Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Ahora sí, toca desarmar los mercados financieros
En diciembre de 1997, Ignacio Ramonet publicó en Le Monde Diplomatique la famosa editorial Desarmar los mercados financieros. Grosso modo, el periodista trataba de explicar cómo los mercados y las empresas transnacionales constituían una suerte de gobierno mundial cuyo poder superaba al de los estados. Contaba Ramonet que el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización Mundial del Comercio (OMC), entre otros, no son sino meros instrumentos al servicio de esos mercados. Las directrices que imponen a los gobiernos democráticamente elegidos tienen un único objetivo: garantizar los beneficios de estas grandes empresas sin detenerse ante derechos ecológicos, laborales o sociales.
Para cualquier persona mínimamente crítica, esta descripción del mundo no pasa de ser una obviedad. Pero en 1997 fue un diagnóstico revelador. Un año después, un grupo de intelectuales creó en París la Asociación internacional por la Tasación de las Transacciones financieras y de Ayuda al Ciudadano (Attac), con el fin de desarmar los mercados financieros y contribuir a recuperar la democracia. Pero no eran tiempos fáciles. Las empresas, los poderes fácticos y, por encima de todo, los grandes medios de comunicación inundaban el mundo con la doctrina neoliberal. Debíamos encontrar el éxito individual, mejorar nuestra competitividad y buscar cada día la máxima eficiencia; además, los pisos nunca bajaban, siempre habría un trabajo mejor y las hipotecas dejaban de ser una carga en pocos años. El centro comercial era el lugar donde encontrar la felicidad y quien se atreviera a dudar de la excelencia capitalista era aparcado en una esquina del tablero.
Sobre este escenario se cimentó la gran victoria del capital. Ramonet había propuesto tres vías para acabar con la dictadura de los mercados: acabar con los paraísos fiscales, aumentar la fiscalidad de las rentas del capital y aplicar un Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF). Y aquí nos hallamos casi dos décadas después:
- Los paraísos fiscales han duplicado sus reservas (de menos de tres billones de dólares en 2001 a superar los siete en 2012).
- Las rentas del capital tienen hoy día los impuestos más bajos de la historia, en ocasiones con cifras que no llegan al 1%.
- Y todavía no se ha puesto en marcha un ITF que frene los movimientos especulativos del capital. La Unión Europea, tras muchos esfuerzos, ha conseguido consensuar una versión tan descafeinada del mismo que no cumplirá con ninguno de los objetivos para los que fue ideado. Y, además, su entrada en vigor se ha retrasado 2016.
Tuvo que llegar una crisis para que los fundamentos del capitalismo se pusieran en cuestión. Falaces dogmas de fe antes irrefutables, como que la gestión privada es más eficiente que la pública, cayeron mientras los bancos (privados) eran rescatados con dinero público. Fue en ese momento en que el evangelio neoliberal empezó a hacer aguas cuando las ideas de Attac, y las de otras organizaciones altermundistas, ganaron terreno. Millones de personas se autoorganizaron alrededor de movimientos populares como el 15-M o los Occupy, y la gente empezó a hablar de colectivismo en contra de individualismo, de cooperación contra competencia, de frenar el desarrollismo, abandonar el consumismo.
El proceso de humanización de Europa tiene puestas muchas esperanzas en este 2015, pues nuestras ideas pueden alcanzar las instituciones. Primero en Grecia, luego en España. Los instrumentos neoliberales, hoy personificados en la Troika, ven cómo han perdido su hegemonía y no escatiman en recursos para extender por el mundo el miedo al cambio. Se ocupan con ahínco evitar que el pueblo recupere el poder. Pero han dejado de ser voces autorizadas: les hemos pillado. Y toca cambiar las cosas. La alternativa, como alertó Ramonet en aquel artículo, es “que el mundo del próximo siglo se transforme en una jungla donde los predadores impongan su ley.”
En diciembre de 1997, Ignacio Ramonet publicó en Le Monde Diplomatique la famosa editorial Desarmar los mercados financieros. Grosso modo, el periodista trataba de explicar cómo los mercados y las empresas transnacionales constituían una suerte de gobierno mundial cuyo poder superaba al de los estados. Contaba Ramonet que el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización Mundial del Comercio (OMC), entre otros, no son sino meros instrumentos al servicio de esos mercados. Las directrices que imponen a los gobiernos democráticamente elegidos tienen un único objetivo: garantizar los beneficios de estas grandes empresas sin detenerse ante derechos ecológicos, laborales o sociales.
Para cualquier persona mínimamente crítica, esta descripción del mundo no pasa de ser una obviedad. Pero en 1997 fue un diagnóstico revelador. Un año después, un grupo de intelectuales creó en París la Asociación internacional por la Tasación de las Transacciones financieras y de Ayuda al Ciudadano (Attac), con el fin de desarmar los mercados financieros y contribuir a recuperar la democracia. Pero no eran tiempos fáciles. Las empresas, los poderes fácticos y, por encima de todo, los grandes medios de comunicación inundaban el mundo con la doctrina neoliberal. Debíamos encontrar el éxito individual, mejorar nuestra competitividad y buscar cada día la máxima eficiencia; además, los pisos nunca bajaban, siempre habría un trabajo mejor y las hipotecas dejaban de ser una carga en pocos años. El centro comercial era el lugar donde encontrar la felicidad y quien se atreviera a dudar de la excelencia capitalista era aparcado en una esquina del tablero.