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ENTREVISTA PERIODISTA

Júlia Bacardit: “Si eres una donante de óvulos que se arrepiente durante el proceso te amenazan con hacerte pagar el tratamiento”

Júlia Bacardit, autora de 'El precio de ser madre'

Rocío Niebla

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La periodista Júlia Bacardit publica El precio de ser madre (Editorial Apostroph, 2021), una investigación periodística sobre la donación de óvulos, el sufrimiento y las secuelas de las donantes, los beneficios económicos de una acaudalada industria por la alta demanda de tratamientos de fertilidad, así como los agujeros de la legistación sobre la cuestión. El precio de ser madre aporta datos, testimonios de una buena cantidad de profesionales, donantes y personas que reciben estos tratamientos, así como reflexiones sobre cómo mejorar los procesos y la transparencia en los datos, y a su vez, volver a plantearse qué es y conlleva la maternidad, la obsesión y el estrés por quedarse embarazada y el trato médico (y medicalizado) de nuestros cuerpos. 

Una paradoja de nuestro tiempo es el empleo de anticonceptivos a lo largo de la vida fértil y la necesidad de tratamientos reproductivos cuando las mujeres quieren quedarse embarazadas. ¿Por qué este desequilibrio?

En parte este desequilibrio viene dado por la liberación de la mujer, que puede mantener relaciones sexuales sin miedo al embarazo y tener un control sobre la cantidad de hijos que quiere tener. La pastilla anticonceptiva supuso una liberación sexual clave para las mujeres y de paso también para los hombres. Pero la liberación sexual no acabó con el deseo de maternidad, aunque se quiera ser madre más tarde, y esta tensión se ha exacerbado en el capitalismo tardío: el mundo laboral y las estructuras familiares son más inestables, y también la ambición profesional de muchas mujeres es mayor.

España es líder en reproducción asistida. Usted señala que hay una flexibilidad legal que (por ejemplo) beneficia que haya gran volumen de turismo reproductivo. ¿En qué consiste? 

En primer lugar, en España la donación de óvulos (y de esperma) es anónima, lo que implica que las personas que quiera donar puedan hacerlo a sabiendas de que nadie les reclamará nada: la protección del anonimato incentiva las donaciones, porque si la donación viene, como en Nueva Zelanda, con nombres y apellidos pasados dieciocho años de la donación (cuando los hijos nacidos de sus gametos hayan alcanzado la mayoría de edad) la gente dona menos. En segundo lugar, aquí se permite formar más embriones de los que son estrictamente necesarios, hecho que por ejemplo en Alemania está prohibido por motivos éticos; sin embargo, más embriones creados implica mayores posibilidades de éxito, y aquí entiendo por éxito lograr un embarazo. 

Leemos uno de los testimonios que recoge en su libro: “La primera vez que doné trabajaba de esteticista, la segunda vez en un Burger King y la tercera en un área de descanso”. La precariedad y pobreza de las personas que donan es un hecho. ¿Las mujeres donan y las clínicas privadas se enriquecen?

Sí, la tónica general es esta. Esta donante que mencionas no se arrepentía de sus donaciones, y de hecho admitía que lo hizo por dinero y también en parte por altruismo. Era una chica muy joven cuando donó por primera vez, y donó tres veces bastante seguidas entre sí, lo cual no es muy aconsejable. 

Cuenta que la mayoría de mujeres que son aceptadas como donantes son caucásicas, ¿por qué?

Las donaciones de óvulos se hacen en base al fenotipo. Si eres rubia de ojos marrones el o la médico te buscará una donante anónima con tu mismo color de piel, de ojos y de pelo. Así se garantiza que los niños nacidos de ovodonación se parecen a la mujer que los ha gestado aunque ésta no comparta genética con ellos (una madre con óvulos donados es madre biológica, porque ha gestado, pero no es madre genética). Las donantes caucásicas son las preferidas de las clínicas porque la mayoría de mujeres que quieren ser madres y no pueden serlo son caucásicas.

