia o Alemania, pero ya era tarde. Me ofrecieron una compañía y una escuela, pero respondí que me quedaba porque me parecía importante que España tuviera una tradición en danza. Ya he estado fuera bastantes años. En ocasiones he dicho que no a giras internacionales porque quería ir a pueblecitos o ciudades pequeñas para que pueda llegar la danza a todos los sitios. Me he adaptado a cada teatro de España.

Ha dicho en alguna ocasión que siente especialmente vinculado con los montajes 'Samsara', 'El amor brujo' y 'Wonderland'. ¿Sigue siendo así?

En realidad con todos. Hay gente que dice: “A mí me gusta lo clásico, a mí lo contemporáneo” y la danza es danza: sentimiento, color, música, belleza. Ya pueda ser hip hop, breakdance o danza española, cualquier me puede poner los pelos de punta.

¿Qué me dice de los audiovisuales y la escenografía del montaje?

Lo bueno es rodearse de artistas. Tengo una gran admiración por el murciano Paco Azorín. Llevamos muchos años trabajando juntos y nos entendemos a la perfección porque nos gusta lo que hacemos y hay muy buena energía, al igual que con Ana Güell. Voy a trabajar con ambos para una nueva creación, 'Carmen', que quiero estrenar a principios de 2017 porque hay una música que se está creando ahora. Pero las protagonistas no van a ser cigarreras. Sus personajes estarán adaptados a una historial actual. El público espera ver qué es lo próximo que trae Víctor y me obliga a estar con la mente muy despierta, y eso, con el miedo que le tengo al alzheimer, hace que esté vivo.

¿Cuáles han sido los momentos más difíciles de su trayectoria artística?

He tenido momentos muy difíciles como en un ensayo en Cuba en el que me partí la rodilla en dos y entonces los médicos me dieron por perdido para bailar. Pero me dije que el destino no iba a poder conmigo y la verdad es que a base de infiltrarme cada quince días y después al encontrar un antiinflamatorio con el que no sentía daño en la rodilla he bailado toda mi vida. Entonces pensaba, si me tengo que morir antes me da lo mismo, yo quiero bailar. Ahora digo lo contrario, qué inconsciente he sido por el baile, pero ha merecido la pena poder transmitir lo que los grandes me han enseñado a mí y de mi cosecha propia.

También fue muy difícil la época de la juventud, como cuando monté la compañía nacional y a los tres años me dieron una patada con el cambio de Gobierno socialista. En la política pasa igual con todos, cualquier partido quiere tener su equipo y eso tiene que cambiar. Yo nunca me he metido en política, no quiero que eso influya para mi compañía.

¿A quién considera su principal maestro?

La persona que me hizo ser quien soy es Maurice Bejart. A él le debo ser capaz de sacar lo mejor de la personalidad de cada bailarín, la parte teatral y también ese ejemplo de trabajo. Cada vez soy más consciente de lo que he hecho, de lo que tengo, de lo que soy.

¿Qué propondría para que la danza estuviera más presente en España?

Habría que mentalizar al Gobierno de que es necesario que cada teatro tenga una subvención determinada y sea un teatro no de fantasmas, sino con su ballet y su orquesta propio.

Ningún partido ha hecho un esfuerzo por presentar la cultura en su programa, muchas veces la ven como banal e innecesaria, además de que siempre nos han considerado a los artistas inconformistas. Muchas veces hemos tenido un ministro de Cultura que le ha importado la cultura un pepino, que de llevar Agricultura ha pasado a Cultura y no son lo mismo las cabras que los bailarines.

¿Cómo le gustaría ser más apreciado como coreógrafo o maestro?

Me encanta enseñar, levantarme por la mañana y encontrarme con mis alumnos. Crear es como cuando te dan un regalo y dices qué bonito, pero es algo pasajero. Cuando enseñas a un niño, creas esa ilusión en él por la vida, el arte, la danza y haces que sus sueños se conviertan en realidad. En la creación estás expuesto a la crítica, sin que se valore el esfuerzo tanto económico como de tiempo. A lo mejor no podré estar de moda, pero mis coreografías fascinan. En ocasiones ves un espectáculo muy vanguardista en el que se han quitado los pantalones y se sientan en la taza del váter y los críticos se quedan admirados. Yo siempre hago lo que tengo que hacer, me tiene que gustar.

 

Me ofrecieron una compañía y una escuela en Francia, pero respondí que me quedaba porque me parecía importante que España tuviera una tradición en danza

Me ofrecieron una compañía y una escuela en Francia, pero respondí que me quedaba porque me parecía importante que España tuviera una tradición en danza