Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Una campaña inútil
Una de las máximas que he aprendido en mi oficio de politólogo es que la política debe ser aburrida. Es el lógico efecto de que ésta sea previsible, programable, evaluable. Es decir, la política debe ser racional; que cumpla con los objetivos para los que está creada. Que no es otro que el de la utilidad social. Sin embargo, la política española, y por derivación la navarra, desde hace más de cinco años, se encuentra sometida a mucho estrés. Que no es otra cosa que un conjunto de alteraciones que se producen como respuesta a determinados estímulos adversos. Estas alteraciones se manifiestan en enconamiento, polarización, discursos inflamados.
A la crisis económica, le siguió la crisis política como efecto de insatisfacción ciudadana y a veces de desesperación. En estos casi seis años, el anterior sistema se fragmentó, a la vez que las fuerzas nacionalistas aceraron sus perfiles. El sistema político anterior empezó a mostrar problemas de funcionamiento; se produjo un fallo multiorgánico.
La pasada campaña electoral fue el punto álgido de ese estrés. Que si el presidente del Gobierno tiene las manos manchadas de sangre; que si España nos roba; que si España no cumple con los derechos humanos; que si las familias españolas deben tener armas en casa; que si el gobierno se reúne con pederastas... En fin, una campaña electoral donde se perseguía el grito, la impostura y la descalificación. Se dijeron un sinfín de barbaridades que no producían otra cosa sino ruido. Ante esta impertinente campaña, la ciudadanía pasó de ella. No hizo caso al discurso que muchos partidos y medios programaron. La campaña sirvió para poco porque la ciudadanía no hizo gran caso a ese montaje.
A mi modo de ver, el resultado de las elecciones del pasado domingo fue aleccionador; nos dejó lecciones. No porque ganaran unas opciones y perdieran otras. De hecho, los bloques ideológicos se mantienen en su espacio. Fue un resultado pedagógico para los partidos porque la ciudadanía fue cabal.
Por un lado, la alta participación habida, cuasi histórica, evidencia una demanda ciudadana por la política como solución de los problemas desde el sistema. Muchísima gente fue a votar comprometiéndose con las instituciones. La ciudadanía apostó por el futuro, por conducir la política a su fin originario. La ciudadanía, con su participación, legitimó la vía del diálogo institucional.
Por otro, la ciudadanía abrió una vía de centralidad; de camino a la mesura y el encuentro. El 28 de abril, en el santoral, es San Prudencio y parece que dicho santo ejerció electoralmente. Las elecciones habidas no son el final de la tensión, de la polarización. Son más bien el principio del fin. Y por algo se empieza. Algunas opciones han empezado a dar señales de escucha y se muestran más centradas. No sólo el PP con su volantazo; también ERC, Podemos y otras formaciones. Ahora de lo que se trata es de recuperar la voluntad de consenso. De evitar romper aquello que nos une y de restañar aquello que se ha roto. Siempre, obedeciendo al sentido ideológico que la ciudadanía española ha manifestado en estas elecciones.
En fin, desde mi punto de vista, el pueblo mediante esas elecciones ha dado un mensaje nítido e inequívoco. Ha dicho a sus representantes que se esfuercen por lograr un pacto de convivencia que nos asegure un futuro mejor entre todas y todos. Ahí es nada el recado que ha dejado.
Una de las máximas que he aprendido en mi oficio de politólogo es que la política debe ser aburrida. Es el lógico efecto de que ésta sea previsible, programable, evaluable. Es decir, la política debe ser racional; que cumpla con los objetivos para los que está creada. Que no es otro que el de la utilidad social. Sin embargo, la política española, y por derivación la navarra, desde hace más de cinco años, se encuentra sometida a mucho estrés. Que no es otra cosa que un conjunto de alteraciones que se producen como respuesta a determinados estímulos adversos. Estas alteraciones se manifiestan en enconamiento, polarización, discursos inflamados.
A la crisis económica, le siguió la crisis política como efecto de insatisfacción ciudadana y a veces de desesperación. En estos casi seis años, el anterior sistema se fragmentó, a la vez que las fuerzas nacionalistas aceraron sus perfiles. El sistema político anterior empezó a mostrar problemas de funcionamiento; se produjo un fallo multiorgánico.