Por un lado, las europeas no caucásicas que quieren ser madres y no pueden son minoría en el continente, y en general tienen menos acceso a los tratamientos de reproducción asistida: son más pobres y los tratamientos de reproducción asistida con óvulos donados no son públicos (a diferencia de las inseminaciones artificiales y las FIV con óvulos propias, cubiertas de manera parcial en la Sanidad pública española). Hay excepciones: algunas mujeres del Norte de África son clientas de clínicas españolas, por ejemplo. Me llamó mucho la atención, porque en los informe del FIVCat siempre aparecía una pequeña cifra de mujeres receptoras extranjeras con bajo nivel de estudios y procedentes del Magreb. 

¿Cómo es el tratamiento para donar? 

El tratamiento para donar consiste en unos 7 o 10 días de pincharse en casa, pinchadas cutáneas para estimular los ovarios. Tras esto la donante acude a la clínica, donde van a hacerle ecografías para ver la evolución de sus ovocitos y el ritmo de crecimiento. Cuando los óvulos aparecen suficientemente maduros se procede a preparar el cuerpo con otros medicamentos para proceder a la punción y extracción de dichos óvulos. Si eres una donante que se arrepiente durante el proceso te amenazan con hacerte pagar por el tratamiento, porque renunciar a finalizar el proceso implica un incumplimiento de contrato y porque las sustancias que tienes que pincharte y las ecografías tienen un coste que como donante no pagas (porque lo paga tu receptora, en cierto modo).

Lo que te dicen los médicos en estos casos es que la receptora (a la que no conoces ni ella a ti) está esperando, porque las dos mujeres inician procesos de hormonazión que son distintos (el de las receptoras es mucho más suave, solo para preparar el útero) pero que deben hacerse a la vez, para sincronizar el cuerpo de las dos mujeres. 

¿Qué es la estimulación ovárica y qué peligros conlleva? ¿Qué es el síndrome de hiperestimulación ovárica?

Conlleva el riesgo de menopausias precoces y de desajustes hormonales con consecuencias psíquicas y emocionales más o menos fuertes. La estimulación puede llevar a la hiperestimulación ovárica, en la que los ovarios se llenan de agua, y en el peor de los casos, también a la torsión del ovario, que requiere intervención urgente. La hiperestimulación, si se produce en una mujer embarazada, puede ocasionar la muerte. Más allá de la cuestión hormonal, también la punción para extraer los óvulos maduros puede provocar pequeñas heridas y hemorragias internas. Existe un riesgo mínimo de muerte por donación de óvulos, pero es cierto que este riesgo está en casi todas las intervenciones médicas. 

Leemos un testimonio demoledor: “Es capitalismo puro y duro; te compran la fertilidad. Primero te informan, te dicen que no tienes ningún riesgo, pero te ha- cen firmar unos documentos con los riesgos que puedes tener durante el proceso; te lo pintan como si el riesgo real fuera de menos de un 1%. Una conocida murió a raíz de la donación de óvulos: tuvo una hemorragia interna. Uno de cada mil casos, dicen. Era de Barcelona. Se llamaba Erit. Hacía poco que se había operado y estaba en la cama con su compañero cuando tuvo una hemorragia muy fuerte. Pero estas cosas no se saben, no se dicen.”

Hay muertes, en raros casos. No quiero engañar a nadie ni acusar falsamente a las clínicas, es algo muy minoritario. Pero ocurre, y no se menciona a las donantes ni tampoco consta claramente en los informes, que como máximo se refieren a 'muertes maternas' y 'accidentes'. Dichos accidentes no se especifíca si acaban o no en muerte, y no distinguen entre aspirantes a madre y donantes. 

En España, la pareja o la mujer receptora de embriones creados con óvulos donados solo podrá saber el grupo sanguíneo y la edad de la donante. Hay mucho debate sobre la anonimato de la donación. ¿Por qué considera que sería importante que no fuera anónimo?

