“Mi ratoncita estaba allí quieta, como una osa silenciosa en hibernación. Tuvieron que sacármela”. Son las palabras con las que la artista Paula Bonet nombra su aborto. En un año sufrió dos pérdidas gestacionales y del silencio de la primera vez pasó al grito público. Con un post en Instagram y con un artículo en eldiario.es rompió un silencio, el de los abortos espontáneos. Lo que comenzó en redes y medios se convirtió en un libro: 'Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión' (Literatura Random House). Textos y dibujos que buscan conformar un léxico para hablar de lo que nos sucede a las mujeres y queda en el lado oculto de la realidad. “No es un libro que busca consuelo, es un libro que busca nombrar, contar”, dice.
¿Por qué decidió compartir en Instagram esa foto, en el ascensor mostrando su barriga, y ese texto en el que hablaba de que acababa de sufrir un aborto espontáneo?
Quería que fuera evidente que necesitaba contarlo, y sabía que si lo rodeaba de florituras el mensaje no llegaría. Para mí era importante porque era la primera vez que me saltaba esa línea de mostrar la intimidad sin ningún filtro artístico. Me pareció que era la manera más directa y acertada de comunicar algo tan grave. Normalmente las fotos que vemos de embarazadas son maravillosas, nos muestran una maternidad que es irreal, se nos vende el embarazo de un modo edulcorado, cursi y alejado de la realidad. Por eso pensé que también tenía que mostrar esa cara del embarazo. Tenía un cuerpo de embarazada, contenía un embrión muerto y en pocos días empezaba la promoción de un libro y me iba a ver expuesta en los medios y yo representaba lo que el contexto rechaza. Pensé en ponerme ropa más ancha y luego dije 'no me da la gana', tengo que poder convivir con este cuerpo porque es mi cuerpo y tengo todo el derecho a quererlo y a que me recuerde lo que acaba de suceder. No quiero no poder vivir este duelo.
Era su segundo aborto en unos meses...
Lo hice porque era la segunda vez que pasaba. La primera vez me callé, formé parte de ese silencio social. La segunda, por un lado, lo estaba gestionando mucho mejor, me habían dado la noticia, sabía lo que me esperaba y no me parecía tan grave. Por otro lado, quería poderme permitirme vivir el duelo. Si no lo nombraba, no estaba siendo coherente con mi discurso porque llevo estos años poniendo sobre altares a autoras que han tratado tabúes y que gracias a ellas yo me entiendo mejor conmigo misma y con el contexto.
En menos de un año pasó de un duelo en silencio a todo lo contrario. ¿Se dio cuenta de que ese silencio no le había ayudado?, ¿se rebeló contra él, contra el entorno?
Los meses que se sucedieron después del primer aborto entre en shock. Te culpas, piensas que tú tienes la tara, que has actuado mal, que has empezado mal esto de la maternidad porque has salido, por ejemplo. Yo hago grabado, inhalo ácidos y aguarrás. Todo tu contexto también te culpa, acabas siendo culpable, intentando gestionar esta tara porque tu cuerpo no ha podido hacer algo que parece que es lo que ha venido a hacer a este mundo. Parece que si no eres madre no eres lo bastante mujer, ya está bien de unir de feminidad y maternidad de esta manera. Fue un cúmulo de cosas que me hizo no estar cómoda con todo lo que estaba viviendo. Fue también saber que había estado viviendo en la ignorancia porque en un 25% de los casos a partir de los 36 años sufrirás un aborto.
¿Ignorancia sobre el cuerpo y los propios procesos?
Hasta que no decidí quedarme embarazada había partes de mi cuerpo que no sabía cómo funcionaban. Me explicaron una cosa en el colegio y nadie me contó más y no sucedió nada que a mí me impulsara a buscar más. Porque nada de lo que nos sucede a las mujeres aparece casi en ningún sitio. Mi formación intelectual y emocional partía de la experiencia masculina, así que fue el momento también en que busqué mujeres que se narraran. Me dije que no iba a permitir que el contexto me impidiera nombrar a quien iba a ser mi hijo o mi hija. Te encuentras en situaciones surrealistas, tú quieres hablar del tema pero la gente lo evita. Los duelos por las pérdidas gestacionales están prohibidos socialmente. Además no tienes las herramientas para enfrentarte a ellos, tú misma te pliegas a pensar que es mejor no vivirlo.
¿Cómo es esa reconciliación con el cuerpo cuando has estado embarazada pero no hay bebé después?
