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España es desde hoy pionera en permisos por nacimiento iguales y pagados al 100%: “Con mi primera hija tuve 15 días, esta vez serán 16 semanas”

Un padre junto a su bebé

Ana Requena Aguilar

31 de diciembre de 2020 21:17 h

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España es desde este 1 de enero el primer país en el mundo en que mujeres y hombres tienen el mismo permiso por nacimiento de hijo, un permiso igual, intransferible y pagado al cien por cien. El 2021 que empieza hoy es el año en el que culmina la reforma de los permisos de paternidad puesta en marcha en marzo del 2019 por el Gobierno. Desde entonces, el permiso de paternidad ha ido aumentando gradualmente hasta las 16 semanas con las que ya se equipara al de la madre. Aunque el cambio es también nominal: se trata ahora de permisos por nacimiento, un término más incluyente, que pone el énfasis en que se trata de permisos por el cuidado de una criatura que nace o que se adopta o acoge, independientemente del sexo de los progenitores.

Un logro “histórico”, dice la socióloga Teresa Jurado, que ha centrado sus investigaciones al mercado laboral, la conciliación y la brecha de género y, especialmente, a los permisos como palanca para la igualdad. España se convierte en pionera porque, aunque otros países tienen permisos (uno o varios) que contemplan más tiempo de cuidado, o bien no están estrictamente equiparados entre progenitores o bien no están remunerados al cien por cien en toda su duración. En Islandia, por ejemplo, que ha sido uno de los modelos de referencia, ambos progenitores, cuando los hay, tienen tres meses cada uno, y luego otros tres meses que solo puede asumir uno de ellos. En la práctica, apunta Teresa, eso hace que el tiempo de cuidado del menor pueda ser más amplio, pero que sean mayoritariamente las madres quien asumen los tres meses extra.

Pero, ¿cómo son entonces los permisos desde hoy? Cada progenitor contará con 16 semanas de permiso, que serán intransferibles. Es decir, se trata de un derecho individual que no puede traspasarse al otro progenitor y que, de no disfrutar, se pierde. De esas 16 semanas, 6 serán obligatorias y deberán cogerse inmediatamente después del nacimiento o la adopción. Las 10 semanas restantes podrán disfrutarse en cualquier momento durante el primer año de vida de la criatura y los progenitores podrán decidir si lo hacen de manera simultánea o se turnan como consideren.

Jonas, de 41 años, es uno de los padres que van a poder cuidar durante 16 semanas a su hija, que nacerá en abril. “Me apetece hacerlo, pero no voy a mentir, sí me preocupa la pérdida de productividad que voy a tener en este tiempo, tengo además un equipo a cargo. Hay retos, pero voy a hacerlo”, admite. Su preocupación es uno de los 'quid' de la cuestión y uno de los motivos por los que la equiparación de permisos se ha considerado clave. En palabras de la socióloga Teresa Jurado, la equiparación hará que la llamada discriminación estadística sobre las mujeres disminuya: “Ya no se esperará que las mujeres se ausenten más que los hombres en el mercado laboral porque los permisos se igualan. Esta discriminación estadística se asigna a cualquier mujer en edad fértil aunque no vaya a tener hijos, simplemente por la mera posibilidad de que los tenga”. Por otro lado, la equiparación busca cambiar el paradigma de los cuidados en el que las mujeres dirigen y los hombres actúan como auxiliares. Un permiso igual e intransferible y que permitirá a los hombres quedarse solos al cargo de su bebé, explica Jurado, potenciará una “masculinidad cuidadora” y combatirá el estereotipo de los hombres como sustentadores económicos, un cambio muy necesario para subvertir los roles tradicionales de género.

Para Jonas, la experiencia de ser padre no es nueva –tiene otra hija de ocho años–, pero sí será nuevo el tiempo disponible para su cuidado. “Entonces tuve quince días de permiso, fue muy corto, un poco ridículo, además entre los trámites, ir a la Seguridad Social...”, recuerda. No obstante, su profesión le permitía entonces tener mucha flexibilidad para poder cuidar durante mañanas o tardes enteras, “aunque a la vez era difícil porque estaba en una fase de mucha presión laboral, así que el primer año fue complicado”. Después del permiso de su pareja, Jonas se quedaba con su hija por la mañana y, por la tarde, con el relevo ya en casa, se iba a trabajar hasta tarde. “Tuvimos mucho apoyo familiar y eso nos ayudó mucho. Me parece muy positivo que ahora vaya a ser igualitario, aunque no me gusta que nos obliguen a coger seis semanas al inicio en bloque, creo que debería estar más en la potestad de cada pareja el cómo repartirlas por si quieres hacer un cuidado más sostenido a lo largo del tiempo”, reflexiona.

Esa es también una de las quejas de la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA), una de las organizaciones que más ha trabajado en los últimos años por la equiparación de los permisos. La PPiiNA habla de dos “trampas” en la redacción del decreto de los permisos que temen desvirtúen su potencial. Por un lado, defienden que solo las dos primeras semanas deberían ser obligatoriamente simultáneas entre ambos progenitores (y no las primeras seis) para favorecer que mujeres y hombres se turnen en el cuidado y amplíen el periodo en el que la criatura puede ser cuidada en casa. Por otro, critican que, para tomar el permiso a tiempo completo, haya que acordarlo con la empresa y no sirva una mera comunicación.

¿Qué sabemos hasta ahora de su uso?

Los estudios hechos hasta ahora han tomado como referencia los periodos en los que los permisos fueron de menor duración, de cuatro u ocho semanas. Faltan, además, datos detallados sobre su uso. Según una investigación de Jurado y su equipo, hasta un 80% de los padres asalariados cogen sus permisos, aunque no sabemos durante cuántas semanas. Aunque hace un par de años detectaron que los hombres con contrato indefinido tendían a cogerlos más que los que tenían un contrato temporal; y los trabajadores con estudios universitarios más que los que tenían estudios medios, entre otras variables, la profesora asegura que paulatinamente “las brechas de uso se están cerrando”.

Raúl es profesor, tiene 39 años y una hija que nació en mayo. Su permiso, a las puertas de la equiparación, ha sido de doce semanas. Las primeras seis fueron, tal y como marca la norma, inmediatamente tras el nacimiento. Después, dadas las circunstancias, decidió esperar para continuar con el permiso más adelante. “Como había teletrabajo y además podía juntarlo luego con las vacaciones, decidí esperar a septiembre para ver cómo empezábamos las clases presenciales. Ahora que ya he visto cómo ha sido el primer trimestre en el cole voy a coger el resto permiso entre enero y marzo”, explica. Desde que su pareja se incorporó al trabajo, Raúl ya se ha quedado solo al cargo de su hija durante mañanas o tardes completas, pero será en enero cuando ejerza como cabeza de familia cuidador.

Para este profesor, un permiso amplio es fundamental, tanto “para crear un vínculo afectivo con la niña” como para poder encargarse “de las muchísimas tareas que supone y que son muy absorbentes”. Sus referentes, su padre o tíos, apenas tuvieron unos días de permiso. “En ese sentido me siento afortunado. Claro que se te abre un mundo nuevo en el que hay algunas inseguridades pero también te ves capaz de hacer cosas que no pensabas que podías hacer. También soy afortunado porque trabajo en un buen sitio, hay mucha comprensión y me voy muy tranquilo al permiso”.

Pero, ¿y si la equiparación de permisos tuviera también efectos no esperados? Un estudio de las economistas Libertad González y Lídia Farré indagó en el impacto que la primera ampliación del permiso de paternidad tuvo en las parejas y en sus posteriores decisiones sobre tener más hijos. Sus averiguaciones mostraron que las parejas que habían tenido acceso al permiso ampliado tardarón más en tener el segundo o bien no lo tuvieron respecto a las parejas que no habían podido coger el nuevo permiso (se trataba de familias con características muy similares). Las economistas valoraron dos hipótesis, acordes con los datos que tenían sobre la mesa.

Una: la ampliación del permiso había aumentado la participación de los hombres en el cuidado y eso favorecía la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo, algo que podía afectar al “coste de oportunidad” de tener otro hijo. Las cifras mostraban que, efectivamente, los padres con permiso más amplio tendían a dedicar más tiempo al cuidado de sus hijos tres años después y que las madres tenían menos probabilidades de encontrarse en excedencia que quienes habían accedido a bajas más escasas.

Pero las economistas plantean también otra hipótesis: que haber pasado dos semanas en casa con un recién nacido podría haber afectado a las preferencias de los padres sobre el número total de hijos que desean tener, tal y como mostraba el Eurobarómetro por aquel entonces. Mientras que el número deseado de hijos por los hombres caía significativamente, el de las mujeres aumentaba un poco. “Una primera posibilidad sería que las dos semanas con el bebé actuaran como un ”shock“ de información, de manera que el padre percibiría de manera directa los costes de criar a un recién nacido, y esto le podría hacer revisar sus preferencias sobre fecundidad futura. La segunda posibilidad sería que al pasar más tiempo con su hijo, los padres se inclinaran hacia invertir más tiempo y recursos en el hijo ya nacido, en lugar de tener más hijos”, concluían las economistas.

Habrá que esperar un tiempo para conocer datos que hablen de cómo ha evolucionado el uso del permiso ahora que se equipara al de maternidad y del impacto de la medida sobre la conciliación, la igualdad, los roles de género y, también, la fertilidad.

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