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“Mamá, ¿yo soy chica?”

N. Elia

Imagina que el colegio de tu hijo te anuncia que va a llegar a dar clase un nuevo profesor, te invitan a conocerlo en una charla y, en la reunión, descubres que se trata de una persona negra. Cuando vuelves a casa, con suerte, tu hijo te pregunta qué tal la reunión. ¿Te sentirías en la obligación de advertirle que su nuevo profesor es negro? ¿O te sentirías más inclinado a explicarle lo que su nuevo profesor ha expuesto sobre sus planes para el curso?

Este mismo ejemplo ha sido planteado a cerca de un centenar de padres de un centro educativo público en Navarra, para invitarles a reflexionar sobre qué debían contar a sus hijos después de una reunión a la que les citó la dirección del centro. El tema a tratar, la situación de un menor transexual que ha decidido presentarse ante sus compañeros de curso, y ante la sociedad en general, como lo que es: un chico con vagina.

Tras escuchar el testimonio de la madre del chico, de un sexólogo que trabaja en el acompañamiento de los menores transexuales, y después de valorar los consejos y las pautas de comportamiento que se expusieron, uno de los padres pregunta: “Y ahora, ¿qué les decimos a nuestros hijos?”.

La reflexión sobre el supuesto profesor negro sirve de ejemplo para explicar que los niños aceptan con naturalidad la realidad en la que viven. Seguramente, los compañeros del menor transexual han asumido su situación con mucha más normalidad que la que emplean los adultos para hacerse cargo de un asunto que les resulta extraordinario. Así que lo más sencillo es no hacer artificioso un tema que los niños ven natural. Si no piden explicaciones sobre su compañero de clase, no hay por qué dárselas. Y si las piden, todo puede explicarse desde el respeto. En la reunión se dieron multitud de pautas para hacerlo.

Genitalidad e identidad sexual

“Si yo te pregunto, Joseba, ¿tú por qué eres hombre? Seguramente lo primero que te sale responder es ‘porque tengo pito y los huevos bien puestos’, que es lo que responderíamos la mayoría de los hombres. Porque los huevos seguro que los tenemos bien puestos, pero los conceptos no sé si tanto”. Aingeru Mayor, sexólogo y responsable de Chrysallis, tiene perfectamente estudiado el impacto que causa en los alumnos y padres el comienzo de su charla. Necesita ese impacto, porque requiere toda la atención del auditorio para conseguir transmitir su mensaje a través de la emoción.

Prosigue su coloquio: “Vamos a hacer un experimento. Yo traigo aquí mi bisturí recién afilado. Vamos a suponer, Joseba, que te tumbas sobre esta mesa y yo te corto el pito y los huevos, luego te coso, te curas, y dentro de unas semanas volvemos y te haré esta pregunta: Joseba, ¿tú eres hombre o mujer?”. Se escucha alguna risa entre los asistentes a la reunión y el aludido Joseba se sonroja, pero Mayor acude en su ayuda: “Posiblemente sigas respondiendo que eres hombre, pero posiblemente también te sientas menos hombre que antes. ¿Por qué? Porque en esta sociedad se le da mucha importancia a lo de tener el pito bien grande y los huevos bien puestos. Pero tú te seguirías sintiendo hombre”.

Este preámbulo sirve a Mayor para que calen profundo dos de los mensajes más importantes que transmite en sus charlas. El primero tiene que ver con el proceso de sexuación. “Las personas nos vamos haciendo hombres, o mujeres, desde el momento de la concepción hasta nuestra muerte”, recalca Mayor. Y el segundo mensaje: nos vamos haciendo hombres o mujeres con elementos de ambos sexos, es decir, tenemos elementos masculinos y femeninos. “Y todos estos rasgos entrelazados van construyendo el hilo argumental de nuestra propia biografía”.

