Cinco parejas hablan sobre el sexo después de los hijos: “Llega a parecer una tarea más”

Sí, hay un antes y un después. Es la unánime respuesta que da comienzo a esta conversación con varios padres y madres sobre la vida sexual después de los hijos. Todas sus historias atraviesan la “revolución” que sucede al parto. Con más o menos complicaciones, en todas ellas las heridas van curando y las hormonas se estabilizan. Lo que, según cuentan, tarda más en desaparecer es el cansancio. Y juega un papel protagonista en sus relatos.

Jesús tiene un hijo de 2 años y medio y otro en camino. Para él, el cambio tiene que ver con la aparición de “un nuevo foco de atención muy intenso”. Sobre todo, resume, “lo que cambia básicamente es el nivel de cansancio general: es como si el coche ya llegara gripado a las últimas horas de la tarde todos los días”.

Son términos muy similares a los que utiliza Jorge cuyos hijos, una niña y un niño, tienen 4 y 2 años respectivamente. Junto a ellos, explica, han ido creciendo también las obligaciones cotidianas y las dificultades a la hora de organizarse con los horarios familiares. Y al final del día: “Cuando llegan las horas en las que puedes tener más intimidad, estamos ya medio para el arrastre. Cuando te pones no puedes hacer tantos preliminares, por ejemplo”.

Efectivamente, cada una con sus matices, todos los padres y madres con los que hablamos coinciden en que por el camino de la paternidad caen la frecuencia, el tiempo y la dedicación; en algunos casos también la libido. “Lo haces porque, evidentemente, te apetece estar con tu pareja, pero no es muy espontáneo ni muy sexi, sino un poco más mecánico”, afirma Danae, que es madre desde hace casi dos años.

Naturalizar las etapas o “aprender a no follar”

A pesar de todo, Danae no está preocupada por esta nueva situación, y confía en recuperar la vida sexual y la intimidad con su pareja cuando su hija vaya creciendo y haciéndose más independiente: “Yo creo que hay que intentar relajarse un poco y saber que tener niños no significa el fin de tus relaciones, pero sí entender que las cosas cambian”. Para Jorge, esto forma parte de “la mochila de tener hijos”, y los asume con resignación. 

También hay sitio para el humor a la hora de adaptarse a los cambios: hablando del tema con su chica, cuenta Jesús, a ella se le ocurrió la frase “hay que aprender a no follar”. No se refería a olvidarse del sexo para siempre, aclara, sino a la necesidad de “no desesperar ante estos cambios ni entrar en barrena u obsesionarse ni sentirse estigmatizados de manera privada”. 

De naturalizar cada etapa de la vida habla también el sexólogo Mikel Resa, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología: “Hay que amoldarse a las situaciones y darles el valor que tienen, porque a veces de un granito de arena montamos una gran depresión cuando realmente lo que ocurre es normal”. El cansancio tampoco está ausente en su diagnóstico: “Cómo vamos a pedir a alguien que tenga relaciones si realmente lo que necesita es dormir”, sentencia. “Parece mentira, pero a muchas parejas les tranquiliza un montón cuando esto se verbaliza: a ver si estás tan hecho polvo igual en estos momentos lo único que te apetece es abrazarte y dormir”, cuenta.

Carga emocional

Junto al cansancio físico y las obligaciones o la falta de tiempo, las preocupaciones también ocupan su espacio en la cama. Para Melanie, esto es a veces lo que más pesa. Junto a todo lo bueno de la maternidad nace también una carga mental que se va arrastrando y que “sencillamente” muchas veces “te quita las ganas de hacer el amor”. En su opinión, probablemente muchas más de las que se admita en voz alta, el sexo “llega a sentirse como una tarea más”. También a cinco años de haber sido madre, como es su caso.

“Cuando eres madres te acostumbras a encadenar una tarea tras otra desde que te levantas hasta que te acuestas”, continúa. Y, aunque “hay momentos puntuales de intimidad en los que vuelve el deseo”, en demasiadas ocasiones “tienes la cabeza en un sitio y el cuerpo en otro; mentalmente estás en muchos lugares a la vez, y eso al final te desconecta de ti misma y también de tu sexualidad”.

“El dónde y el cómo se dan las relaciones también son clave aquí: La casa misma ya es una obligación”, continúa Melanie, “así que cuando sales de la rutina y estás en un sitio donde no te tienes que preocupar por el tupper, el baño o la cena, no tiene nada que ver. Cambias de rol y se produce un rencuentro, también con tu pareja, que es muy grato”. 

Aunque reconoce que no ocurre muy a menudo, en el caso de Danae una fórmula también es cambiar de lugar. De vez en cuanto recurre a ayuda externa remunerada y se va a un hotel con su marido: “Ahí tenemos un rato para nosotros en que no tienes que estar pendiente de otras cosas”, explica.

Volver a conectar

Precisamente en buscar momentos de intimidad está la clave para Ruth. De todos los integrantes de esta conversación, ella es la que más camino lleva recorrido en lo que a maternidad se refiere. Su hijo mayor tiene 12 años. Le siguen una niña de 9 y un niño de 6.

“En este momento soy optimista, pero me llamas hace tres años y te cuento una historia distinta”, afirma. La de ahora es la de unos hijos que van siendo más independientes y que, aunque les ha costado “nueve o diez años”, ya duermen toda la noche y van adoptando rutinas.

Según su experiencia, después de una primera época en la que “no solo la vida sexual sino la vida en general te cambia y se ve condicionada a todos los niveles”, las cosas se van “recolocando” poco a poco. Para ello, asegura, hay que hacer un mayor esfuerzo, e incluso deshacerse de cierta culpabilidad: “Me digo a mí misma que si yo estoy bien voy a estar mucho mejor de cara a mis hijos”. Para ella, sin duda merece la pena. Tanto que, como explica, cuando encuentra esos momentos de intimidad con su marido, siempre se pregunta: Por qué no hacemos esto más a menudo?, ¿por qué no nos lo curramos más para encontrar más momentos como este?“.

En una línea parecida, Resa cree que es positivo seguir ciertos parámetros como “el beso mañanero o el de la noche”, aunque sea de manera un poco “autómata”. En cualquier caso, hace hincapé en que cada pareja es única y por tanto también tendrá que serlo “la gestión de su erótica y su vida sexual”. Y, aunque en este camino cada uno tenga que encontrar su propia fórmula, él propone deshacerse de elementos como las normas, las generalidades y las comparaciones, y añadir un recordatorio: “Antes de un hijo, aquí había una pareja”.