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14 de Abril. Día de la República

Milagros Rubio / Olga Risueño / Patricia Abad / Iñigo Rudi

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La monarquía fue la herramienta acordada y pactada por el conjunto de fuerzas políticas del momento (unas provenientes del franquismo y otras de la oposición democrática), para hacer la transición de la dictadura a la democracia. Cierto que existían numerosos grupos minoritarios que ocupando la primera línea en la pelea contra la dictadura aspiraban a una ruptura con el régimen, pero las limitaciones impuestas por la correlación de fuerzas hicieron que esta fuera la salida. No disponíamos de fuerza ni condiciones en la izquierda para abrir otro camino.

Pasados más de 40 años, con una democracia asentada como la nuestra, es obligado preguntarnos qué utilidad tiene la institución monárquica a día de hoy, qué aporta a la democracia de nuestro país en la actualidad. Es cierto que existen monarquías democráticas y repúblicas que no lo son, pero más allá de la denominación de cada particularidad, creemos que en situaciones como la nuestra, la forma idónea de resolver democráticamente el modelo de jefatura del Estado, es por medio de un referéndum que nos posibilite elegir libremente entre monarquía y república.

A la inutilidad actual de la institución y al déficit democrático que significa por su carácter hereditario y su primacía masculina entre otros factores, se une el proceso degenerativo de sus protagonistas, que aumenta con el paso del tiempo. Recientemente hemos sabido que, según la justicia suiza, el emérito Juan Carlos I recibió 100 millones de dólares de Arabia Saudí y los ocultó en paraísos fiscales. Con la grave crisis por el coronavirus, la noticia ha quedado momentáneamente aparcada, pero volverá cuando, afortunadamente, empecemos a levantar cabeza de esta dura situación sanitaria y social. Los datos de la justicia suiza son el último de los capítulos de un historial de más de cuatro décadas, en las que el monarca ha operado protegido por leyes que le garantizan la total impunidad y absoluta falta de transparencia. Los cortafuegos que su heredero Felipe VI se esfuerza en colocar está condenados al fracaso (¿conocía las andanzas de su padre pero no dijo ni palabra hasta que han salido publicadas e iniciada la vía judicial?) porque cualquier regeneración de la institución pasa por la necesaria consulta popular.

Los partidos de la derecha, con la colaboración del PSOE y los medios de comunicación de mayor influencia en España, tratan de minimizar las fechorías de la familia real hasta el punto de impedir una y otra vez que la Mesa del Congreso de los Diputados acepte las peticiones de investigar las “presuntas irregularidades” de Juan Carlos I.

Las encuestas del CIS hace cinco años que no preguntan sobre la monarquía tras el suspenso que recibió el jefe del Estado en esa ocasión. En cualquier caso, es evidente que en buena parte de la población, especialmente entre la mayoría de la juventud, se cuestiona la monarquía y más aun ahora que se van descubriendo los escándalos que viene perpetrando el emérito rey y buena parte de su familia.

Pese al denodado empeño de los partidos mayoritarios por apuntalar la institución monárquica con todos sus recursos, es evidente que el desgaste es cada vez mayor, pero también es cierto que alcanzar el derecho democrático a que la ciudadanía se pronuncie, descansa sobre el logro de una mayoría social y política que apueste por ello y la meta no se antoja tan cercana como quisiéramos. La conciencia, la denuncia y la movilización de la ciudadanía deberán seguir abriendo camino y avanzando para conseguirlo.

Quienes somos republicanas y republicanos de izquierdas, no solo debemos contribuir con nuestro quehacer a la extinción de la monarquía en aras a mejorar la calidad de nuestra democracia, sino que habremos de trabajar desde ahora por un republicanismo que fomente valores de solidaridad, tolerancia, justicia, libertad, equidad, sin dogmas ni prejuicios, que promueva una república con amplia participación ciudadana, en la que todas las personas respondan igualmente ante la ley, y los mecanismos de participación y control ciudadanos pongan coto a la corrupción y al abuso del poder. El futuro se construye con el presente. Somos de quienes no nos resignamos, no bajamos las manos, no nos rendimos, no asumimos que la monarquía es algo inevitable, y en este empeño perduraremos.

Como cada año, el 14 de Abril, día de la República, además de reivindicar nuestra aspiración republicana como un referente fundamental de nuestro ideario como Batzarre, queremos recordar a quienes pagaron con un alto precio por las atrocidades de la Dictadura y sufrieron el exilio, la cárcel e incluso la pérdida de su vida por defender la República. Queremos rendirles nuestro más sentido homenaje. Ellas y ellos nos marcaron el camino en la defensa de la libertad y la democracia. Pese a quienes quieren cubrir el pasado con un tupido velo, nos empeñaremos en mantener la memoria colectiva frente al olvido, y trabajaremos para seguir desenterrando los cadáveres de las y los fusilados que todavía hoy perduran en nuestras cunetas.

En esta ocasión, no podremos salir a nuestras calle y plazas enarbolando nuestra enseña republicana, (el requerimiento “quédate en casa” es nuestro primer deber), pero participaremos en la iniciativa colectiva de adornar nuestros balcones durante ese día con los colores de la república y apoyamos las diversas iniciativas convocadas para ese día: a las 12:00 horas se colgarán de balcones y ventanas la bandera republicana y a las 21:00 horas saldremos a los balcones a participar en la cacerolada con todas nuestras fuerzas contra la monarquía y contra los recortes en sanidad, para seguir diciendo alto y claro que “aquí estuvimos, aquí estamos y aquí estaremos” defendiendo el derecho a una sociedad nueva, que aprendiendo de sus errores, sea capaz de forjar un proyecto republicano democrático y esperanzador por y para todos los seres humanos y en armonía con la naturaleza.

*Milagros Rubio, Olga Risueño, Patricia Abad y Iñigo Rudi, miembros Batzarre

La monarquía fue la herramienta acordada y pactada por el conjunto de fuerzas políticas del momento (unas provenientes del franquismo y otras de la oposición democrática), para hacer la transición de la dictadura a la democracia. Cierto que existían numerosos grupos minoritarios que ocupando la primera línea en la pelea contra la dictadura aspiraban a una ruptura con el régimen, pero las limitaciones impuestas por la correlación de fuerzas hicieron que esta fuera la salida. No disponíamos de fuerza ni condiciones en la izquierda para abrir otro camino.

Pasados más de 40 años, con una democracia asentada como la nuestra, es obligado preguntarnos qué utilidad tiene la institución monárquica a día de hoy, qué aporta a la democracia de nuestro país en la actualidad. Es cierto que existen monarquías democráticas y repúblicas que no lo son, pero más allá de la denominación de cada particularidad, creemos que en situaciones como la nuestra, la forma idónea de resolver democráticamente el modelo de jefatura del Estado, es por medio de un referéndum que nos posibilite elegir libremente entre monarquía y república.