Echo de menos historias de mujeres que me hablen sobre esto. No tenemos la experiencia y además estamos en un contexto en el que a las mujeres se nos bombardea con imágenes y modelos imposibles. Si ya cuando no estás embarazada te cuesta abrazarte, cómo es esa relación con el cuerpo cuando ni te reconoces en el espejo. Mientras estaba gestando era como si mi cuerpo no me perteneciera, aquel era solo un lugar al que no le podía llegar ningún tipo de agresión.
¿Vivimos en un entorno que nos hace pensar el embarazo como algo casi enfermizo? Parece que las mujeres recibimos más mensajes sobre los posibles riesgos de lo que hacemos o comemos que mensajes sobre nuestra capacidad para gestar o parir... Parece que todo sea una amenaza.
La responsabilidad y la culpa está focalizada en nosotras. En el caso de los abortos espontáneos, hasta la tercera ocasión no se pone el foco en el hombre. Eso es gravísimo, quizá si después de un aborto espontánea empezáramos a ver qué pasa nos evitaríamos dos mas. En mi caso, creo que a pesar del dolor ha sido una experiencia importante en mi vida, que volvería a vivir. Me ha puesto en un lugar mucho más interesante, a nivel intelectual sobre todo, también de relación con el contexto, de búsqueda. Después de esto sé que me estoy haciendo la pregunta correcta, y que hasta este momento no me la estaba haciendo.
¿Y cuál es la pregunta correcta?
Como dice Lina Meruane, la pregunta no es cuántos hijos quieres tener sino si quieres ser madre. Por eso sé que ahora me hago la pregunta correcta, dos años más tarde después de querer quedarme embaraza. Yo decidí ser madre porque tenia 36, pensé que la fertilidad iba a bajar en picado, era una lucha contra el tiempo, también contagiada porque mi entorno estaba gestando y pariendo. Estaba tomando una decisión con urgencia, que es lo peor que se puede hacer. Ahora, a pesar de que ahora voy a cumplir 38, estoy mucho más serena con este tema.
Entonces, ¿este proceso le ha hecho replantearse su decisión de ser madre?
Está todo en duda. Primero, he entendido que no tenemos que hablar de maternidad, sino de maternidades, y después he entendido como querría que fuera mi maternidad si es que soy madre y he puesto en duda el hecho de querer ser madre. Es mucho menos doloroso que esa lucha contra el tiempo. También me ha llevado a ser más crítica, como con los vientre de alquiler.
Su relato y el de otras mujeres que se han lanzado a hablar públicamente sobre las pérdidas gestacionales ha provocado muchas reacciones. Mucha gente se ha animado a compartir su historia o se ha interesado por ellas. ¿Se le ha acercado mucha gente?, ¿qué reacción encuentra?
Una de las cosas que más me ha sorprendido es la cantidad de gente que se acerca, también hombres. Me ha sorprendido la necesidad de hablar y como los hombres también entienden que tienen que formar parte de ese discurso. Hombres que perdieron hijos durante la gestación o a los pocos días de nacer y que se acercan también para dar las gracias porque lo habían borrado de su cabeza y esto les ha hecho sacarlo. También muchos hombres y mujeres que se dedican a acompañar en estas pérdidas vienen a las presentaciones y agradecen también que se hable de esto y de que su trabajo existe.
¿En qué momento diría que está ahora?
Me ha influido de forma muy positiva, me está devolviendo a la esencia de la pintura, alejándome de cualquier encorsetamiento, me está devolviendo al diálogo con la materia, a no querer repetir nada que sepa cómo funciona. Estoy llegando a lugares que para mí son muy interesantes, para mí la pintura es un lugar íntimo de crecimiento personal. Algo que no podía teorizar, lo he sacado pintando. Cuando me pasó empecé a pintar embriones y embriones. Al principio sanos, luego ya me di cuenta de que así no podía superar lo que había pasado, empecé con las malformaciones.
En los últimos meses también se ha pronunciado públicamente sobre la violencia machista, compartido experiencias personales y sufrido también ataques por ello. Es como si hubiera decidido romper el silencio de todo y sobre todo.
Llevaba mucho tiempo callada y con mucho miedo, y me di cuenta de que no tenía que estar ni callada ni con miedo. Es precioso esto que está sucediendo, estamos creando entre todas algo muy sólido, estamos llegando a conclusiones a las que solas no habríamos llegado nunca.