Juan Díaz Quintero estudió Farmacia, pero cambió una vida de botica por otra escondido bajo un escenario. Quería ser titiritero. Con 57 años, mantiene junto a su hermana Mónica (en su caso, dejó Veterinaria por la actuación) el negocio familiar, bautizado como las marionetas de Maese Villarejo, pero probablemente más conocido por ser el espectáculo de Gorgorito. Ese que, cada día de San Fermín, cautiva a los más pequeños que acuden a partir de las ocho de la tarde a la plaza Conde de Rodezno. Esta actuación acumula ya 60 años. A pesar de los videojuegos, Internet y la televisión, algo tiene este teatro tradicional que asombra a los niños con unos muñecos, unas voces y una buena historia. “Lo que más me emociona es ver a abuelos y padres que traen a sus hijos a ver la función, porque quieren que vivan lo mismo que ellos”, explica.
Pregunta. ¿Cómo se convierte uno en titiritero?
Respuesta. Mis padres fundaron esta compañía hace 60 años. Al principio, mi hermana y yo les acompañábamos por toda España. Empezamos como espectadores y, conforme crecíamos, les ayudábamos a abrir el telón, a encender el sonido… y, al final, pudimos calzar los muñecos.
P. No tiene que ser fácil viajar constantemente de ciudad en ciudad.
R. No es una vida fácil. Pasas mucho tiempo fuera de casa, viajas mucho. De hecho, tanto mi hermana como yo dejamos la profesión. Ella estudió Veterinaria y yo, Farmacia. Pero, desde que mi padre falleció y mi madre se jubiló, nos animamos a coger su testigo, para que esta empresa no se perdiera, y ya llevamos doce años al frente de la compañía.
P. ¿Qué se necesita para dar vida a una marioneta?
R. Mucha preparación. También creo que hay que vivirlo desde joven para sentirlo. Al final estás interpretando, aunque no se te vea, y ahí radica la importancia de la voz. Eres un actor y tienes que valer para ello.
P. Ya son décadas visitando Pamplona. ¿Cuál es la clave para repetir en cada edición?
R. Creo que lo importante es el personaje de Gorgorito, sus historias. Cada día representamos una aventura diferente, que puede enganchar a los niños desde los 2 hasta los 10 años. Y me parece muy bonito presenciar desde el escenario, a través de las mirillas, sus reacciones. Supone una satisfacción tener a padres y abuelos trayendo a sus hijos a que vean a Gorgorito, saber que quieren eso para sus hijos.
P. ¿Por qué, en una época donde los niños están muy acostumbrados a las nuevas tecnologías, triunfa un espectáculo como este?
R. Creo que, al final, tanto hace años como ahora, el éxito radica en que los niños se sientan parte del espectáculo. Se identifican con un personaje, el de Gorgorito, que lucha contra los malos y salva a los buenos. Ellos de verdad viven esa historia.
P. ¿Se puede ganar a la televisión?
R. Cuando mis padres empezaron, no había ni dibujos animados en la tele. Hoy, sin embargo, la oferta que tienen los niños es impresionante. Y, a pesar de todo, es imposible coger sitio en la plaza [con capacidad para 650 sillas] una hora antes de la función. Se llena. Tampoco sé el secreto, pero creo que el truco está en que el niño se involucre: sin él, Gorgorito no puede ganar. Y no pueden darle a la pausa; si se van o pestañean, se lo pierden.
P. ¿Cómo han cambiado los niños?
R. La esencia del niño es la misma. Responde a los mismos estímulos de defender al indefenso. Eso sí, como espectador ahora es más inteligente, más exigente, tiene más experiencia. Está más espabilado.
P. ¿Se siente un clásico?
R. Sí. Y nos han brindado muchos reconocimientos, en ciudades como Cáceres, Santa Cruz de Tenerife, Logroño o Madrid.
P. Y también son un clásico de San Fermín, de esa parte que se conoce menos, que es la dirigida a los más pequeños.
R. Sí. Lo internacionalmente conocido de San Fermín es la juerga, los extranjeros y el encierro. Pero San Fermín tiene una actividad de día enorme. Hay conciertos, animación… son unas fiestas completísimas, y muy divertidas para todos.