“Apreté con fuerza porque no había otra manera de sacarme a ese cabrón de dentro (..) Al empujar con todas mis fuerzas, por un momento sentí lo mismo que con mi segundo hijo: creía que me moría. Entonces nació (...) Me quedé de pie junto a la ventana un largo rato, contemplando la noche, todavía derramando sangre entre mis piernas. Abrumada por mi propia fuerza, lloraba y reía. Sentí que nunca había deseado otra cosa en la vida que ser madre y juré que nunca más tendría otro hijo”. Es uno de los pasajes más poderosos de 'El nudo materno', un clásico de la escritura memorialística escrito por una histórica feminista norteamericana, Jane Lazarre, que la editorial 'Las afueras' ha traducido por primera vez al castellano.
El libro de Lazarre, escrito en 1976, conecta, sin embargo, con la experiencia actual. La autora describe la ambivalencia que caracteriza a la maternidad de forma descarnada y hace ensayo de lo cotidiano. El encuentro con la propia madre, la crisis con la pareja, la soledad, la desesperación, la lucha entre el cuidado y el tiempo propio, la ternura. Como pareja de un hombre negro y de dos niños mestizos, la maternidad, recuerda, la obligó a aprender mucho sobre la raza y la segregación. “Ahora ya es más fácil poner la experiencia de la maternidad en la literatura seria. Cuando tuve a mi hijo nadie que fuera madre escribía sobre ello, ¡eran los hombres quienes lo hacían!”, cuenta Lazarre, que recuerda cómo las librerías colocaban sus ejemplares en el apartado de crianza y no en literatura.
Escribió este libro hace cuarenta años y, sin embargo, es un texto sobre maternidad y cuidados absolutamente vigente y con el que es fácil sentirse identificada. ¿Cómo es posible que mujeres jóvenes, que nos hemos convertido en madres décadas después que usted, en contextos sociales distintos, nos sintamos tan apeladas por su libro?
Lo primero que puedo decir es que estoy maravillada y sorprendida de alguna manera, pero no tanto por los contextos diferentes. Creo que hay muchos problemas con las expectativas y frustraciones alrededor de la maternidad y que eso es algo que tenemos en común las mujeres de tu generación y las de la mía. Creo que tenemos mucho en común entre nosotras, queremos ser madres pero también queremos trabajar y queremos tener tiempo para nosotras, especialmente para escribir. Así que esa parte no me sorprende mucho, creo que seguimos viviendo en una sociedad patriarcal. En mi país, las principales instituciones siguen controladas por hombres, especialmente por hombres blancos, y no hay mucho apoyo, no el que debería, hacia algunos asuntos.
Así que cuarenta años después, seguimos teniendo los mismos problemas y conflictos.
Parte de los conflictos, aunque quizá no estés de acuerdo, son internos, psicológicos. Mujeres como tú o como yo he sido, que escribimos o que somos artistas o profesionales, que queremos continuar nuestros trabajos pero también queremos tener hijos no es ya solo que no tengamos suficiente apoyo externo, social, sino que no estamos realmente preparadas para la transformación vital que supone estar embarazadas, parir, tener una criatura y cuidar intensamente. Por un lado, tienes una responsabilidad total respecto a otra persona, por otro lado, te sientes tan unida y apegada a esa vida de una manera diferente a cualquier otro apego o amor que hayas podido sentir.
Así que hay un sentimiento de es mío o no es mío, soy yo o no soy yo. Mis hijos tienen ahora cuarenta años y sigo sintiéndome así respecto a ellos. Es un apego, una sensación que no termina. Todos estos momentos, cuando le dejas por primera vez al cuidado de alguien, cuando va a la escuela… son momentos de transformación y creo que no hay mucha comprensión de que a lo que enfrentas cuando te conviertes en madre es a una crisis vital.
¿Cree que las expectativas sobre qué es o debe ser una madre han cambiado en estas décadas?
Son probablemente similares. Se supone que tienes que ser completamente desinteresada, se supone que tienes que saber por instinto qué hacer. La idea del instinto maternal me parece problemática, esa idea de que se supone que por instinto sabrás qué hacer, porque especialmente con un niño pequeño es difícil saber qué hacer, yo no tenía ni idea.
“Nos estremeceremos de frío al saludarnos y comentaremos algo acerca del tiempo o del bebé, pero sobre nuestros maridos no diremos absolutamente nada”. En su libro habla también de las dificultades que atraviesa una pareja cuando llegan los hijos y de la capa de silencio que se forma entorno a estos problemas, ¿por qué sigue siendo complicado hablar, compartir, estos sentimientos y conflictos?
Una de las fuerzas más poderosas y negativas de la maternidad es la culpa. Sientes tan dentro que se supone que tienes que saber como enfrentar todo y te sientes tan exhausta, si encima tu hijo no duerme y necesitas dormir, estás cansada del parto, hay un conflicto con tu cuerpo, porque ha cambiado dramáticamente, tu sexualidad está cambiando, no es que haya acabado para siempre pero está en crisis… creo que aún hoy es difícil hablar en alto de todos estos sentimientos. Los pequeños grupos de mujeres que son madres y que se reúnen periódicamente pueden servir para conocerse y hablar de lo malo y las culpas.
¿Esa culpa es inherente a la maternidad o es inherente al sistema en que vivimos y a ser madre en él?
Diría que tiene más que ver con el sistema. Si hubiera historias más honestas sobre lo que significa esa completa transformación, las mujeres se sentirían menos culpables. La culpa no sería tan poderosa si pudiéramos comprender que no es solo un asunto personal, sino que es intrínseca a esta experiencia.
Es como si la maternidad viniera con un mandato de silencio, es como si la sociedad esperara de nosotras que no habláramos de lo malo. Vivimos en la era del #MeToo, ¿es hora también de de romper el silencio sobre la maternidad?
Sería maravilloso, pero una de las dificultades de romper ese silencio, y es algo que me sigue pasando a mí misma, es el miedo a herir a tus hijos, que no han hecho nada, excepto ser bebés y niños. Cuando leo mi libro ahora digo 'ay dios mío, ¿y si lo leen ellos?' Así que antes de venir a España les pregunté si alguna vez lo habían leído. Me dijeron que sí y les respondí que esperaba no haber herido sus sentimientos cuando hablo tan fieramente en algunos pasajes. Me dijeron que no. Uno de ellos es padre y el otro trabaja con niños, así que creo que comprenden. Tienes miedo también de tus propios sentimientos, porque incluyen ira, impaciencia, a veces algunas mujeres llegan a decir ojalá no lo hubiera hecho', o 'me equivoqué', incluso aunque se sientan muy apegada a sus hijos.
Aquí en España, el Gobierno y Unidos Podemos han pactado aprobar permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles. En general, se ha tomado como una medida clave para avanzar en la igualdad, pero también hay grupos, especialmente de mujeres, que demandan más permiso para las madres, ¿qué opina?iguales e intransferibles
Entiendo entonces que tendrán un Gobierno progresista. No solo por mi propia experiencia como madre sino por mi formación como antropóloga puedo decir que hay estudios muy interesantes que muestran que en las sociedades donde las mujeres y hombres comparten el cuidado de los hijos es donde se encuentran los niveles más altos de liberación de las mujeres. Así que cuando una mujer llega a un embarazo, parto y primer postparto, necesita apoyo porque obviamente los hombres no experimentan nada de eso. Pero si más allá de esos momentos, los hombres pueden compartir los cuidados, creo que será mejor para los niños, para las mujeres y definitivamente mejor para las hombres, porque esto les hará más maternales y femeninos en el sentido de lo que suele entender como tal.
La lactancia materna es un asunto con capacidad de generar polémica, también dentro del feminismo. Por un lado, hay una queja de la presión social que existe para que las mujeres den el pecho y de cómo la lactancia puede estar usándose para clasificar a las buenas y malas madres; pero por otro también hay quejas de la falta de apoyo efectivo para que las mujeres que quieran puedan dar el pecho.
Es lo mismo que cuando yo di a luz. Entonces era el comienzo de La Liga de la Leche y había una presión tremenda para dar el pecho y muchas de mis amigas lo hicieron durante un año. Yo solo lo hice durante tres meses, porque si das la teta vas a estar más constreñida, no puedes compartir tanto con el padre. Es realmente una decisión muy personal. En Nueva York por ejemplo no ves a muchas mujeres dando el pecho en sitios públicos y eso es un problema. Hay una parte de la lactancia que puede ser muy satisfactoria, pero también me sentí muy liberada cuando lo dejé. Pude dejar a mis hijos con otra gente, podía estar fuera durante seis horas, y no penar que solo tenía dos o tres horas libres.
Estamos viviendo un auge de la defensa del derecho a la lactancia natural, también del cuidado en casa, y hay quien critica los enfoques excesivamente centrados en el empleo remunerado. ¿Es una reacción que busca retrotraernos al pasado o un intento por poner la crianza en el centro?
Es muy buena pregunta. No sé qué piensas tú como madre joven pero, lo primero de todo, pienso que las madres son muy diferentes entre sí, no todas somos un tipo de persona, así que depende realmente del tipo de persona que seas, de si eres más feliz trabajando fuera de casa, de si eres feliz estando fuera de casa unas horas y volviendo, o de las mujeres que son más felices si se les permite cuidar a tiempo completo a sus hijos por un año. Hace mucho el feminismo se planteó incluso si esas mujeres deberían ser remuneradas por ello.
¿Tiene que ver también con las oportunidades más escasas que tienen las mujeres en el mercado laboral, las penalizaciones que sufrimos, la precariedad...?
Sí, por ejemplo para las mujeres que tienen trabajos poco cualificados, de poco nivel, o para las que tienen hijos pequeños y que les gusta su trabajo, pero que no les pagan lo suficiente para dar a sus hijos un cuidado externo de calidad, y quizá no tengan marido o no tienen familia que les eche una mano. Así que todas estas situaciones solo se solucionarán en una sociedad que esté diseñada para dar valor a madres e hijos.
¿Y cree que este capitalismo que vivimos es compatible con eso, con esa sociedad que valore y apoye los cuidados?
Probablemente no. Porque todo, incluido ser escritora o ser madre, está basado en el beneficio. Esa idea limita la posibilidad de dar apoyo a las mujeres que tienen hijos. Creo que ese tipo de apoyo se daría en una sociedad socialista. Me parecen importante, por ejemplo, los centros colectivos de cuidados. Deberían ser sitios pequeños, te acercan a otras madres, compartes los cuidados...
Me encanta su último capítulo, en el que representa una especie de batalla dialéctica entre dos mujeres, y las dos son usted: una nota la necesidad de tener otro hijo, la otra no y teme que tenerlo mate definitivamente su energía y su creatividad. ¿Qué me diría si le digo que podría ser esa mujer dividida en dos?
No sé qué aconsejaría, pero puedo contarte mi experiencia. Estoy muy unida a mi hijo pequeño, a los dos, pero fue más fácil para mí que el mayor. No como bebé, que también fue complicado, sino como niño. Puede que no sea más fácil para otras personas, pero para mí lo fue y estoy muy agradecida por ello. Creo que lo fue porque, y esto va a sonar un poco raro, era menos independiente, me necesitaba más. El mayor era más independiente y eso era genial en cierto sentido, pero también me gustó la cercanía que tuve con el otro.
Por otro parte, yo no quería realmente un segundo hijo, pero cuando mi hijo mayor tenía como dos años mi padre murió. Yo estaba muy triste, un luto que hice con mi hermana, por habernos quedado solas, sin padres. En ese punto pensé que quería que mi hijo tuviera una hermana, así que pensé en tener un segundo hijo por esa razón. Pero fue un tiempo muy duro para mi marido y para mí. Sabíamos que los primeros años iban a ser muy duros, ya lo habían sido con el primer niño, así que sabíamos que iba a volver a ser duro. Nos llevó un tiempo tomar la decisión.