Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Miedo
Berliner Unterwelten.
Es una de las visitas que no hay que perderse cuando se va a la capital alemana. Se trata de un recorrido guiado por personas voluntarias por los antiguos búnkeres del Berlín de la Segunda Guerra Mundial en el que además de lo que se ve, merece la pena lo que se cuenta. Una de las historias más curiosas que, cuando estuve, contó un joven hijo de emigrantes uruguayos que guiaba la visita en castellano era que los nazis, cuando llegaron al poder señalizaban puertas de almacenes del metro, o simples armarios, como refugios para supuestos bombardeos. Hablamos de mucho antes de que Hitler invadiera Polonia y comenzara la guerra en sí. Años previos en los que mientras la comunidad internacional no hacía nada por evitar lo que ya estaba ocurriendo con disidentes y judíos en Alemania, los nazis repartían mascaras anti gas, que ni siquiera funcionaban, entre la población. Esas máscaras inservibles también las ves en Berliner Unterwelten y para lo que servían era para crear la sensación de miedo a un ataque extranjero en la ciudadanía lo suficientemente anestésica para justificar las medidas que llevaban a cabo los nazis.
El miedo es un instrumento propagandístico muy potente y apela directamente a los sentimientos de una manera mucho más eficaz que las miles de banderolas y carteles que veremos próximamente en nuestras calles. No fueron los nazis quienes descubrieron su poder narcotizante, pero si quienes mejor depuraron la técnica.
Consiste en crear un problema ficticio con un trampantojo de realidad y que la gente pique el anzuelo. “El gobierno de Madrid va a hacer todo lo posible para que no ardan iglesias en 2019¨dijo hace unos días el vicepresidente de la comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, de Ciudadanos. Lo dijo para defender a su presidenta, Isabel Díaz Ayuso(PP), que se había preguntado si el siguiente paso a la exhumación de Franco era quemar iglesias, uno de los sucesos aislados del final de la República con los que los golpistas justificaron su derribo de la democracia. Quizás alguno de los nostálgicos de la dictadura que el pasado 12 de octubre protagonizaron un estrambote de asalto a la verja del Valle de los Caídos, con disfraz de legionario incluido, crean esa sucesión de actos planteada por Ayuso. Pero apostaría a que ella misma reconocerá que fue un calentón. Más preocupante es lo de Aguado porque lo plantea en frío y con un enunciado de problema de seguridad real. Lo siguiente podría haber sido el desglose del dispositivo de vigilancia que la Comunidad de Madrid tendría ya desplegado. Pero
afortunadamente se quedó ahí, de momento. Generar una situación de miedo para justificar lo que se haga desde la coerción es algo que aparece de manera más sutil que la brocha gorda de Aguado y Ayuso. Es por ejemplo la llamada del Sindicato Unificado de Policía al Gobierno de Navarra a que “haga algo” con los menores extranjeros no acompañados (MENAS). Navarra y Euskadi son las pocas comunidades que están compartiendo con Ceuta, Melilla y Andalucía la llegada de estos chicos. El SUP, con ese llamamiento, genera un problema de seguridad en algo que es un drama social, el de unos chavales que llegan aquí sin familia, sin recursos y sin saber prácticamente comunicarse, huyendo de la miseria. El SUP y luego representantes políticos del ámbito derecho apuntan que estos chicos “andan por la calle sin nada que hacer”, olvidando que no existe ningún motivo para que no puedan andar libremente por la calle y sin hacer nada, como el resto de sus coetáneos.
De hecho, los datos apuntan a que de los más de 200 menores extranjeros que han
llegado a Navarra apenas 5 ha tenido alguna medida judicial. Los MENAS son un problema, sí. El sistema de atención a menores necesita profesionales adecuados para atender esta nueva problemática. No hay educadores que hablen árabe ni medios para que puedan desarrollar sus inquietudes como el resto de gente de su edad. Pero no son un problema de seguridad. Sin embargo, el mensaje del SUP y sus altavoces va calando y hay quienes recelan de que, en barrios céntricos, haya residencias para ellos. Ver a chavales jóvenes de tez oscura y hablando en bereber en según qué barrios enciende alarmas en gente poco amiga de la diversidad y hasta en quienes simplemente viven cómodos en su entorno y no quieren cambios. Ocurre parecido, aunque con fines meramente económicos, con las publicidades de alarmas que dibujan un mundo lleno de asaltantes de pisos y gente que se te mete a vivir en tu casa de la playa. Que igual es mejor usar más la casa de la playa o alquilarla, pero eso lo dejamos para otro día. El mejor medio para combatir a quienes quieren agitar los miedos para unos y otros fines seguirá siendo siempre la información. Ahí está el reto de quienes se dedican a ello, si es que los excesos de partidismo y propaganda no han acabado con ellos.
Berliner Unterwelten.
Es una de las visitas que no hay que perderse cuando se va a la capital alemana. Se trata de un recorrido guiado por personas voluntarias por los antiguos búnkeres del Berlín de la Segunda Guerra Mundial en el que además de lo que se ve, merece la pena lo que se cuenta. Una de las historias más curiosas que, cuando estuve, contó un joven hijo de emigrantes uruguayos que guiaba la visita en castellano era que los nazis, cuando llegaron al poder señalizaban puertas de almacenes del metro, o simples armarios, como refugios para supuestos bombardeos. Hablamos de mucho antes de que Hitler invadiera Polonia y comenzara la guerra en sí. Años previos en los que mientras la comunidad internacional no hacía nada por evitar lo que ya estaba ocurriendo con disidentes y judíos en Alemania, los nazis repartían mascaras anti gas, que ni siquiera funcionaban, entre la población. Esas máscaras inservibles también las ves en Berliner Unterwelten y para lo que servían era para crear la sensación de miedo a un ataque extranjero en la ciudadanía lo suficientemente anestésica para justificar las medidas que llevaban a cabo los nazis.