Una compañía de danza contemporánea puede funcionar en Navarra. Este era el sueño del bailarín Iñaki Fortún Moral (Pamplona, 1975) cuando regresó de formarse en Londres “al desierto”, como se refiere a la capital navarra en esta materia. Primero se dedicó a pintar, repartir pescado, dar clases de inglés, trabajar en una librería… pero el afán por ser bailarín siempre estaba ahí. Así, junto a otras compañeras, decidió en 2008 formar una compañía y realizar sus propias producciones. Así surgió Fueradeleje Danza, que este jueves estrena el ciclo de danza contemporánea ‘DanZ’ en Civivox Iturrama (a partir de las 20:00 horas). En esta cita, mostrarán la primera función que prepararon, ‘4 estaciones’, dirigida a un público más familiar. Porque Fueradeleje prácticamente educa a sus propios espectadores: sus bailarines dan clases con las que financian sus obras, que en ocasiones también se han acompañado de charlas abiertas con el público. Todo sea por acercar este mundo, a menudo considerado complicado, al público navarro.
¿Cómo surgió Fueradeleje?
Muchos bailarines de Pamplona salimos fuera para formarnos y, al volver a la ciudad, nos dimos cuenta de que no había nada. La danza suele estar aglutinada en torno a las academias, pero luego hay un vacío cuando quieres dedicarte a ella de forma profesional. Aquí no había opciones. Pero, junto a personas como Marisa Vera nos propusimos trabajar en equipo. Y decidimos ofrecer algo diferente, creando una empresa de servicios de danza como es Fueradeleje.
La clave de la compañía es que, además de ofrecer espectáculos, imparte clases.
Los bailarines tienen un contrato para dar clase unas 14 horas por semana, y el resto del tiempo sirve para ensayar para los espectáculos. Al final, nos nutrimos de las clases para producir nuestras propias obras y bailar. Porque, con los beneficios, creamos espectáculos de danza. Además, eso nos permite traer a coreógrafos de fuera para seguir avanzando.
En el ciclo que estrenan este jueves, ofrecen el espectáculo ‘4 estaciones’. ¿Por qué para una obra de danza contemporánea se han inspirado en Vivaldi?
Fue nuestra primera producción. Vimos que había una carencia de conocimiento sobre la danza contemporánea, que a menudo se ve como algo muy intelectual, y decidimos ofrecer algo con una música clásica, muy fácil, pero a la vez con una puesta en escena contemporánea. Así logramos un espectáculo muy familiar, que no es duro en el apartado visual, que permite disfrutar con el movimiento de los bailarines, que supera ese temor a que esta es una danza muy conceptual o abstracta…
Si me pregunta qué es la danza contemporánea, le diría que suena a algo complicado.
Igual habría sido más fácil trabajar en Madrid o en ciudades grandes, donde se concentra más gente, pero este tipo de problemas son habituales en ciudades pequeñas, me da igual si hablamos de Pamplona, Cádiz o de otra. Sí es verdad que la gente está acostumbrada a lo fácil. Habitualmente, se prefiere una película americana a una independiente. Esto es un reflejo de la propia sociedad, que quiere todo rápido, hacer consultas en Internet y obtener las respuestas de forma inmediata. Apostar por la danza contemporánea tiene ese hándicap.
¿Y, entonces, por qué apostar por algo así? La cultura, como todo, ante la crisis prefiere optar por la apuesta segura que por algo diferente.
Nosotros hacemos unos espectáculos muy accesibles. Por ejemplo, hemos organizado charlas distendidas con el público, en las que nos pueden preguntar sobre la obra. Es verdad que, a veces, cuesta ir a un espectáculo que no entiendes, a algo tan conceptual. Pero, por ejemplo, yo recuerdo de pequeño ir a casa de mi abuela y ver una reproducción del Gernika y sentir miedo. No sabía qué era aquello, pero sí tenía esa sensación. Y esa sensación es la clave.
¿Cuál suele ser la respuesta del público?
Te encuentras de todo, pero a la gente le ayuda que le des unas claves. Para mí es importante que planteen sus dudas, porque entonces les puedes ayudar a confirmar esas sensaciones.
Le preguntaba antes por la cultura y la crisis. Llama la atención que ‘4 estaciones’ sea un proyecto subvencionado por el Gobierno de Navarra y coproducido por cuatro ayuntamientos (Zizur Mayor, Noáin, Burlada y Ansoáin). Suena a que han llamado a muchas puertas.
En realidad, esa coproducción con los ayuntamientos no era económica, sino que nos cedieron los espacios para ensayar [algo que realizaron, sobre todo, en Ansoáin] y luego se comprometían a programar el espectáculo. Lo que valoramos es que a los programadores les parecería interesante nuestra idea. Fuimos muy afortunados, porque se arriesgaron con nosotros. Y, ahora, este espectáculo ha sido seleccionado dentro del circuito Platea del Ministerio [se trata de un programa estatal que ha escogido y promovido doce obras de danza en todo el país, entre ellas la de la compañía navarra] y hemos podido actuar en Granada, y luego iremos a Cádiz, Cáceres, Barakaldo o Alcalá de Henares.
¿Se puede, entonces, vivir de la danza contemporánea en Navarra?
Al principio, no pensé que pudiera mantener a mi familia con la danza, pero sí. No soy rico, pero vivo de esto, por eso puedo decir que soy un privilegiado.