Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Sin raíces se nos lleva el viento
Últimamente se suceden las reflexiones sobre los cambios que vienen tras la pandemia. Hay muchas hipótesis de lo que sucederá en el futuro y es cada vez más generalizada la idea de que muchas cosas no volverán a ser como antes. Sin embargo, se habla menos de las cosas que permanecerán.
Las certezas cada vez son más difíciles de encontrar y si algo caracteriza a los tiempos que vivimos es precisamente la incertidumbre. A pesar de ello, y aun a riesgo de que la realidad venidera me contradiga, me aventuro a enumerar cinco valores enraizados en nuestra sociedad que creo que cambiarán poco y que importarán siempre:
1. La solidaridad como responsabilidad compartida.
El pueblo español ha demostrado ser solidario en los momentos trascendentales. En el desastre del Prestige miles de voluntarios se enfrentaron al chapapote. En el 11-M hubo colas históricas de ciudadanos para donar sangre. En la crisis económica de 2008 fueron los abuelos y sus pensiones el sustento de las familias más golpeadas. Y en la crisis de la COVID-19, el sacrificio del personal sanitario ha salvado vidas cada día.
En definitiva, reconocer que lo que le pasa al otro nos afecta a todos significa entender la solidaridad como responsabilidad compartida. Y este sentimiento colectivo y patriótico sigue inalterable en el corazón de la sociedad española.
2. El trabajo como motor de desarrollo.
Aunque el concepto 'centralidad del trabajo' como eje de la identidad personal y social está bastante desdibujado, durante esta crisis sanitaria sí parece haberse producido un redescubrimiento y revalorización de la clase trabajadora.
A pesar de una realidad laboral atomizada, automatizada y precarizada, la fuerza del trabajo persiste como un valor primordial. La mayoría social, la gente común y corriente, sigue siendo el engranaje esencial para la sostenibilidad de la economía del país.
3. La casa como refugio.
La metáfora de la casa como refugio viene de lejos, el relato es antiguo y permanece hasta nuestros días, pero adquiere más valor si cabe en estos tiempos; la casa se convierte en el espacio seguro que nos protege del peligro exterior.
Pero la casa también tiene una dimensión más social. El origen etimológico de la palabra 'casa' proviene de casar, juntar, reunir. Por eso, la casa no es aislamiento, sino que está vinculada a la familiaridad, a la convivencia, a la hospitalidad. María Zambrano, que describió con brillantez el valor de la casa y su modo de habitarla, dijo que “convivir es compartir el pan y la esperanza”.
4. El placer cotidiano como expresión de la buena vida.
Hay canciones que emocionan siempre y que, en estos momentos, cobran especial significado. 'Las simples cosas' de Chavela Vargas es una de ellas, ya que su letra nos recuerda que lo cotidiano es lo que hace que la vida valga la pena.
Durante el confinamiento hemos anhelado con ilusión recuperar esa cotidianidad robada, esas simples cosas, lo que nos revela el enorme potencial que tiene el placer más prosaico.
Ahora vemos con mayor nitidez que volver al día a día es volver a la vida, entendernos con los ritmos de la naturaleza y saborear el lapso de tiempo que hay entre el inicio y el final del día. Ya lo dijo el genial fotógrafo Robert Doisneau: “Algún día volveremos a la belleza de lo cotidiano”.
5. La filosofía como brújula vital.
La filosofía no pertenece a una élite intelectual. Todos somos filósofos desde el momento en que todos nos hacemos preguntas, dijo Antonio Gramsci.
Hay circunstancias especiales que hacen brotar reflexiones. Seguro que durante estos días adversos han sobrevolado sobre muchas cabezas preguntas acerca de la salud y la enfermedad, ya sea propia o de algún ser querido. La filosofía no nos va a ayudar a encontrar una vacuna contra el virus, pero nos ayudará a llevar una vida más libre, consciente y digna de ser vivida.
En definitiva, cinco valores que cambiarán poco y que importarán siempre. Valores que, ante la hiperactividad de algunos por atrapar los cambios del mañana, resisten el paso del tiempo, tienen memoria y concentran todo lo bueno sembrado por otras generaciones. Las raíces son importantes. Sin raíces se nos lleva el viento.
Últimamente se suceden las reflexiones sobre los cambios que vienen tras la pandemia. Hay muchas hipótesis de lo que sucederá en el futuro y es cada vez más generalizada la idea de que muchas cosas no volverán a ser como antes. Sin embargo, se habla menos de las cosas que permanecerán.
Las certezas cada vez son más difíciles de encontrar y si algo caracteriza a los tiempos que vivimos es precisamente la incertidumbre. A pesar de ello, y aun a riesgo de que la realidad venidera me contradiga, me aventuro a enumerar cinco valores enraizados en nuestra sociedad que creo que cambiarán poco y que importarán siempre: