Natalia tiene 37, una hija de siete años y, desde el año pasado, un acuerdo amistoso de custodia compartida con su expareja, un hombre unos años mayor que ella. Una vez tomada la decisión de separarse, la custodia compartida vino sola: “Se dio por hecho desde el principio y se asumió así porque ya teníamos compartido prácticamente todo, quitando la carga mental, que la asumía yo. La logística con la niña ya nos la dividamos por días de la semana. Si uno tenía una reunión de trabajo en los días que le tocaba ser responsable principal de los cuidados intentaba cambiarla, por ejemplo. Así que fue sencillo, los dos estábamos criando, ya teníamos la labor muy hecha”.
El caso de su familia, lejos de ser la excepción, es ya una realidad que va consolidándose en España. Las separaciones y divorcios de parejas de diferente sexo en las que se opta por la custodia compartida se han más que duplicado en los últimos siete años. En 2013 suponían el 18% de los casos. Siete años después, en 2020, eran ya el 41%. El crecimiento de esta fórmula se ha hecho, fundamentalmente, en detrimento de las custodias completas para las madres, aunque estas siguen siendo mayoritarias: en 2013 ellas asumían el 76% de las nuevas custodias, mientras que el año pasado bajaron al 55%.
“Es un indicador de que estamos avanzando en igualdad en los cuidados, de que los hombres están incorporándose al cuidado y están asumiendo esa responsabilidad, seguramente porque ya lo hacían durante la relación. Forma parte de un proceso general y bastante rápido –en comparación con otras épocas o con otros países– que estamos viviendo de incorporación de los hombres a estas tareas. Es lento si comparamos su ritmo de incorporación con el de las mujeres a la actividad laboral: los hombres van mucho más rezagados”, explica la socióloga Constanza Tobío.
Forma parte de un proceso general y bastante rápido –en comparación con otras épocas– que estamos viviendo de incorporación de los hombres a los cuidados. Es lento si comparamos su ritmo de incorporación con el de las mujeres a la actividad laboral.
Esa transformación social tiene que ver con varios factores: con el impulso a políticas como los permisos de paternidad, con el cambio respecto a la maternidad y el empleo que hay en las generaciones de mujeres que están teniendo hijos, pero también con cómo los hombres más jóvenes conciben la paternidad. Aunque también con un modelo imposible, “el de un mundo laboral tan exigente que hace imposible estar a pleno rendimiento si te dedicas por completo a los cuidados”, señala Tobío. Los permisos de paternidad fueron incrementándose año a año desde 2019 hasta llegar a la equiparación total con los de maternidad este mismo año. Y ambos cambiaron de nombre: ahora son permisos por nacimiento.
Los hijos no son solo de las madres
“Hay un cambio cultural”, apunta el sociólogo Paco Abril, dedicado al proyecto MenInCare para investigar y mejorar las condiciones para que los hombres adopten roles de cuidados en varios países europeos. Esa transformación pasa, asegura, por un cambio en los hombres respecto al modelo de paternidad que quieren. “No quieren ser como sus padres, quieren ser padres implicados, comprometidos. Lo que vemos en las encuestas que hacemos es que quieren trabajar menos e implicarse más en los cuidados, pero no siempre es fácil. Hay muchas barreras por la asunción de roles y la naturalización de los cuidados asociada a lo femenino”, señala. También hay “barreras de oportunidad” que tienen que ver con la desigualdad laboral: quien gana menos suele asumir más cuidados o más flexibilidad laboral porque es menos costoso para la unidad familiar y esas tienden a ser las mujeres.
Las mujeres se están despojando de esa responsabilidad excesiva y también de esa idea implícita de que las madres son las que saben cuidar y que los hombres pueden ayudar pero no cuidar bien
El cambio también pasa por ellas. “Se ha roto el estereotipo de que los hijos son de las madres y son ellas las que de manera natural cuidan. Hay un cambio de voluntad en hombres y en mujeres, y una idea más extendida de que compartir la custodia es bueno”, dice Abril. Constanza Tobío es de la misma opinión, porque la custodia compartida certifica que las mujeres ya no tienen que ser “las cuidadoras principales”: “Los cuidados atentaban contra la idea de masculinidad, pero también había una desconfianza y un recelo hacia ellos como cuidadores. Al mismo tiempo teníamos la idea de que las que cuidan eran las madres. Las mujeres se están despojando de esa responsabilidad excesiva y también de esa idea implícita de que las madres son las que saben cuidar y que los hombres pueden ayudar pero no cuidar bien”.
Para ellos los cuidados ya no son solo una responsabilidad subsidiaria, sino una responsabilidad propia, señalan las expertas. Para las mujeres, la independencia económica y el intento de tener una carrera propia ya no es una posibilidad, sino una idea consolidada. Los datos, sin embargo, siguen mostrando un reparto de cuidados que mejora lentamente, pero que sigue siendo muy desproporcionado. Por ejemplo, el 87% de las excedencias laborales que se solicitaron por este motivo en 2021 fueron pedidas por mujeres. Otro dato: el 93% de las personas inactivas que no buscaron empleo el año pasado por dedicarse al cuidado de niños, enfermos o dependientes fueron mujeres.
Contra la imposición
“No es igual separarse con custodia compartida o entera. Cuando la asumes entera, por mucho que haya una compensación económica, es muy complicado compensar a largo plazo las renuncias profesionales y personales. No hay dinero que compense los cuidados infinitos. La compartida te permite tener una relación más estrecha con tus hijos. Pero es que, además, yo me separo para tener mis espacios y mi independencia, si me separo y me quedo con la custodia completa hubiera sido aún peor”, prosigue Natalia. A su alrededor también ve, no obstante, parejas con custodia compartida en las que él no se ha responsabilizado de los cuidados. “Los hombres tienen que ponerse las pilas en muchas cosas. Desde luego, si yo me separara de una persona que no ha contribuido de manera similar, seguramente no vería esta modalidad con los mismos ojos”.
Esa es una de las reticencias de algunas organizaciones, que alertan de que la custodia compartida es una buen fórmula cuando es acordada por las partes, pero un riesgo cuando pretende imponerse como preferente. La vicepresidenta de abogadas Themis, Altamira Gonzalo, explica que la cautela deriva de la experiencia que acumulan en los juicios. “Cuando se pacta, bien, quién mejor que los progenitores para saber qué es mejor. Pero obligar a hacerlo no suele tener buen pronóstico, pueden salir perjudicados los menores, que muchas veces son instrumentalizados en las rupturas no civilizadas”, explica. Gonzalo alude a las cifras que muestran el reparto desigual de los cuidados como muestra de que cada caso debe ser valorado individualmente.
La vicepresidenta de Themis recuerda que detrás de muchos procesos de ruptura que llegan a los juzgados hay situaciones “de violencia de género no denunciadas”, una situación ampliamente señalada por expertas y organismos, lo que refuerza la cautela frente a las custodias compartidas automáticas en caso de conflicto.
Para el investigador Paco Abril hay que ser conscientes de que la gestión puede ser compleja si no se mira por el bienestar de las criaturas: “Si la pareja lo lleva bien y las condiciones son buenas es positivo, es un cambio social hacia una mayor igualdad. Pero no hay que olvidar que hay hombres que fuerzan el tema para no pagar pensiones, o que asumen que los jueces van a favorecer a las mujeres y actúan simplemente por eso”. Constaza Tobío recuerda que cuando comenzó la custodia compartida había reticencias y “cierto oportunismo” en su utilización por parte de algunos hombres, aunque cree que va difuminándose. Los juzgados, prosigue, deben pedir información para saber si esos padres ya cuidaban antes de la separación.
El intento de algunas comunidades autónomas con competencia en materia de derecho civil de regular la custodia compartida como preferente no ha cuajado. Aunque en Aragón se introdujo como tal, el año pasado el parlamento autonómico volvió a eliminar la palabra “preferente” a iniciativa de todos los grupos progresistas. En el caso de la Comunitat Valenciana, que también la reguló de esta manera, fue el Tribunal Constitucional el que la consideró inconstitucional. El Supremo, sin embargo, sí ha emitido varias sentencias en las que refuerza la custodia compartida como fórmula preferente.
Lo que falta es que el mundo del empleo remunerado se dé cuenta de que no puede exigir ni a mujeres ni a hombres que estén con una disponibilidad al 100% porque tienen otras responsabilidades
La socióloga Constanza Tobío pone tarea para seguir avanzando: “Lo que falta es que el mundo del empleo remunerado se dé cuenta de que no puede exigir ni a mujeres ni a hombres que estén con una disponibilidad al 100%, porque tienen otras responsabilidades que tienen tanta importancia para la sociedad como su actividad laboral. Es el paso que hay que dar ahora, terminar con esa doble jornada tan tremenda imposible de vivir”.