Se trata de la primera obra de conjunto sobre el gótico navarro realizada desde hace más de 40 años, y recoge estudios surgidos desde entonces, sintetizados y actualizados, junto a otros inéditos elaborados ex profeso para esta publicación.
Los textos son obra de Clara Fernández-Ladreda (directora), Carlos J. Martínez Álava, Javier Martínez de Aguirre y Mª Carmen Lacarra Ducay. Se han publicado 1.000 ejemplares disponibles en las librerías al precio de 38 euros.
El libro se inicia con una introducción y se estructura en cuatro grandes bloques cronológicos que marcan la evolución del gótico en la Comunidad foral, han informado desde el Gobierno navarro.
El primero esta dedicado al 'Gótico clásico (1200 a 1276)'. Se trata de “una fase de tránsito compleja y difícil de sintetizar, especialmente en arquitectura religiosa”, que cuenta con cuatro grupos muy distintos: los grandes conjuntos tardorrománicos que prolongan la etapa precedente (La Oliva, Irache, catedral de Tudela); Roncesvalles que marca la ruptura con lo anterior y la irrupción del gótico, las iglesias de nave única (Santa María de Olite y San Saturnino de Artajona) y los conventos de órdenes mendicantes (Santo Domingo de Estella); a ellos habría que añadir la arquitectura civil (Tiebas).
En la escultura destaca la portada del Juicio de la catedral tudelana, una de las más antiguas del gótico español, con una temática muy interesante, y el yacente de Sancho el Fuerte, primer ejemplo de escultura funeraria en Navarra. En la pintura mural interesa señalar que además de las obras conocidas (Artaiz, San Pedro de Olite, Artajona) se incorporan otras recientemente descubiertas (Santa María de Olite, Roncesvalles, Aibar). En la orfebrería descuella el relicario del Santo Sepulcro, realizado en París, obra clave de la orfebrería europea del momento.
GÓTICO RADIANTE (1276-1387)
El segundo bloque se ha consagrado al 'Gótico radiante (1276-1387)'. El eje de esta etapa será el conjunto del claustro y dependencias canonicales de la catedral de Pamplona, que suponen “un caso excepcional, pues ninguna otra catedral hispana o europea ha conservado la totalidad de las estancias en que se desarrollaba la vida en común de los canónigos”.
Se trata de edificaciones de gran calidad y embellecidas con magníficas esculturas (puertas del Amparo y Preciosa, ménsulas y claves del refectorio) y pinturas (mural del Refectorio y del sepulcro Sánchez de Asiain, hoy en el Museo de Navarra), que figuran asimismo entre lo mejor del gótico europeo.
En esta obra se dieron cita artistas de primera fila (Miguel, Arnalt de Puyssiviler, Guillermo Ingles, Jacques Perut) procedentes de distintos focos (Francia, Inglaterra e Italia).
La empresa catedralicia marcará el panorama artístico navarro y su eco estará detrás tanto de la arquitectura como de la escultura y la pintura (iglesias de San Saturnino de Pamplona y Ujue, portada del Santo Sepulcro de Estella, murales de la Escuela de Pamplona). En el caso de las pinturas murales, se incluyen de nuevo numerosos conjuntos aparecidos en los últimos tiempos, algunos de “excelente calidad y prácticamente desconocidos” (San Salvador de Sangüesa, Ororbia, Ujue, Olloki, Ekai, Azanza, Eristain), que hacen de Navarra el territorio de España con “más ejemplos de pintura mural gótica”.
EL ESTILO INTERNACIONAL Y LA INFLUENCIA GORGOÑONA
El tercer bloque lleva el título 'El estilo internacional y la influencia borgoñona. Carlos III y Blanca (1387-1441)' y gira en torno a dos realizaciones: el palacio de Olite y la tumba de Carlos III y su esposa Leonor; a las que se podría añadir el templo catedralicio.
El palacio de Olite, promovido por Carlos III, con la colaboración de un nutrido grupo de artífices dirigidos por el mazonero Martín Periz de Estella, el carpintero Lope Barbicano y el pintor Enrich de Zaragoza, reúne y sintetiza las influencias de los grandes conjuntos palaciegos europeos que el monarca pudo conocer en sus viajes y estancias en el extranjero (Louvre, Vincennes, Alcázar de Segovia, Aljafería de Zaragoza).
Por su parte la tumba de Carlos III y su esposa sitúa de nuevo a Navarra al nivel europeo, pues esta considerada como una de las mejores realizaciones de la época. No en vano su director y autor principal, Johan Lome de Tournai, se formó en el taller del que se ha considerado el Miguel Ángel de su tiempo, Claus Sluter. Ambas obras, palacio y sepulcro, tuvieron además un gran impacto en el panorama artístico navarro, provocando la aparición de toda una serie de castillos nobiliarios (Arazuri, Marcilla) y tumbas monumentales (Sanchez de Oteiza, Garro, Villaespesa).
El libro se cierra con el 'Tardogótico (1441-1512)', periodo final, que ofrece “un panorama artístico pobre como consecuencia de la guerra civil”. Lo más reseñable son los retablos de pintura: Barillas, Tudela y, especialmente, los de la Incredulidad de Santo Tomás y los Profetas de la catedral de Pamplona, de gran calidad.