“La accesibilidad no pretende fastidiar a nadie; solo que una obra se haga bien”

Maura Monente, arquitecta técnica, es en la actualidad la responsable del área de Accesibilidad de la Asociación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física de Navarra, Acodifna. Hija de uno de los fundadores del colectivo, ha visto cómo en los últimos treinta años Navarra en general, y Pamplona en concreto, han eliminado muchas de sus antiguas barreras. Sin embargo, todavía quedan muchos obstáculos por superar. De forma literal. Para ello, la entidad organizó este pasado fin de semana una iniciativa que consistía en sentar a personas sin problemas de movilidad en una silla de ruedas. La experiencia, afirma, les ayuda a abrir los ojos.

¿Los problemas de accesibilidad pueden pasar desapercibidos para personas sin dificultades de movilidad?

La asociación organiza, dos veces al año, esta iniciativa que llamamos ‘Siéntate y cuéntanos’, porque de lo que se trata es de dar la oportunidad a quienes habitualmente no usan una silla de ruedas de que se sienten y prueben. Así ven las dificultades que estas personas afrontan todos los días.

¿Cuáles son las dificultades más habituales?

Las más cotidianas son, por ejemplo, beber agua de una fuente, llamar a un amigo en un portal, pagar un parking… Se trata de cuestiones del día a día de las que no nos damos cuenta y que, a veces, suponen un problema enorme.

¿Qué valoración hace de Pamplona en materia de accesibilidad?

Pamplona es una de las mejores ciudades de España en temas de accesibilidad. Sobre todo, gracias a que las propias personas afectadas llevan ya muchísimos años trabajando por ello. En nuestra asociación, por ejemplo, llevamos ya treinta años luchando por la concienciación social y la integración. Y, ahora, Pamplona está muy avanzada en los rebajes de las aceras, en cuestiones urbanísticas o en la normativa. Navarra, de hecho, fue una de las primeras comunidades autónomas en contar, en 1988, con una normativa de accesibilidad.

¿Podemos darnos, entonces, por satisfechos?

La realidad es que las exigencias para hacer una ciudad accesible son muy grandes. Cada vez vemos a más gente paseando por la ciudad en silla de ruedas, pero sigue habiendo problemas básicos como los bancos sin reposabrazos, cajeros no adaptados, papeleras muy altas… Todas son cuestiones básicas y necesarias, pero en la normativa pueden parecer secundarias. Y hay que mirar a todo tipo de discapacidades: también las auditivas, las visuales…

¿El mensaje es que la concienciación no puede relajarse?

Lo primero es hacernos visibles. En la sociedad detectamos una conciencia muy amplia sobre la necesidad de adaptar todo. Principalmente, porque todos tenemos algún familiar o un amigo con este tipo de problemas. Pero debemos ir más allá: pretendemos que esa conciencia se interiorice. Por eso, al sentar a la gente en una silla, vemos cómo cambian el chip. Muchos dicen: ‘Madre mía, no me imaginaba esto’.

¿Hasta que no lo sufrimos no nos concienciamos?

Así es. Al final se reduce a eso, porque vivir la experiencia en tu propia piel te ayuda a cambiar, a ver ese problema como propio. Por eso a estas iniciativas siempre se invita a autoridades, arquitectos, aparejadores… todos ellos son los que tienen en su mano solucionar este tipo de barreras. A veces hay errores de diseño por desinformación o por falta de conocimiento; porque creo que, en general, todos queremos acertar y hacerlo bien.

¿La obra pública es la que debe dar ejemplo en este sentido?

Eso es. Pero ahora nos encontramos que en obra privada, como acondicionar un local, en el Ayuntamiento por ejemplo te exigen que cumplas con una normativa, pero en obra pública quieren hacer un edificio bonito y dejan unas escaleras mal planteadas. Parece que la normativa es más fácil de incumplirse en la obra pública. Pero por eso siempre intentamos ir más allá de la normativa que, por cierto, está ahí porque tiene su sentido.

¿De qué tipo de errores hablamos?

Solo por poner un ejemplo: hacer un baño accesible pero, luego, colocar un pulsador temporizador. Y ahí te preguntas: ¿cómo me levanto a encender la luz?

Pero, en general, ¿se cumple la normativa de accesibilidad?

En general, en lo nuevo se está cumpliendo. Sí es verdad que, al acondicionar un local, hay quien insiste en que solo va a pintar y renovar el suelo, y se pregunta por qué entonces le exigen que quite un escalón. Y eso hace que en locales nuevos siga habiendo escalones en la puerta. Por eso pedimos que incluso se exija la accesibilidad en pequeñas reformas. Al final, es algo que sí supondrá un dinero inicial pero que lo harás para siempre. Ojalá salieran subvenciones que ayudaran a los particulares a realizar este tipo de actuaciones. Nuestra intención no es fastidiar a nadie, sino dejar una obra bien para siempre. Y eso va en beneficio para todos.

¿La accesibilidad del transporte es uno de los grandes debes?

En las villavesas se consiguió lo impensable: la adaptación total. Sí es verdad que las rampas generan problemas, pero hemos avanzado muchísimo. Ahora nos falta mejorar el transporte fuera de la ciudad. En los trenes y los aviones hay plazas adaptadas, aunque sean limitadas, pero en los autobuses es más complicado. Muy pocas compañías ofrecen este servicio, y en pocos trayectos.

La clave, en materia de accesibilidad, es que las personas con problemas de movilidad puedan valerse por sí mismas y no depender de que alguien les ayude.

Sí, a los voluntarios les hacemos sentarse en una silla, experimentarlo y tratar con personas con problemas de movilidad. Así ven cómo lo hacen otros y qué necesitan. Y la clave es que la accesibilidad va más allá de ayudar a una persona: se trata de salir de casa, a trabajar o al cine y que no necesite que nadie me ayude para nada, que yo me pueda valer por mí mismo.