El director general de Justicia de Navarra tiene un mensaje anclado en su perfil de Twitter. Habla de que el grado de civilización de una sociedad viene determinado, entre otros, por la manera en la que esta trata a los presos y presas que tiene en sus cárceles. Quizá por eso, por aplicar esta creencia en la vida real, Rafa Sainz de Rozas decidió impulsar desde el Departamento de Políticas Migratorias y Justicia del Gobierno de Navarra un programa que busca rehabilitar a condenados por agresiones sexuales y atentados contra la libertad sexual que se realiza en la cárcel de Pamplona y que actualmente se encuentra en la última fase, a dos meses de dar por finalizada la primera experiencia de este tipo en una cárcel con un número relativamente pequeño de presos.
El Programa de Control de la Agresividad Sexual (PCAS) cuenta con once psicólogos, siete en medio abierto y cuatro que actúan dentro del centro penitenciario, como psicólogos de referencia para los diez victimarios que se adscribieron al programa en 2021. Quien se apunta al programa debe hacerlo voluntariamente, no sin antes asumir y reconocer el delito que realizó. En palabras de Josean Echauri, psicólogo forense y fundador del Instituto de Psicología Jurídica y Forense (PSIMAE), este paso es “fundamental”. Una vez que el recluso muestra su predisposición a participar en este programa, se hacen dos filtrados, uno por las autoridades penitenciarias, otro por parte de PSIMAE, y se comienza a trabajar, primero, de manera individual. “Hay quien, por sus características, sigue todo el programa de manera individual, porque podría viciar la segunda parte de la terapia, que es grupal, o porque no está preparado para dar ese paso”, sostiene María Martínez, psicóloga de referencia de varios integrantes del PCAS.
Martínez se encarga, entre otros, de llevar adelante la terapia grupal entre todos los participantes del programa, en donde se trabajan cosas tan fundamentales como la gestión del autocontrol, la identificación de los sentimientos, la sexualidad sana. Se reúnen cada semana, los jueves de 10 de la mañana a 12 del mediodía, y se pide a los participantes que acudan puntuales, que respeten a sus compañeros y que mantengan la discreción, que todo lo que se hable durante esas dos horas quede en la estricta intimidad del círculo que forma el grupo.
De la justicia punitiva a las terapias conductivas
Sainz de Rozas destaca el carácter conductivo de este programa, dejando de lado el punitivismo habitual de las condenas, el “palo y zanahoria” más habitual. Si bien nació como un acuerdo de legislatura (el actual Gobierno de Navarra se compone por el PSN, Podemos y Geroa Bai, un partido que incluye a los Socialverdes y PNV) y por la apuesta firme que tanto el consejero de Justicia, Eduardo Santos, único consejero morado, como el director general de Justicia hacen por la justicia restaurativa, Sainz de Rozas habla de un trabajo coral, que implica a todas las partes: “La administración funcionó como catalizador, pero lo cierto es que hay que destacar la colaboración y la predisposición de la judicatura, la fiscalía y la administración penitenciaria desde el primer momento en que se les planteó la posibilidad de comenzar con este programa”. No obstante, todas las partes se repliegan a un discreto segundo plano para dar todo el protagonismo a la víctima, ya que siempre se tienen en cuenta sus necesidades y puede ver cómo el victimario se vuelve consciente del daño que ha pertrechado.
El programa y las terapias que se realizan en él son personalizados a cada victimario, ya que hay condenados por muchísimos tipos de delitos, desde los más leves, como pueden ser exhibicionismo, voyeurismo o tocamientos, hasta los más graves, con penas por violaciones. El criterio común que siguen todos los que optan a participar en el PCAS, más allá de la voluntariedad y la asunción del delito comentada al comienzo de este reportaje, es el de la proximidad. Es decir, que no les quede mucho tiempo para conseguir beneficios penitenciarios o que estén cerca de cumplir la totalidad de la condena. E, importante: la participación en este programa no conlleva ningún tipo de ventajas para conseguir beneficios. Simplemente, se considera de forma contextual junto a otros factores. Si además de cumplir una serie de requisitos, está recibiendo terapia para rehabilitarse y la está asumiendo de manera adecuada, se podrá considerar otorgarle al preso más o menos beneficios, ahorrándose así que haya quien participe en este programa por fines que no sean genuinos.
Delitos con reincidencia baja
Echauri y Martínez coinciden en que no hay un perfil tipo de condenado por delitos sexuales: “Hay hombres más jóvenes, más mayores, de posiciones sociales altas y con poder adquisitivo muy elevado, de clases más bajas…”. Lo que destaca Echauri es que el condenado por este tipo de delitos suele ser responsable de un solo episodio, ya que los depredadores sexuales que se pueden ver en las series o la televisión “no son nada comunes aquí”.
Los victimarios de este tipo de delitos contra la libertad sexual reinciden en un 20% de los casos, que, aunque parezca un porcentaje alto, Echauri se apresura a matizar que es de los delitos con menor grado de reincidencia. Martínez añade: “Tratado adecuadamente, el nivel de reincidencia se reduce a la mitad”. De hecho, ninguno de los victimarios tratados por estos dos psicólogos ha reincidido después de pasar por terapia. “Sabemos que ninguno ha vuelto a delinquir, pero saben que pueden acudir a nosotros en caso de que vean que su autocontrol les está fallando, o que están repitiendo los mismos patrones que los llevaron a obrar mal”, dice Echauri.
A la primera edición del PCAS, que nació con vocación de futuro, le quedan apenas dos meses de recorrido. Ya desde el 1 de julio de este año, todos los internos que participan en este programa están en la fase de seguimiento, con sesiones a uno, tres y seis meses desde el final de la segunda fase del programa, la terapia grupal, pero tanto Sainz de Rozas, como Echauri y Martínez evitan esperar al final del programa para ofrecer una valoración. Se muestran muy satisfechos con el funcionamiento del programa y, sobre todo, con la evolución de los reclusos, que tildan de espectacular. Al final, sostiene Sainz de Rozas, ver cómo los internos se van dando cuenta de sus errores, cómo se van responsabilizando de lo que han hecho y comprometiéndose a no volver a realizarlo es, sin duda, “muy gratificante”.