El Arenero: así se construye un espacio de crianza compartida que se ha convertido en referencia
Doce niños y niñas de entre 1 y 3 años juegan en una sala llena de juguetes, colchonetas, rampas o cuentos. Dos adultos los acompañan y atienden sus necesidades. A simple vista parece una escuela infantil o “guardería” más. Pero no lo es. El Arenero es un proyecto de crianza compartida creado hace 8 años en el centro de Madrid. Algunas de las personas que lo idearon han recogido ahora su experiencia en un libro titulado Cuidar, criar, hacer comunidad. Una experiencia de crianza compartida (Libros en acción, 2020). Los autores, María González Reyes, Nacho García Pedraza, Pablo Fonte y Berta Iglesias desgranan en sus páginas todo el proceso de un proyecto que se ha convertido en referente.
“Esta es una historia de personas, pequeñas y mayores, que se juntan para cuidar de manera colectiva”, señala el libro en su introducción. En resumen, el origen del proyecto se sitúa en 2013. Desde Arganzuela, un distrito céntrico de la capital, seis familias que no tenían escuela infantil pública en la que dejar a sus bebés unieron sus esfuerzos económicos y su saber para contratar al educador con el que iban a compartir el cuidado y educación de sus hijos e hijas. Ese educador o acompañante era Pablo Fonte, que hasta el momento no tenía experiencia en este ámbito concreto aunque venía del campo de la educación social. Ni siquiera tenía hijos. “Empecé con muchas dudas. Cuando estás en un proyecto educativo, con el amor no es suficiente. Me formé y pregunté mucho sobre cómo montar los ambientes, qué materiales usar, cómo gestionar las rutinas, etc.”, explica.
Pero, ¿qué hace diferente a El Arenero de cualquier otra escuela infantil pública o privada? “El papel de las familias. No es que queramos incluir a la familia en la escuela, porque eso hay otros proyectos que ya lo hacen. Aquí es que las familias son el proyecto. Las persona acompañantes somos un pilar pero las familias otro”, señala Fonte.
Y es que una de las características diferenciales son los turnos de acompañamiento familiares. “No es que venga una familia un día a hacer un taller, es que sin las familias en el aula, en los turnos de cocina o las comisiones de trabajo y asambleas, el proyecto no funciona”, explica Fonte. Es decir, cada día una persona de las familias de El Arenero participa de manera directa en la jornada. Desde hace unos años a Fonte lo acompaña además otra persona contratada. Han introducido la pareja educativa. Por tanto, entre las 10.00 y las 14.00 son tres personas las que cuidan y acompañan.
Con la pareja educativa, las familias tienen ahora un papel más logístico, preparan la fruta por la mañana o las comidas. “Te cuentan que es una formación en la práctica, ven cómo gestionas conflictos, cómo pones límites, cómo gestionar los materiales o cómo se relacionan los niños”, apunta el educador.
Toni y Lucía forman parte de El Arenero desde hace 5 años. Primero, con su hijo mayor, Yago, de 7 años en la actualidad. Luego con Darío, que ahora tiene 3 años. Pasaron por un proyecto parecido que ya no existe, El Palomar. Y de ahí, a través de contactos comunes, llegaron a El Arenero. “Las familias nos explicaron el proyecto. La conexión definitiva la haces con ellas. Miras a ver el feeling que tienes con la persona cuidadora pero que directamente te cuenten experiencias las familias que viven el día a día, de cómo aprenden, eso es lo que conquista”, comenta Lucía.
“Lo esencial es la participación. Que tú participas del tiempo y de las decisiones. No es un lugar donde guardar o dejar a tus peques. De repente estás cuidando a 9, 10 o 12 niños más. Y no es solo la participación sino lo que te aporta, un nivel de poder criar con ese aprendizaje”, añade Toni.
Madrid, ciudad hostil
Este año han comenzado su participación Eva y Dani, junto con su hijo Elías, de dos años. Les hablaron de la iniciativa y se decidieron. “Nos contaron que era un proyecto de crianza respetuosa donde las familias estaban implicadísimas en la organización. En casa hablábamos mucho de la soledad de la crianza y de cómo costaba en una ciudad como Madrid, donde no se facilita nada. Nos encontrábamos solos y creíamos que este proyecto era genial porque ofrecía una red de apoyo y acompañamiento mutuo que nos parecía muy positiva”, explica Eva.
Y es que en la simbólica ubicación de El Arenero está parte de su razón de ser. “Se privilegian siempre los vehículos y el mundo adulto. Cada vez que voy a Salamanca vuelvo con rabia y me pregunto, ¿por qué vivimos en Madrid?”, destaca Eva. “No es fácil encontrar estos espacios de sentir que estás criando en tribu. Al ser un espacio con tantas complejidades se crea un lazo importante ahí. De repente tu hijo tiene 10 familias más a las que conoce, tiene una confianza brutal”, apunta Lucía. “Muchos somos de fuera y no tenemos familia aquí. Esta ciudad no nos lo pone fácil a muchos niveles. El que vive en el centro trabaja en el norte, el que vive en las afueras trabaja en el centro...es todo más difícil que en una ciudad pequeña. Aquí se destaca mucho eso, la comunidad que genera y el apoyo mutuo que se crea”, dice Toni.
Para Fonte, “en un sistema capitalista y una ciudad como Madrid todas nuestras necesidades las tenemos que solventar de manera individual”. Desde El Arenero ponen el foco en la crianza. “No le llamamos espacio de educación infantil sino que hablamos de crianza porque estamos en una etapa en que el tema de los cuidados tiene mucho peso. Aunque no nos olvidamos de lo pedagógico”, afirma.
Los vínculos que se crean más allá del aula y las relaciones de apoyo mutuo son los puntos que más destacan los participantes de El Arenero. “En un momento dado a una familia les sale un imprevisto y con toda la confianza pueden dejar a su peque con nosotros porque ya nos conoce. Se queda contento y seguro, y nosotros también”, apunta al respecto Eva.
El reto de ser un proyecto menos elitista
La evolución del proyecto ha sido creciente. De 6 familias hace ocho años han pasado a 12. De comenzar en un salón de una casa a un local más o menos estable. ¿Cuáles son los retos de futuro? Los participantes lo tienen claro: lograr una integración mayor y ser un espacio menos elitista.
“Este tipo de proyectos son excluyentes, siempre lo hemos tenido muy presente. Es cierto que en El Arenero las familias que hacen turnos pagan 200 y pico euros, que tal y como está la privada en Madrid no está tan mal. Pero son proyectos elitistas y siempre hemos tenido en mente cómo acercar el proyecto a familias que no se lo puedan pagar”, reflexiona Fonte. “Lo ideal sería que este modelo se pudiera replicar en barrios o zonas donde pudiera aportar ese plus, en familias más desestructuradas y peques menos privilegiados que pudieran disfrutar de un modelo como este”, apunta también Toni.
En este sentido, El Arenero no deja de ser un proyecto político. Como señala una parte del libro, “que se sustenta en la idea de que construir vidas en común es lo que nos puede llevar a crear sociedades más justas y sostenibles”. Por eso, con el libro quieren compartir su historia con las personas que se rebelan ante la idea de criar solas.
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