Por los niños y niñas que nacerán, sobre todo: el derecho a conocer tus propios orígenes está recogido en la carta de derechos humanos, y las personas adoptadas tienen hoy derecho a buscar a sus padres biológicos sin que se les oculte información. Es posible que mucha gente no quiera conocer a la mujer de cuyo óvulo nació, pero sigue siendo un derecho. Por otra parte, los padres que pasan por la clínica no tienen ni siquiera la obligación de contar a sus hijos que proceden de gametos anónimos (sean espermatozoides u óvulos). El 'sueño de ser padres' es normal y justificable, pero no hay que olvidar que se trata de hacer nacer a otras personas que también tendrán sus propios sueños y derechos. Por otra parte, con los tests genéticos cada vez más al alcance de todos, mantener las genéticas de las personas en secreto no tiene mucho sentido: en Australia y Nueva Zelanda se han dado casos de hermanos biológicos (fruto del mismo o la misma donante) que se han reecontrado mediante asociaciones. 

Otra cuestión controvertida es la ausencia de un registro de donantes. ¿Qué permitiría saber? 

Permitiría saber cuántos niños han nacido de cada donante y sería la garantía de que la donación no se usa como vía de ingresos extra a costa de la salud. Las consecuencias de donar son mucho más graves si la mujer dona más veces, evidentemente. Hoy el máximo está en tres veces por clínica y seis niños nacidos, pero hay muchas clínicas y haber donado previamente no te impide donar en otras clínicas. No hay manera de controlarlo y las clínicas no se ponen muy exigente en esto porque necesitan óvulos para sus pacientes receptoras, que a su vez también quieren óvulos jóvenes que les permitan logar el embarazo, claro. El registro permitiría cumplir la ley de reproducción, que dicta que hay un límite de veces en las que una mujer puede donar y un límite de bebés nacidos por donante. De hecho, la ausencia de registro es inconstitucional: la ley de reproducción ya recogió la necesidad de éste a finales de los años ochenta.

Cuenta que los hospitales públicos ofrecen tratamientos de reproducción asistida, pero si tienen que recurrir a gametos lo hacen comprando óvulos y espermatozoides a clínicas privadas, que gestionan los bancos de óvulos y de semen. ¿Tendría que haber un banco público de óvulos y espermatozoides?, ¿cómo cree que debería funcionar?

En la pública se ofrecen dos intentos in vitro y uno más en caso de que los profesionales médicos consideren que la mujer tiene muchas posibilidades de quedarse embarazada en el tercer intento. Sinceramente, tampoco me parece muy buena idea ofrecer óvulos por la pública. Sería una solución más justa para quienes aspiran a ser madres, pero los riesgos y las molestias de las donantes a corto y largo plazo seguirían ahí. Existe una técnica aún muy poco avanzada que sí seria más justa, creo: la de la maduración de los ovocitos en el exterior del cuerpo de la mujer, que evita el riesgo de hiperestimulaciones, pero es aún muy difícil de conseguir. El caso de la donación de espermatozoides es diferente porque donar esperma causa muchas menos molestias: una simple masturbación tras unas semanas de abstinencia sexual; es molesto, pero no hay riesgo para la salud del donante (que suele ser muy joven, también el esperma de los hombres pierde calidad a medida que se hacen mayores). Eso sí, la 'donación' de semen se paga mucho más barata.

¿Qué dificultades existen en la sanidad pública para que tanta gente acuda a la privada?

Que no existe un registro de ovocitos público y que las listas de espera son muy largas. Una mujer de más de 35 años que ya tiene dificultades para quedarse embarazada no puede permitirse el lujo de esperar dos años para una FIV con sus propios óvulos. 

¿Por qué considera que el discurso sobre la maternidad en la cultura occidental tiene una potente carga de violencia simbólica?

Creo que la maternidad tiene carga simbólica en todas las culturas, porque la reproducción es estructural, nos conecta con el reino animal y también con los primeros fetiches culturales más elementales. La maternidad y el culto entorno a ella es una línea que conecta a la Venus de Willendorf con la virgen María. 

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