Huella digital para acceder al local y compra con registro: así funciona un club de cannabis
Navarra ha sido pionera al dar cabida en la ley a los clubes de cannabis. Más de 10.000 personas han respaldado la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que ha salido adelante en el Parlamento foral. Pero, ¿en qué consiste exactamente uno de estos locales? ¿Qué se entiende como un circuito cerrado de consumidores? ¿Cómo se accede a ellos? Firmamos un consentimiento y aportamos nuestros datos para entrar a Le Club, uno de los nueve clubes de cannabis que se cuentan en la Cuenca de Pamplona, en este caso en el municipio navarro de Ansoáin. Lo mismo hicieron hace no tanto miembros de diversos grupos parlamentarios, que conocieron el local antes de tramitar la ley.
El local es discreto y no está anunciado, pero tampoco se esconde. Se ubica en un bajo, en una calle peatonal, y su aspecto es muy similar al que puede tener una sociedad gastronómica típica de Euskadi. Con baño, cocina (provista de café, Cola Cao, Toblerone y otros dulces), televisor, sofás, un ordenador con acceso a Internet y un lugar reservado para donar comida al Banco de Alimentos. Como una bajera adolescente bien acondicionada. Eso sí, con un extractor con filtro de carbono y un ozonificador para evitar olores fuera del espacio, y con una cámara y un sistema de huella digital para acceder al club.
Esta es una de las claves: cada socio (son 280) presenta en la entrada su carnet con su DNI a un portero automático con cámara, y debe aportar su huella digital para entrar. Así accede a una antesala donde un cartel indica que está prohibido fumar. Es el único espacio sin humo. Pero, una vez dentro, varios usuarios hablan de forma distendida mientras se preparan sus porros de marihuana y hachís. ¿Y cómo han logrado entrar en el club? Se necesita a una persona que te avale desde dentro, ser mayor de edad y ser consumidor previo de cannabis, ya sea por ocio o por sufrir alguna de las enfermedades en las que se recomienda el uso de esta sustancia. Por ejemplo: cáncer, trastornos de alimentación o de sueño, ansiedad… Y hay que cumplir unas normas (y seguir un curso de prevención de riesgos) como la prohibición de vender el producto a otras personas o alterar el orden de la comunidad. En el local provisional que se ubicó en el barrio pamplonés de Azpilagaña hubo ocho expulsiones; en el de Ansoáin, con un año de vida (un estreno que conllevó algún tira y afloja urbanístico con el Ayuntamiento), por ahora no ha habido ninguna.
Una vez siendo socio o socia de Le Club, se puede comprar en un pequeño despacho la marihuana o el hachís. El máximo por semana son 20 gramos (un cigarro sin tabaco puede rondar el medio gramo), y es el tope que, por ejemplo, miembros del club de municipios más alejados pueden llevarse consigo. Se da la circunstancia de que, si fueran interceptados llevando esa cantidad por la calle, las sanciones podrían ser de entre 300 y 3.000 euros. Por eso desde el club recomiendan a sus integrantes que consuman en las instalaciones de Le Club. Porque, y aquí está la clave de la ley aprobada en el Parlamento foral, se puede consumir cannabis en un domicilio o un local sin acceso público, en estos espacios privados de consumidores, pero no en la calle, por ejemplo. Y tampoco se puede cultivar ni transportar, aunque la Justicia está evitando las condenas si se demuestra que se trata de una cantidad para el consumo propio, no para el narcotráfico.
No obstante, Le Club tiene integrantes dentro de la Representación Cannábica de Navarra (RCN), impulsora de la ILP, un proceso durante el que han visto cómo la Policía se incautó de 110 kilos de marihuana, el cultivo que el club tenía en una finca de Sangüesa para el consumo de todo un año. Esta operación se produjo un día después de admitirse la ILP. El secretario general de la formación, Fermín Les, está imputado por este caso, aunque todos los socios ahora quieren autoinculparse para demostrar que se trataba de una plantación comunal y poder reclamar la parte de marihuana que les correspondía.
Entre el mercado negro y el autocultivo
Porque, para prepararse sus porros, cada socio (que también abona una cuota anual) paga su parte y apunta en un registro su número de socio, la cantidad que pide, la variedad escogida (bajo un mostrador, hay varias a elegir) y la cuota abonada. Por ejemplo, 1,50 gramos de Somango se pagarían a 7,5 euros. El coste es, tras la operación policial, algo superior ya que, según explica uno de los portavoces de la RCN e integrante del club, Ramón Morcillo, “nos han obligado a acudir al mercado negro”. El objetivo más a largo plazo de estos consumidores, no obstante, sería lograr el autocultivo.
¿No evidencia esto que los clubes de cannabis se mueven en un limbo legal? Desde Le Club, sin embargo, defienden que no se trata ni de fumar a hurtadillas ni de promover el consumo, sino de que este se produzca con unas garantías, un tema que reconocen polémico pero que ya ha iniciado un debate que, si finalmente el Gobierno central recurre la norma navarra, puede llegar al Tribunal Constitucional. Ese, pese a la posibilidad de recibir un revés jurídico, sería un gran paso para unos consumidores que, insisten, no dejarán de reivindicar su derecho al consumo privado de cannabis.