Semana frenética para los socialistas navarros y el resto del PSOE. El empeño contra viento y marea de María Chivite por lograr un “gobierno de progreso” en Navarra se ha encontrado con la buena disposición de sus hipotéticos socios en la ronda de contacto, el mosqueo de un EH Bildu que se sabe tan imprescindible como fuera de cualquier interlocución, la presión de las derechas con su tradicional discurso de venta de Navarra al nacionalismo vasco y la división interna del propio PSOE, que trata de compensar los votos que necesita Pedro Sánchez para ser presidente de España con el desgaste que supondrá la eventual abstención de EH Bildu en la investidura de María Chivite.
El viernes terminó con la moral bien alta en la sede del paseo de Sarasate de Pamplona, pues después de las continuas advertencias de la vicepresidenta Carmen Calvo y el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, contra cualquier pacto que hiciera necesaria incluso la abstención de la izquierda abertzale, el presidente del Gobierno en funciones y secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, aclaró el jueves a última hora que la línea roja se limita a un “pacto previo” con EH Bildu, dejando abierta la posibilidad de que María Chivite continúe con sus planes.
Las declaraciones del autor de Manual de resistencia
inclinaron la balanza de la división interna socialista hacia el lado de los socialistas navarros cuando reconoció que son las bases del partido las que deciden los pactos y no son los “órganos federales” los que tienen la última palabra. Alejaba así el infausto recuerdo del agostazo de 2007, cuando ocurrió lo contrario y el PSN no pudo conformar un Gobierno en Navarra por el veto de Ferraz. Sánchez también desvinculó el ofrecimiento de Javier Esparza para apoyar su investidura del Gobierno de Navarra, echando por tierra la posibilidad de un cambio de cromos. El bombardeo de preguntas de los periodistas quedó zanjado: “Lo que le estoy diciendo es que nosotros no vamos a pactar con Bildu”, sentenció.
El PSN interpreta ese posicionamiento como un respaldo de Sánchez a su búsqueda de un “gobierno de progreso” en Navarra, que si consigue concitar el apoyo de Geroa Bai (9), Podemos (2) e Izquierda-Ezkerra (1) lograría 23 apoyos para la investidura de María Chivite. Son más que los 20 de la coalición Navarra Suma (UPN, Ciudadanos y PP), pero sigue siendo necesario contar con la abstención al menos de los 7 parlamentarios de EH Bildu. El PSN nunca ha pensado pedírsela, ni siquiera se ha planteado sentarse a hablar con los de Bakartxo Ruiz. Los socialistas creen que en última instancia EH Bildu se abstendrá para evitar un gobierno de las derechas en Navarra. Sin más contraprestación. Y es algo probable, pero también deja al futuro gobierno en minoría.
El PNV recuerda que sus votos también cuentan
Y frente a las presiones internas del ala más centralista del PSOE y los ofrecimientos de Javier Esparza de sus dos parlamentarios para la investidura de Pedro Sánchez -una propuesta “sensata” en opinión de Ábalos- el portavoz del PNV en el Parlamento Vasco y presidente del GBB, Joseba Egibar, ha dicho hasta en dos ocasiones que lo que decida el PSOE sobre Navarra será “determinante” en la negociación de los jeltzales para la investidura de Sánchez. Vamos, que si los dos votos de Navarra Suma en el Congreso pueden ser imprescindibles más lo serán los 6 del PNV. Y la negociación no es “chantaje”, como dicen algunas derechas, especialmente si se tiene en cuenta que el PNV es parte integrante de la coalición Geroa Bai, implicada en la negociación del gobierno de progreso en Navarra.
Así las cosas, la constitución de los ayuntamientos el próximo sábado 15 será la primera prueba de fuego para comprobar la viabilidad de los pactos alternativos a las derechas. Dentro de las principales poblaciones navarras, solo la capital ribera, Tudela, tiene claro el cambio de alcalde por la mayoría absoluta de Navarra Suma, que sustituirá a Izquierda-Ezkerra.
Muy esclarecedora será la batalla de Pamplona, donde una Navarra Suma (13) al borde de la mayoría absoluta, que se logra con 14, podría desbancar a Joseba Asiron (EH Bildu, 7) si el PSN (5) no ofrece sus votos junto con los de Geroa Bai (2) a la izquierda abertzale. Algo que parece imposible, pues supondría pactar con EH Bildu a fin de cuentas. Sin embargo, la aritmética no impide que la socialista Maite Esporrín, tercera fuerza de la Corporación, se presentara y pretendiese recabar, de nuevo a cambio de nada, los votos de EH Bildu.
Existe el precedente del primer Ayuntamiento democrático, en 1979, cuando la entonces Herri Batasuna dio por sorpresa sus votos a Julián Balduz (PSE-PSOE) para que no gobernaran las derechas de UCD y UPN. El PSN estuvo integrado en el Partido Socialista de Euskadi hasta 1982.
Y aunque Pamplona es el caso más emblemático, también están en jaque las alcaldías de poblaciones como Barañain, Estella, Tafalla, Egüés, Burlada, Ansoain, Beriain, Zizur Mayor… ayuntamientos todos en los que Navarra Suma aspira a recuperar poder y bloquear en lo posible el poder de la izquierda abertzale. La coalición de derechas está dispuesta incluso a facilitar alcaldías del PSN para ello, como en Berriozar. La pregunta es cómo gestionarán los socialistas una diplomacia tan delicada.