Por lo tanto, no es la genitalidad la que marca nuestra identidad sexual. “Ser un hombre con pene y testículos o ser una mujer con vulva es lo habitual. Pero no lo normal. Existen los hombres con vulva y las mujeres con pene. No es lo habitual, pero sí es normal”. Según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysallis, la cifra de menores transexuales en Navarra ronda el centenar. Mayor es sexólogo de esta asociación y sabe bien de qué habla. Tiene dos hijas y una de ellas es transexual.

Dudas e incertidumbres

La historia que los padres de menores transexuales cuentan sobre sus hijos es similar en muchos aspectos. Las dudas iniciales, la incertidumbre, la rebeldía ante los rasgos masculinos o femeninos impuestos por la sociedad, el miedo, el no saber bien a qué se están enfrentando. En la reunión del centro educativo navarro, la madre del menor relata su historia a los padres de los compañeros de su hijo. Nació con vulva, pero desde que tuvo conciencia de sí mismo tuvo muchas dudas. “Mamá, ¿yo soy chica?”, le preguntaba con insistencia, extrañado de que se le adjudicase esa identidad.

Prefería jugar al fútbol, vestir siempre con pantalón, estar con otros niños y llevar el pelo corto. Sus padres aceptaron esas preferencias y le acompañaron en su proceso de elección. Con el tiempo, el menor se atrevió a decirles que, en casa, le tratasen siempre como a un chico. Fue un primer paso muy importante, relata su madre, una decisión que le costó adoptar pero que le hizo ser muy feliz.

Tanto, que el menor descubrió que podía hacer más grande el ámbito en el que se presentaba como chico. Ocurrió primero con la familia, después con los amigos y los conocidos. Se iba ampliando el círculo. Su madre cuenta que el camino hacia la verdadera identidad de su hijo ha estado repleto de etapas en las que sólo daba el siguiente paso cuando se sentía plenamente seguro, aceptado y respetado.

La historia de Leo

La etapa final, la que ha supuesto que él mismo cambiase su nombre y que se presentase ante sus compañeros de clase, ante sus vecinos y ante todo el mundo como lo que es, un chico, llegó después de ver un vídeo. En él se relata la historia de Leo, el primer niño transexual de Euskadi tratado con inhibidor de la pubertad. Para este menor, el testimonio que prestaba un sexólogo en el vídeo fue revelador. Pidió a sus padres ver al profesional para poder hablar con él. Dicho y hecho.

La dirección del centro, en coordinación con el Departamento de Educación, ha colaborado en todo momento para que la situación de este menor se asuma con normalidad en el colegio. Se habló con el personal del comedor, con el profesorado y, por último, con los padres de los compañeros del niño. La madre del menor sólo pidió al resto de los padres una cosa: respeto. Ella no estaba allí para decir a nadie cómo tiene que pensar. Estaba allí para explicar la realidad de su hijo y para pedir a todos el respeto con el que se trata a cualquier otro compañero.

Navarra fue pionera al aprobar en 2009 una ley foral de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. Otras comunidades autónomas tomaron la norma foral como referencia para regular legalmente esta materia. Sin embargo, el contenido de la ley no ha terminado de desarrollarse en la práctica. Sí, hay aspectos que recoge la ley y que funcionan correctamente, como la Unidad de Transexuales e Intersexos, que cuenta con sexólogos y psicólogos que realizan un seguimiento y acompañamiento a los menores transexuales.

Pero hay otros muchos artículos de la ley que se han quedado solo en enunciado, y eso impide que la atención que reciben estos menores pueda ser integral. El Parlamento foral ha aprobado recientemente el compromiso de todos los grupos para la puesta en marcha de todos los recursos públicos que contempla la ley. Mientras tanto, desde el departamento de Educación, el de Salud, desde los centros educativos y con la colaboración de la Asociación Chrysallis, se va haciendo frente de la mejor manera posible a los casos que se ponen de manifiesto en las aulas. No es lo habitual, pero sí es lo normal. Por eso se intenta la implicación de todas las personas que rodean al menor. Para pedir respeto hacia su situación.