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Un cuento para hablar del (no tan obvio) derecho de las madres a viajar y tener tiempo libre

Portada del libro '¡Mamá se va de viaje!'

Miguel Muñoz

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“Nos dimos cuenta de que Mamá quería realmente ir a las montañas, y nos sentíamos extraños imaginándonos tres o cuatro días ¡y cuatro noches! sin ella”. Estas palabras son de Manu, un niño de 10 años y uno de los protagonistas del cuento 'Mamá se va de viaje'. Un día su madre anuncia a toda la familia que se va a ir de viaje con unas amigas. Y comienzan los problemas, las reticencias e incluso los enfados. Con este hilo conductor, la escritora Coral Herrera ha querido poner el foco en el derecho de las madres a tener ocio, descanso y tiempo libre. Algo que, aunque parezca obvio, no lo es tanto en la práctica.

“Mis amigas me llevan reclamando desde hace mucho tiempo que nos vayamos juntas de viaje”, explica la autora sobre la idea del cuento. En su caso comenta que todos los años les ha dicho que no por cuestiones relacionadas principalmente con la lactancia. En paralelo recibió la propuesta de la empresa Getting Better para realizar, mediante el Ayuntamiento de la localidad madrileña de Humanes, una publicación sobre la igualdad y la corresponsabilidad. Y el resultado se puede descargar libremente, incluyendo también una completa guía didáctica con datos y consejos para trabajar el cuento con niños y niñas de 8 a 14 años.

Reflexiona Herrera sobre su caso personal e incide en que hay que hablar sobre la “energía” y el “tiempo” mientras eres madre. “Yo me he pasado tres años agotada por la crianza y el trabajo”, reconoce. “Cuando reivindico los derechos de las mujeres uso mucho la estadística del tiempo libre. Es un dato que permite entender por qué no hay igualdad entre hombres y mujeres. Le digo a la gente que es imposible quererse bien en una pareja cuando no hay un equilibrio en el uso del tiempo libre. Muchos de mis amigos hacen deporte, se preparan oposiciones, hacen máster, tienen su grupo de rock como cuando eran adolescentes y nosotras no. Veo que hay una desigualdad profunda”, comenta la escritora. “Yo llevo varios años sin ver una serie y hace mucho que no leo una novela. El poco tiempo disponible lo uso para dormir porque no tengo energía. Hay gente que no se lo cree”, añade.

En un primer momento, Herrera iba a plantear un cuento en el que la madre quería tiempo para poder estudiar otra carrera. “Pero claro, es muy fácil pedirle al compañero colaboración para algo importante que sea productivo como lo entendemos en el capitalismo. Es interesante plantearlo con algo improductivo, dedicarte a lo que te gusta, tiempo para aficiones, pasiones, descansar o no hacer nada. Me parece muy importante reivindicar el derecho de las mujeres madres, sobre todo con críos muy pequeños, a poder divertirnos. Porque es un tema de salud mental y emocional. Una de las principales reivindicaciones del feminismo debería ser esa, el derecho de las mujeres a disfrutar, al placer y tener un ratito de tiempo para nosotras mismas”, argumenta.

La familia del cuento está formada por dos niñas, dos niños y un padre. Y como es lógico centra también su mirada en el papel del hombre. “Cuanto más tiempo dedican los hombres a las tareas, más tiempo libre tiene la mujer”, afirma Herrera. Para ella, el punto álgido del cuento es cuando el padre se da cuenta de que no es justo que él pueda irse de viaje y ella no.

Y por supuesto, otro foco importante se sitúa en los hijos. “Las mamás nos desdibujamos un poco en la crianza. Y hay un momento en el que un niño descubre que su madre es una persona. Eso le pasa a Manu en el cuento. Los niños y niñas deben ver a sus mamás como personas que tienen derecho a hacer cosas que les gustan y que lo disfrutan. Y que además luego la mamá vuelve más contenta. Está apuntada la idea de que hay que cuidar a la mamá, que los niños pueden aportar su granito de arena para que su mamá tenga una buena vida”, destaca la autora.

No sentirse culpable

El tener tiempo y el derecho al cuidado y al autocuidado es un tema que han trabajado mucho organizaciones feministas como el club de MalasMadres. Han publicado recientemente un informe titulado “La hora de cuidarse”, que destaca que 9 de cada 10 mujeres se sienten culpables si realizan actividades de tiempo libre por tener la sensación de estar restando tiempo a su familia.

“Detrás de ese sentimiento de culpabilidad están estos roles aprendidos, estas creencias de cómo ser una buena madre, que pasa por ser una madre abnegada y completamente disponible para nuestra familia”, comenta Maite Egoscozabal, responsable de Investigación Social del Club de Malasmadres y la Asociación Yo No Renuncio.

En línea con el cuento de Herrera, consideran desde MalasMadres que este tipo de actividades son un derecho para todas. “Esos viajes con amigas y escapadas deberían estar subvencionadas por el Estado para nuestra salud mental. Lo decimos en plan humor, pero hay que romper con esa creencia de que si eres madre no puedes irte de viaje o hacer ciertas cosas”, comenta Egoscozabal. “Una de nuestras frases preferidas es entender el autocuidado como un derecho y no como un privilegio”, añade.

Según su visión, si una madre se cuida, eso se va a traducir en un bienestar propio y, en consecuencia, de la propia familia. “Convertirse en una madre abnegada logrará lo contrario, que te sientas frustrada, que veas que tu M de madre está chafando tu M de mujer y que por tanto te sientas mal. Y eso se va a traducir en malestar familiar”, señala.

Para este colectivo, libros como el de Herrera son fundamentales. O lecturas que muestren un modelo de mujer diferente al que hemos aprendido una generación. “Nos hemos criado con cuentos donde la figura de mujer y madre que se representaba tenía más que ver con estas mujeres entregadas a la familia”, afirma. Pero incide en una cosa: “el mejor ejemplo es practicarlo”. “Es fundamental explicar a tus hijos el por qué mamá se va a pasear, con sus amigas, a un concierto o a tomar café. El visibilizar que mamá está cansada, que necesita tumbarse, descansar, estar una hora leyendo un libro porque le apetece. Ese tipo de cosas es también poner un límite y que los niños entiendan que el espacio de desarrollo personal es importante”.

Para Egoscozabal, “el valor del cuidado pasa por entender quién está cuidando y quién cuida al cuidador”. Es decir, “un cuidado recíproco”. “El ejemplo es fundamental, porque es lo que ven los niños y lo que acaba reproduciéndose”, incide. Eso es lo que practica Mariana, la protagonista del cuento, viajando a la montaña con sus amigas de toda la vida. Y como dice su hijo Manu al final: “A partir de ese viaje, nuestra vida cambió: desde que Mamá empezó a tener tiempo libre para hacer las cosas que le gustaban, ya no está siempre agotada, a menudo canta y casi siempre está de muy buen humor”.

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